el valle del terror

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El Valle del Terror

Arthur Conan Doyle

PRIMERA PARTE

LA TRAGEDIA DE BIRLSTONE

Capítulo I

LA ADVERTENCIA

- Estoy inclinado a pensar… - dije.

- Yo debería hacer lo mismo - Sherlock Holmes observó impacientemente.

Pienso que soy uno de los más pacientes de entre los mortales; pero admito que me molestó esa sardónica interrupción.

- De verdad, Holmes - dije con severidad - es un poco irritante en ciertas ocasiones.

Estaba muy absorbido en sus propios pensamientos para dar una respuesta inmediata a mi réplica. Se recostó sobre su mano, con su desayuno intacto ante él, y clavó su mirada en el trozo de papel que acababa de sacar de su sobre. Luego tomo el mismo sobre, tendiéndolo contra la luz y estudiándolo cuidadosamente, tanto el exterior como la cubierta.

- Es la letra de Porlock - dijo pensativo -. Me quedan pocas dudas de que sea su letra, aunque la haya visto sólo dos veces anteriormente. La e griega con la peculiar colilla hacia arriba es muy distintiva. Pero si es Porlock, entonces debe ser algo de primera importancia.

Hablaba más consigo mismo que conmigo; pero mi incomodidad desapareció para dar lugar al interés que despertaron aquellas palabras.

- ¿Quién es ese Porlock? - pregunté.

- Porlock, Watson, es un nom-de-plume, una simple señal de identificación; pero detrás de ella se esconde una personalidad deshonesta y evasiva. En una carta formal me informó francamente que aquel nombre no era suyo, y me desafió incluso a seguir su rastro entre los millones de personas de esta gran ciudad. Porlock es importante, no por sí mismo, sino por el gran hombre con quien se mantiene en contacto. Imagínese usted al pez piloto con el tiburón, al chacal con el león, cualquier cosa que sea insignificante en compañía de lo que es formidable: no sólo formidable, Watson, pero siniestro, en el más alto nivel de lo siniestro. Allí es cuando entra en lo que le estoy diciendo. ¿Me ha oído usted hablar del Profesor Moriarty?

- El famoso científico criminal, tan famoso entre los maleantes como…

- ¡Por mi vida, Watson! - murmuró Holmes en tono desaprobatorio.

- Estaba a punto de decir, como desconocido para el público.

- ¡Un poco! En cierto modo - dijo Holmes -. Está desarrollando un inesperado pero cierto sentido agudo del humor, Watson, contra el que debo aprender a cuidarme. Pero al llamar criminal a Moriarty está expresando una difamación ante los ojos de la ley. ¡Y es precisamente allí donde yace la gloria y maravilla de esto! El más grande maquinador de todos los tiempos, el organizador de cada maldad, el cerebro que controla el sub-mundo, un cerebro que puede haber construido o destruido el destino de las naciones, ése es nuestro hombre. Pero tan lejos está de sospechas, tan inmune a la crítica, tan admirable en sus manejos y sus “actuaciones”, que por esas palabras que acaba de pronunciar, lo podría llevar a la corte y hacerse con su pensión anual como una reparación a su personalidad ofendida. ¿No es él el aclamado autor de Las Dinámicas de un Asteroide, un libro que asciende a tan raras cuestiones de matemática pura, que se dice que no hay individuo en la prensa científica capaz de criticarlo? ¿Es éste un hombre que delinque? ¡Doctor mal hablado y profesor calumniado, esos serían sus respectivos roles! Eso es ser un genio, Watson. Pero si soy eximido por gente de menor inteligencia, nuestro día seguramente vendrá.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2013 ⏰

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