Pesadilla I : Somos demasiados

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El sol asomó por la ventana. Era tímido, sólo unos pocos rayos se filtraban a través de las densas nubes de contaminación en el cielo. La luz se distorsionaba debido a los metales pesados y partículas de agentes químicos en las nubes, formando un prisma de colores opacos, como un arcoiris depresivo cayendo al suelo.

Abrí los ojos con miedo, eso sentía en verdad. Busqué mis lentes en el mueble junto a mi cama, me los acomodé y fijé la vista en la pared.

Primero de Enero: Todos sabíamos que significaba eso.

Recuerdo que años atrás, cuando era un niño, para esta misma fecha, dormíamos hasta tarde después de estar la noche en vela bailando, comiendo y celebrando con amigos. La llegada del año nuevo era símbolo de esperanza y alegría, de un nuevo comienzo, de nuevas oportunidades, deseos y desafíos. Hoy sólo se resume a una palabra: horror.

Me visto lentamente, ni siquiera hago el intento de asearme; no hay ánimos de nada.

Sin querer comienzo a rezarle a alguien, no sé a quién en verdad. Perdí la fe hace muchos años, pero siempre en esta fecha acudo a algún ente que podría estar oyendo, ayudarnos a evitar este fatídico destino y romper este nauseabundo círculo.

No pasa nada: Dios de verdad nos ha abandonado. Dios está muerto.

Voy a la puerta de mi apartamento, salgo y me alejo sin preocuparme de poner llave. Sé que nadie intentará robarme hoy. Hoy somos todos iguales y todos vamos al mismo sitio. Tenemos una cita con la suerte.

El cielo se nubla rápidamente y se cubre de negro; una nuba tóxica de lo que parece ser petróleo cubre el sol, dejándonos a oscuras. Plena noche a mediodía. Al menos las luminarias de las calles siguen encendidas. A decir verdad nunca las he visto apagarse, hace ya varios años...

Veo a mis vecinos caminando en la misma dirección, uno tras otro, en una fila que poco a poco comienza a alimentarse de más personas, con paso lento y lastimero, se unen tras el último. Caras de miedo y ninguna palabra para los demás. Algunos no hicieron ni el intento de vestirse, salieron tal cual de la cama a la calle. Debería hacer lo mismo el próximo año, si es que aún estoy entre ellos.

Nadie usa automóvil ni locomoción colectiva, vamos todos caminando como una gran marcha de zombis. Todos mirando el cielo o con la mirada perdida en el horizonte. Algunos lloran y miran hacia los lados, como buscando una forma de escapar, pero es inútil: siempre saben quién no asiste. Después los buscan uno por uno y son llevado a la fuerza. No pueden escapar.
Al menos lo que vamos voluntarios contamos con la probabilidad de no ser elegidos. Los desertores iban si o si, y si era necesario dejarlos inconscientes para subirlos, lo hacían. La Policía de la Merma era implacable. Nadie podía escapar de ella, absolutamente nadie.

Recuerda la última gran marcha en mi juventud, llena de gritos y colores. Multitudes aglomeradas. Todos a favor de salvar nuestro Mundo; Todos en contra de la Merma.
Codo a codo marchamos en todo el país para evitar que se dictara la ley y se evitara la masacre.

Poco sirvió.

Hoy la marcha es gris, cruzando el gris pavimento, camino a su destino. No hay vuelta atrás. Es una medida mundial. Hoy, tanto Occidentales como Orientales, marchamos hacia el fin.

Llegamos a la entrada de la estación subterránea donde año a año se lleva a cabo la carnicería. Comenzamos a entrar como cerdos al matadero, uno a uno, bajando las escaleras, bajando y bajando en la penumbra, metro tras metro. Son 20 pisos bajo tierra que hay que recorrer. Escucho a muchos rezar las mismas palabras que dije en mi departamento. Pero todos llegamos a la misma conclusión; ya es tarde para rezar, ya es tarde para hacer algo. Debimos hacerlo hace años, cuando todos nos dijeron que estábamos cavando nuestra propia tumba. Pero somos humanos; nunca escuchamos. Siempre es mejor lamentar que prevenir.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2015 ⏰

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