Primera Parte

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El reloj marcaba las 9 de la mañana. Santiago, de 32 años, acomodó su reloj, se dio un último vistazo en el espejo y se tomó su café de un trago para salir apresurado a su oficina. Era vicepresidente en un bufete de abogados. Y todos lo conocían como un hombre bastante correcto. Nunca violaba una Ley, era consciente de que sin leyes y normas el mundo sería un caos y por ello las respetaba sin excepción alguna.

Se subió a su Range Rover, dejó su maletín en el asiento de copiloto, acomodó su corbata, enderezó el espejo retrovisor y partió a su destino. Condujo por la Avenida Principal sintiéndose un poco molesto ante aquellos que excedían el límite de velocidad. Se detuvo ante la luz roja del semáforo, echando un vistazo a su Rolex para comprobar la hora, ignorando que cerca se encontraba una moto que pronto cambiaría su vida.

Dos vidas, opuestas, sin ningún indicio que pudiera unirlos, se cruzaron en aquella avenida... y para siempre.

Un golpe seco se escuchó, Santiago frenó en el acto y dio un salto en su asiento al ver al conductor de la moto golpeando su parabrisas y después de unos segundos, sin saber cuántos realmente, salió apresurado de su auto y vio que el cuerpo yacía en el suelo.

Se acercó a socorrerlo, pero al quitarle el casco, se dejó ver una gran cabellera escarlata y un hermoso rostro color durazno, entonces se dio cuenta de que era una mujer, una muy hermosa mujer. Y se sintió... extraño, como si de alguna manera el hecho de que un hombre tan correcto como él tuviera un accidente, no fuera una casualidad, sino el destino.

Anna, de 27 años iba más allá de la velocidad permitida con el fin de pasar un semáforo amarillo y llegar a la galería de arte, su lugar de trabajo. Para algunos, aquella manera de viajar podría ser una imprudencia pero para ella era un hábito bastante normal que reflejaba su personalidad rebelde y despreocupada.

Un vehículo policial que patrullaba por la zona llamó a una ambulancia y en poco tiempo se estaban llevando a Anna de la escena. Santiago sentía que debía ayudarla, así que revisó sus bolsillos hasta encontrar una identificación. Los paramédicos le informaron que la llevarían a un hospital pero luego de ver su identificación les dijo que la llevaran a una de las mejores clínicas de la ciudad. Éstos se negaron, alegando que no sabían con certeza si Anna estaba afiliada a algún plan de seguros. En seguida Santiago supo que tenía que hacer algo y decidió que correría con los gastos médicos. Siendo así, los paramédicos llevaron a la pelirroja a una prestigiosa clínica sugerida por él.

Uno de los oficiales le notificó a Santiago que una grúa iba en camino para llevarse la moto de Anna, a lo que éste asintió en acuerdo volviendo a su camioneta. A mitad de camino una pregunta surgió en su mente y volvió hacia el oficial, que se encontraba hablando por teléfono. El lenguaje corporal de la autoridad le pareció un poco sospechoso, por lo que se ocultó y escuchó curiosamente.

"Anna está involucrada en un accidente, ¿Qué quiere que hagamos?" escuchó decir al oficial y frunció el ceño confundido. "Chocó contra una camioneta, ahora mismo va camino al hospital" escuchó después de un corto silencio. "No, no sé si es culpa de ella... Déjeme preguntar a dónde la llevarán porque hay un niño rico que quiere hacerse el héroe, típico de los niños mimados" Santiago abrió la boca de sorpresa y una expresión de indignación adornó su rostro, eso lo había ofendido, mucho más viniendo de alguien a quien él respetaba como profesional. Luego de un corto silencio colgó y se marchó.

Algo le decía a Santiago que querían molestar a la chica, así que tomó la moto, la subió a su maletero haciendo el mayor esfuerzo por alzarla, y tan rápido como pudo, fue tras la ambulancia, ignorando olímpicamente a los policías que intentaban detenerlo para hablar con él.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2015 ⏰

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