Mi Error

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Estoy cayendo... caigo, caigo pero el suelo, no aparece. Me ahoga la idea de no hablar contigo antes de morir. Tengo tanto que decirte pero mi orgullo jamás me permitió llamarte ese día ¿Lo recuerdas?, discutíamos tú tan hiriente y yo tan irracional. El motivo, no lo recuerdo, siempre hubieron peleas, discusiones bobas, siempre uno contrariaba al otro, risas y luego, una de esas excelentes peleas bajo las sabanas, vaya... ¡cuánto nos queríamos! Pero creo yo, que todo eso fortalecio la relación, aunque esta vez, era diferente. Tú llorabas, yo, lloraba por dentro, siempre haciéndome la fuerte...

Tengo las imágenes, mas el audio lo perdí, la película de nuestra ruptura, la última vez que te vi, está tan clara y no dejo de analizarla. Una y otra vez, da vueltas en mi cabeza. La ultima parte es la más triste de todas, esperabas una respuesta, pero jamás te la di. Y así acaba; yo, sola en el departamento, rodeada de cuadros y fotos, tantos viajes... tantos momentos felices, congelados y enmarcados.

No corrí tras de ti, no lo hice, te deje ir, el orgullo tapó la boca de mi corazón, no fui por ti.

Sigo cayendo, nadie me auxilia, todo empieza a oscurecerse, poco a poco, hasta que la luz del agujero por donde caí, cada vez se va haciendo más pequeña.

Es desesperante el que vaya a morir sin poder ver por ultima vez tu sonrisa, esa que me enamoró.

Miles de cosas pasan por mi mente ahora. Es impresionante el hecho de esperar las situaciones extremas para reflexionar sobre los errores cometidos a lo largo de tu vida.

Te das cuenta de que todo fue tan simple y el único obstáculo, fuiste tú mismo.

Siempre fui una cobarde y ese día pudiste comprobarlo, no tuve el suficiente coraje como para correr por ti, alejarme de mi zona segura, estar vulnerable y arriesgarme. Basta un error, para que todo se derrumbe.

Nuestra relación era perfecta, importaba muy poco si terminaba en un instante, el día se había aprovechado al máximo. Todo fue exacto, la manera en cómo se dio nuestra relación, el vivir juntos tan rápido porque uno ya no podía vivir lejos del otro, la boda a tan corta edad, yo a mis 21 y tu, a tus 25, los planes no planeados, toda una vida juntos...

Ahora me dejo llevar por la gravedad, hace mucho deje de luchar, me pierdo en mis pensamientos. Cometí un error y jamás lo podré remediar, te perdí.

Veo lágrimas desprenderse de mis ojos, aunque lo que se desprende, es mi corazón. El cerebro trabaja a mil, mi vida entera pasa a cada segundo, una y otra vez, busco errores que analizar antes de desaparecer. El haberte dejado ir, solo de ese me arrepiento, porque todos los demás, me llevaron a ti.

Nada importa ya, nada puedo hacer, mi frío cuerpo cae, no lucho. Siento un dolor insoportable en el vientre, supongo que el final se acerca, diviso algo... es un hospital, me acerco más y más. Es una sala de parto y esa, esa, soy yo.

Todo el calor ausente regresa y se fija en mi vientre. La cabeza la tengo a punto de explotar. Dejé de caer, justo frente a mi pálido cuerpo, el techo de la habitación me atrapa. Basta un segundo para divisarlo todo: tú estás a mi lado, sacudiendo un cascaron inerte, la desesperación se ve en tus ojos, mientras que los doctores extraen un ser de mí, mi hija.

Ella es perfecta, tiene tu nariz, el cabello de mi madre, las orejas de tu padre, mis ojos y tu boca. Su piel es hermosa, tierna y bella como un dulce primer beso. Nace y apenas llora, tan frágil y angelical.

La amo con locura.

Te apartan de mi cuerpo, hacen de todo para traerme de vuelta pero no pueden, es tarde.

Ya no siento dolor alguno, estupefacta me absorben las imágenes que acabo de presenciar.

El techo me libera, me poso junto a ti. Tu llanto es inconsolable, pero no siento pena ni dolor, soy nada y nada siento.

Se llevan mi cuerpo, te aferras a el; mi padre intenta tranquilizarte, imposible en este momento. La escena es dramática pero, nada llega a conmoverme.

Tus gritos cesan, pero tus lágrimas no dejan de recorrer tus mejillas. Nuestras familias están reunidas, algunos lloran y los más fuertes consuelan a los otros. Un silencio inunda la habitación solo se deja escuchar lloriqueos y algunos gemidos que alguien libera de vez en cuando.

Los días transcurren cargados de tristeza. Tú aparentas fortaleza, tienes que hacerlo, nuestra hija te necesita. Me doy cuenta que a pesar de todo, puedes con ella y no tengo de qué preocuparme.

Me explican que ya es hora de partir - a dónde, no especificaron - y si quiero despedirme, puedo hacerlo en sueños.

A pasado un mes desde mi muerte. Ahora tu duermes, se te ve tan tranquilo, las ojeras invadieron tus ojos, adelgazaste. Camino hacia ti, un fuerte golpe en el pecho trae consigo sentimientos. Vuelvo a sentir, el estar cerca de ti me trae a la realidad. Me inclino, pego mi boca a tu oído, tiemblas de frío:

"Mi amor, soy yo - sonríes y lloras a la vez - lamento todo lo sucedido, espero me perdones, recuerda, siempre te voy a amar, yo estoy bien; cuida bien de nuestra hija. Te amo, hasta siempre."

Él, en sueños aun, intenta responderle, pero no puede, la emoción no lo deja. Se despierta asustado, llora en silencio, la extraña demasiado, mira a un lado de su cama, ve una cuna, se levanta, seca sus lágrimas, se acerca y dentro de ella ve a la criatura más hermosa del mundo entero, la prueba de un gran amor. Sonríe y sabe que a pesar de todo, las cosas estarán bien.

Mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora