Capitulo 1.

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Había pasado más de una semana y seguía sin quitarse de encima la impresión de que el mundo se derrumbaba a su alrededor.

Le resultaba difícil centrarse, intentar recuperar el último contratiempo que le había deparado la vida. Aunque había tenido una infancia más que acomodada y no le había faltado nada, al menos en el terreno económico, Stephanie Yarbourough había conocido también su ración de contratiempos. Pero hasta entonces había conseguido superarlos.

El primero de ellos fue su madre. Joan Yarbourough desapareció un buen día, sin molestarse ni en enviar una felicitación por navidad que indicaba que recordaba que, al abandonar a su esposo, había dejado también a una hija y un hijastro. A Stephanie le llevo tiempo, pero creía haber superado el golpe de sentirse olvidada a los ocho años.

Y luego llego lo de Sebastián, que desapareció de su vida el verano anterior a que ella cumpliera los veintiuno. Pero también lo había superado ya, ¿no?

Bueno, quizá no del todo, pero si hasta el punto de seguir adelante con su vida. La rabia ayudo a vencer el dolor, el pozo sin fondo de verse abandonada sin una palabra de explicación.

Pero el último golpe del destino la había alcanzado de pleno. Y no estaba nada convencida de poder llegar a superarlo alguna vez.

Sintió una patada. ¿O eran patadas? Se producían en rápida sucesión, como si quisieran recordarle que no estaba sola.

Se dijo con firmeza que no tenía que más remedio que intentar superarlo. No solo por ella, también por los niños que llevaba en el vientre. Lo sucedido los afectaba tanto como a ella.

Quizá más.

Sonrió con tristeza y se llevo una mano al vientre abultado. Los hijos de Holly y Brett, que ya nunca podrían abrazarlos.

-¿Se encuentra bien, señorita Yarbourouhg?

Parpadeó y miro al farmacéutico, que se hallaba al otro lado del mostrador. Había una chispa de preocupación en sus ojos marrones.

-¿Qué?

-Le he preguntado si se encuentra bien. Parecía que se hallaba a muchos kilómetros de aquí.

Stephanie cambió la sonrisa de tristeza por otra de complacencia. Siempre se le había dado bien fingir; ya en las rodillas de su padre había aprendido que no debía permitir que los demás supieran lo que pesaban.

Entrego al hombre el billete que tenía en la mano.

-Y estaba muy lejos de aquí_ dijo.

-Espero que sea un lugar con aire acondicionado.- Silas Abernathy sonrió y le dio el cambio.

La joven guardo las monedas con aire ausente. El farmacéutico le tendió una bolsa y miro su vientre hinchado.

-Ya falta poco ¿eh?

-Muy poco- confirmo la joven.

Tomo la bolsa de papel con vitaminas prenatales que le había recetado Sheila Pollack, su ginecóloga, pues seguía peligrosamente anémica.

No estaba preparada para recibir a aquellos niños de los que repente tenía que hacerse cargo. No deberían haber sido hijos suyos, sino de Brett y Holly. Y no sabía si podría darles el cariño que necesitaban.

¡Holly y Brett se habían mostrado tan llenos de amor por ellos desde el momento en que el test dio positivo!

Quizá incluso antes.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2015 ⏰

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