Con su café en mano, salió a su patio trasero. Era de mañana y el ambiente estaba húmedo, eso hacía que el humo se evaporara poco a poco y el calor de la taza se sintiera más.
Sus pantuflas y bata no proporcionaban el calor que necesitaba, pero aún así, Harry no le prestó atención. Se sentó y esperó que el sol subiera mas para así cuidar y mantener su hermoso jardín.
Habían gardenias, girasoles, rosas, tulipanes, y para de contar. Se sentía el olor de cada planta en el lugar, sumando el sonido de las olas.
Esto era todo lo que el amaba, todo lo que él necesitaba. Se sentía paz.
Dio un sorbo a su café negro, dándose un gusto más. Una ráfaga de viento le hizo estremecerse, un mohín ya que aquello podía causarle un resfriado. Pero, tampoco le importaba.
La mañana sí que estaba hermosa y después de unos minutos ya el sol estaba en su esplendor. Dando una mezcla de humedad y calor, cuando ya había terminado su café.
Entrando a su hogar pudo notar en una esquina a su peresoza gata, Pelusa. Siempre parecía estar enferma, por su lentitud y sigilosidad al caminar, pero no, ella era gorda; y así se suponía que tenían que ser los gatos, según Harry. Su pelaje era blanco y sus ojos azules como el mar que se posaba en frente de su hogar. Él amaba a esa gata con su vida.
Abrió las ventanas, apagó la ventilación del living y cocina. Hacía eso cada mañana, le gustaba sentir el ambiente de la mañana hasta que llegaba el mediodía, a pesar de que el sol era su aliado con el jardín, no eran tan amigos.
-Pelusa -llamó a la felina mientras limpiaba los trastes que acababa de ensuciar. Ésta se hizo entre sus pies y él sonrió, era reconfortante sentir el pelaje de ella.-. Veamos, hoy no estaré en casa hasta la noche. ¿No hagas nada malo, si? -la acarició después de secar sus manos. Ella ronroneó, y eso para Harry fue un está bien de parte de Pelusa.-. Vale.
Caminó hasta la habitación con su mascota detrás de él, eso sí, ellos eran tan unidos que asustaba. La única manera de que Harry y Lusa no estuviesen juntos era cuando él se iba a trabajar o se iba de viaje por el trabajo. No había alguna u otra forma.
Se adentró en su closet y se sentó en el mueble que estaba en medio de la sala secundaria. Pensando en qué ponerse, se le ocurrió nada más y nada menos que el traje de encaje, con su amada bufanda, y sombrero que estaban sin estrenar, todo de color negro, a excepción de la bufanda, era azul marino.
Con todo en mano, fue en busca de su compañera de vida.
-Creo que esto está bien. Si pudieses hablar supongo que estuvieses de acuerdo conmigo. Já. -le sonrió y dejó descansar cada prenda en la cama.
Preparó su tina y después de una hora y media de merodear en elegir que perfume usar, se adentró en ella.
Se miró en el espejo, ya listo. Sonrió y se aplicó su perfume favorito: Tommy Hilfiger.
Harry era muy exigente con respecto a su imagen, todo rondaba en cómo se veía, qué le quedaba y qué no. Por algo había y elegido una carrera efectiva, una carrera con la cual pudiese darse los lujos que quisiera y cuando quisiera sin necesidad de que alguien más lo hiciera.
Su teléfono dentro del bolsillo empezó a vibrar, dando a proyectar que lo llamaba su mejor amiga y hermana.
-¿Ya estás allá? Dime que sí. -contestó inmediatamente, rogándole a Dios que ella estuviese en la empresa. Sabia que iba tarde, y era la única manera de que todo comenzara como él quería.
Se escuchó un bufido al otro lado e la línea y Harry sonrió:-Ya estoy acá. Sólo te pido que llegues rápido.
-Vale, te amo. Nos vemos.