Mírame

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En que piensas?- Preguntaba Pansy.

Desde hace ya algunos días, Pansy le notaba diferente... Llamémosle distante y un tanto ausente; eso le molestaba bastante pues cuando se encontraban teniendo relaciones sexuales, le gustaba disfrutar del momento, y también que su pareja lo hiciera, mientras deliciosamente saboreaba, jugueteaba con su lengua y succionaba de aquellos fluidos, que solo ese cuerpo prohibido le regalaba, ya que su acompañante no gemía ni se retorcía como solía hacerlo, tal vez no lo pareciera...pero le preocupaba.

-No se si deba decírtelo, pues no soy capaz...siquiera de aceptarlo- Respondió entrecortadamente acompañado de algunos suspiros- Yo te he advertido anteriormente... a cerca de tu relación con... Malfoy- Permanecía en cortos suspiros.- Y ahora mi matrimonio comienza a ceder...yo... No quiero que pienses que ahora las estupideces las hago yo.

-¿Estupideces? ¿A que te refieres?- Se detuvo Pansy solamente para preguntar, después continuo con su labor.

-Pues... Las cosas en casa...no están...yendo bien...yo...ahhhh...ahhhh...uff- Comenzaba a llevarle al clímax y soltaba sonidos guturales al mismo tiempo. Pansy siempre lo lograba en tan poco tiempo y más de una vez en cada encuentro. Aquel cuerpo al que Pansy daba placer...se crispaba.- Mejor en cuanto terminemos este asunto, hablamos-. Le decía juguetonamente mientras se lanzaba sobre Pansy y comenzaba a tocarla, a excitarla para devolverle el trabajo que le había otorgado hace unos segundos y que tan fantástico había realizado ella.

Se encontraba caminando por el jardín del colegio. Había decidido salir, pues en la sala común de Slytherin, sus amigos ya la habían hartado; sobre todo Draco.

 

-Que pendejo, me tiene hasta la madre- Murmuraba para si misma.

 

Ya no se le podía hablar de nada a su adorado imbécil, pues él solo se tocaba el puente de la nariz frustrado, murmuraba una maldición y se largaba a su habitación; de seguro se trataba de otra de sus conquistas de turno y ella como estúpida siempre estaba ahí para él tratando de consolarlo. Tanto que lo quería y el muy cabrón siempre la rechazaba.

 

Mientras que Vincent, Gregory, Blaise y Theo; sólo permanecían como idiotas hablando de Quidditch y otros intereses de hombres; eso no la animaba mucho. En esos momentos era cuando necesitaba a una amiga para compartir sus vivencias (pero recordaba que todas sus compañeras Slytherin eran igual que ella: creídas y envidiosas. Por eso se encontraba allí).

 

Seguía caminando hasta llegar al lago negro y alcanzo a visualizar tres siluetas ya muy pasadas de moda para su gusto, que al parecer, se divertían jalándose las túnicas y lanzando hechizos para cambiarlas de color y hacerlas mas ridículas: El mestizo, el traidor y la sangre sucia. Los héroes del mundo mágico. La verdad no le importó mucho, con tal que no la molestaran...todo marcharía bien. Llegó, se sentó con la espalda recargada en el tronco de un gran pino, conjuro un "confundus" a su alrededor y se dispuso a admirar  el gran lago negro sin ser molestada.

 

Comenzó a reflexionar, pues ahora que había visto a esos tres, recordó que el día en que se desató la guerra, ella estuvo dispuesta para entregar a Potter, pero ¿Que esperaban? Estaba asustada. Sus padres no eran mortifagos, pero si esperaban pureza en la sangre y todas esas tonterías. No le importaba mucho esa ideología, pero había crecido con ella y debía mantenerse a la altura, además utilizaba esa posición para sentirse superior, pues así era ella. La formaron para  ser una dama de sociedad y eso le gustaba, era fetichista, creída y muy femenina, pero también necesitaba sus descansos, a pesar de amar ser el centro de atención, también amaba su soledad, esos momentos de reflexión... Como ese instante.

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