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Ser médico era lo que más me apasionaba en este mundo, al menos hasta el momento en el que me case con él. Ese hombre que para muchos fue el hombre más hermoso que pudieron haber visto en este mundo, para mí no era más que una puta, una vil mierda, nada más que un cualquiera.

De cabello castaño un poco claro, piel pálida, unos labios muy apetecibles y lo más importante sus ojos; Aquellos que torturaban mi existencia en este mundo, que siempre parecía recriminarme su posición actual.

Pero aunque fuese considerado un hombre con suerte al casarme con dicha cosa, para mí al igual que para él no era del todo agradable.

Mi casa tenía varias habitaciones, pero solo tres se usaban, una para mí, otra para cuando mis conflictos con él llegaran a ser insoportables como para no poder respirar en la misma habitación y la otra para la ama de llaves, mis motivos para no dormir con el eran el asco, su cuerpo no era capaz de provocarme ninguna emoción más que el desagrado saber que este hombre no me pertenecía, que en su corazón no había espacio para mi me molestaba y me hacía encolerizar

el venia de un pueblo, padres eran tenían algunos negocios y mantenían una buena buena posición, una de las cosas que me molestaban era que la gente lo pintase y le describiera como un caballero de la nobleza, con incontables habilidades para cosas que todo noble debe saber hacer y una educación incomparable, pero yo sabía que todo esto era solo una farsa; su cuerpo ya no era puro ni mucho menos seria solo mío, lo cual era lo que más me molestaba de él, como pude aceptar a una hombre cuyo cuerpo fue de alguien más y que incluso días antes de la boda intento escapar con otro dejándome en la más grande de las deshonras que había pasado en toda mi vida, pero sus padres y los míos lograron ocultar todo esto con dinero, hicieron pasar al amante como un secuestrador dejando así a este desdichado esposo mío como una persona limpia e inocente

los motivos de mi odio hacia él no se podían perder de mi mente ni por un segundo, entre más lo miraba más estaba seguro de que fue una equivocación haberse casado con él, aunque por otro lado entendía porque la gente hablaba tan bien de él, había algo en esos ojos y esa mirada que al momento de hacer contacto con ellos parecían penetrar en la piel y el corazón como dagas, parecían perfectos y capaces de tentarme lo suficiente para no matarlo en su arrebatos repentinos de furia y reclamos por la incomodidad y lo poco conforme que le resultaba su situación y vida cotidiana al que fue sometido por capricho de nuestros padres.

todas las noches parecían una tortura entre el deseo y el desagrado, podía sentir esos ojos sobre mí liberando mi deseo de poseerlos, calentando mi cuerpo y excitándome, pero al acercarme a él y sentir esa piel usada me causaba repulsión y desagrado en el cuerpo, haciéndolo entrar en cólera por la falta de acciones por mi parte, incluso en una ocasión le hicieron llamarme poco hombre, desatando mi furia hasta el punto en que mis gritos causaron miedo en su mirada, mostrándome algo que nunca había visto en el, miedo uno profundo y único que solo iba dirigido a mí, lo que me incito a causar esa sensación en el para poder ver esa emoción en sus ojos.

una tarde después de volver de un viaje de negocios decidí tomar un poco mientras descansaba en el sillón frente a la chimenea, el ama de llaves llego con una carta la cual no tenía remitente visible, la tome y la revise para ver si podía reconocer el sello lo cual me fue imposible, pero note algo en particular , esta tenía un olor desagradable a alcohol y tenía algunas manchas de gotas en el que parecían ser de algún líquido y mientras la abría la ama de llaves me comento saliera por unas cuantas horas a unos encargos que le quedaron para la casa.

Abrí la carta con mucha delicadeza y comencé a leerla:

Saludos

Le envió esta carta de manera anónima debido a la gran vergüenza que me provoca el que usted sepa de quien es.

Those EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora