Capítulo Único.

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"Corbatas"

Una raya imaginaria que alineaba perfectamente un botón tras otro, y un moño color negruzco anudado alrededor de su cuello no concordaban con la diminuta chaqueta que le comprimía el tórax cada vez que intentaba dar una bocanada de aire, los pantalones que se le habían deslizado desde la cintura hasta caer un poco por debajo de sus caderas, y las medias con rayitas verdes que sobresalían por las mangas desprolijamente dobladas de aquel pantalón finamente confeccionado (Pero demasiado grande para su fisionomía).

Abrió la cortina del vestidor y dio dos pasos hacia el frente. En la tienda de ropas resonaba una melodía muy pegadiza pero a la vez incordiosa, y a unos metros un par de adolescentes con las hormonas desbocadas chillaban emocionadas mientras se preguntaban qué zapatos deberían robarle a sus madres para verse bien con esos vestidos. Adelante suyo se encontraba un pequeño sofá color beige, en el que un muchacho castaño hojeaba una revista de modas con discreto desinterés, mientras su pierna derecha convulsionaba en un tick nervioso (Probablemente se debía a la música, o a las adolescentes irradiando hormonas, o al simple hecho de que lo haya arrastrado a una tienda barata gracias a una impredecible urgencia).

—¿Y? —preguntó, levantando los brazos hacia el costado, acción que gracias a ese traje requería un esfuerzo extra —¿Pasable?

Louis levantó la vista de su revista, y con una expresión que contradecía la intención de sus palabras, le contestó:

—Pareces el mesero de un bar de los '40. O un rabino homosexualmente reprimido.

Harry lo fulminó con la mirada y metió las manos en los bolsillos para sostener el pantalón, que indudablemente de otra manera terminaría sobre sus tobillos. Mientras él volvía a concentrarse en aquella revista cutre, se acercó a la vendedora que doblaba camisas sobre el mostrador, moviendo despreocupadamente la cabeza al ritmo de la canción.

—Disculpe, ¿tendría una chaqueta más grande, y un pantalón un poco más pequeño?

La vendedora, una mujer no demasiado joven pero tampoco exageradamente vieja, de cabello revuelto sostenido por un rodete desprolijo, lo tomó del codo y lo volvió a llevar frente a los vestidores, en donde la luz no era tan tenue; y le dirigió una examinadora mirada de arriba abajo que lo puso incómodo.

—Lo siento, pero los trajes vienen en conjunto; si le traigo una chaqueta más grande, el pantalón será aún más grande. Pero no me extraña que tenga este problema —le dijo, y Harry sintió como si estuviera recriminándole algo.

Le obligó a sacar las manos de los bolsillos, y le palpó las clavículas con el ceño fruncido; mientras Harry sentía como su personalidad tímida salía a flote desde las profundidades. Por su parte, la revista continuaba abierta en las manos de Louis, pero él ya no le prestaba un mínimo de atención.

—Es lógico que ningún pantalón te quede. ¡Tienes la cintura demasiado estrecha! — aseguró la mujer, y el ojiverde se preguntó si era absolutamente necesario hacer ese comentario.

—Oh, sí que la tiene. — terció una voz desde el sofá, convencida.

—Cierra el pico —le ordenó, mandando otra mirada fulminante hacia aquel rostro que sonreía con una ceja enarcada. Le daba la impresión de que algún pensamiento extraño estaba cruzándole por la cabeza, y precisamente aquel no era un buen momento para imaginárselo desnudo, a pesar de que estaba completamente seguro de que lo estaba haciendo —. ¿Y tendría algún moño que sea un poco más... masculino? —inquirió dirigiéndose a la vendedora, mientras se señalaba la cinta anudada al cuello que (según Louis) lo asemejaba a un mozo de bar antiguo.

La mujer sonrió y se dirigió al mostrador nuevamente. Rebuscó unos segundos entre las toneladas apiladas de trajes de gala, y regresó con un pequeño bulto de ropa en las manos, que le entregó a Harry.

Corbatas l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora