ROBERTH ORDOÑEZ
LA MASCARA DE HIERRO
NOVELA Y LIBRETO
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EL HOMBRE DE LA MASCARA DE HIERRO
TRES COMENSALES ADMIRADOS DE COMER JUNTOS
Al llegar la carroza ante la puerta primera de la Bastilla, se paró a intimación de
un centinela, pero en
cuanto D'Artagnan hubo dicho dos palabras, levantóse la consigna y la carroza
entró y tomó hacia el patio
del gobierno.
D'Artagnan, cuya mirada de lince lo veía todo, aun al través de los muros,
exclamó de repente:
--¿Qué veo?
--¿Qué veis, amigo mío? --preguntó Athos con tranquilidad.
--Mirad allá abajo.
--¿En el patio?
--Sí, pronto.
--Veo una carroza; habrán traído algún desventurado preso como yo.
--Apostaría que es él, Athos.
--¿Quién?
--Aramis.
--¡Qué! ¿Aramis preso? No puede ser.
--Yo no os digo que esté preso, pues en la carroza no va nadie más.
--¿Qué hace aquí, pues?
--Conoce al gobernador Baisemeaux, --respondió D'Artagnan con socarronería:
--llegamos a tiempo.
--¿Para qué?
--Para ver.
--Siento de veras este encuentro, --repuso Athos, --al verme, Aramis se sentirá
contrariado, primeramente de verme, y luego de ser visto.
--Muy bien hablado.
--Por desgracia, cuando uno encuentra a alguien en la Bastilla, no hay modo de
retroceder.
--Se me ocurre una idea, Athos, --repuso el mosquetero; -- hagamos por evitar
la contrariedad de Aramis.
--¿De qué manera?
--Haciendo lo que yo os diga, o más bien dejando que yo me explique a mi
modo. No quiero recomendaros que mintáis, pues os sería imposible.
--Entonces?...
ROBERTH ORDOÑEZ
LA MASCARA DE HIERRO
NOVELA Y LIBRETO
--Yo mentiré por dos,, como gascón que soy.
Athos se sonrió.
Entretanto la carroza se detuvo al pie de la puerta del
gobierno.
--¿De acuerdo? --preguntó D'Artagnan en voz queda,
Athos hizo una señal afirmativa con la cabeza, y, junto con
D'Artagnan, echó escalera arriba.
--¿Por qué casualidad?... --dijo Aramis. --Eso iba yo a preguntaros,--interrumpió
D'Artagnan.