1. Deseo ir al baile

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Era una noche hermosa, la luna estaba en su mayor esplendor, más bella y más azulada que nunca. La luz se reflejaba en la nieve, dándole un tono misterioso al paisaje de montañas y lagos que recordaba al fondo del mar.

Durante unos segundos dejé de respirar. Estaba asombrada por lo hermoso que podía ser un paisaje que veía casi todas las noches cuando estaba feliz e ilusionada. Esa noche había un baile en la Corte. Todos los nobles y las familias más ricas acudirían ahí. Yo era la que más quería probar un poco de ese ambiente festivo. Pero...

- Delcey, cariño, ¿no tendrías que estar fregando la cocina?

- Ya voy, mamá.

Así es.

Mi madre me trataba como a una criada.

Yo pertenecía a una rica familia emparentada con los nobles de la Corte, no nos faltaban criadas ni mayordomos ni cocineros. Pero yo era considerada inferior a mi hermana mayor. Ella era muy guapa y siempre vestía bien. Era cortés, respetuosa, amable, considerada, inteligente, con buen cuerpo, alta, pies pequeños y largo cabello rubio y ondulado conjuntado con ojos color del mar...

En fin, era perfecta y tenía todo lo que se cabía esperar de una señorita de 20 años excepto una cosa que sólo yo sabía y que hubiera encolerizado a nuestros padres. Era nuestro secreto.

A mí no me veían buena para nada. Me esforzaba siempre por estar a su altura pero siempre acababa metiendo la pata y estropeándolo todo y de nuevo me comparaban con ella y me regañaban.

Mi hermana siempre venía a animarme. Me decía que pronto la superaría. Era la única de la familia que pensaba así. Los demás empleados estaban agradecidos por mi ayuda pero me solían cubrir las espaldas y me dejaban ir para que hiciera algo más provechoso como estudiar.

Pero esa noche no me libré de fregar la cocina. Mi madre me dijo que si no acababa con el castigo no podría ir a ningún baile. Justo había terminado cuando de pronto oí el coche de caballos llegar. ¡No me iba a dar tiempo a prepararme! Fui corriendo a mi habitación a ponerme un vestido cualquiera pero al mirarme en el espejo vi que ningún joven se fijaría en mí con ese vestido tan simple...

Seguí buscando en mi vestidor hasta que encontré un vestido que me dejó mi hermana y que ella ya no usaba porque le había quedado pequeño.

Era mi favorito.

Me hice una trenza que enrollé alrededor de mi cabeza y me puse un lazo en el cuello. Calcé unos zapatitos de tacón muy incómodos pero bonitos y bajé deprisa con la esperanza de que aún no se hubieran marchado. Salí fuera tratando de buscar el coche con la mirada.

Se habían marchado sin mí.

Eché a llorar dándome cuenta de que no podía ir andando o ya no podría bailar. Mientras me lamentaba, una criada me dijo que había otro carruaje que podía llevarme al baile.

En ese momento levanté la mirada y ella me señaló el carruaje de los vecinos, que había parado delante de nuestra villa. Me dijeron que mi hermana les había avisado que me recogieran. Le di las gracias mentalmente a mi hermana y subí.

Iba a ser mi primer baile. No sabía más que lo que me había contado mi hermana. De camino al palacio yo soñaba despierta con el tan deseado baile.

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