Antes de salir de la escuela, fue recibida por una sonrisa familiar.
"¡Hola Alice, bienvenida al país de las maravillas!" dijo la chica de pelo rubio corto y con ojos marrones, echándole los brazos hacia arriba y haciendo un gesto hacia toda la calle como si fuera a ser una sorpresa.
"Puede que no, Ann." Dijo Alice con una mirada seria.
"¡Vamos, animate! De todas formas, ¿vas a hacer la tarea?" dijo Ann descansando sus manos detrás de su cabeza y capturando los copos de nieve con su pequeña lengua rosada.
"Vas a tener que ir haciendo tus propios trabajos, con el tiempo... ya sabes. Yo no voy a estar aquí por siempre."
"Sí que lo estarás, porque yo no voy a dejar que te vayas." Alegó Ann lanzando su brazo alrededor del hombro de Alice, así como caminaban por la carretera de invierno.
Mientras seguían caminando, se hicieron bromas y chistes entre sí, hasta que por fin llegaron a la casa de Ann. Se despedieron y entonces Alice entró con confianza en el bosque. A ella le gustaba, todo era muy tranquilo, el sol amarillo que golpeaba el terreno blanco sin tocar y las sombras delgadas de los ársin. Lo único que la molestaba, era el significado de saber que ella volvería a ese horrible lugar, al que algunos llamarían "hogar". Abrió la puerta chirriante y poco a poco, en silencio entró en la fría casa. Contuvo la respiración así como a la vez caminaba en la sala de estar.
"¡Ahí estás, perra!" -gritó un hombre rudo que la agarró del brazo.
Alice chilló mientras tiraba de espaldas mirando directamente a los ojos del hombre con disgusto. El rostro de Alice se puso roja, mientras el nudo llenaba su garganta.
"¿Qué es esto? ¿Eh?" dijo tirando de ella hacia la esquina de la cocina en el mostrador cubierto de latas de cerveza y cajas de comida en el microondas.
"¡Mierda! Me olvidé de limpiar esta mañana!" pensó ella para sí misma.
"Lo-lo siento, yo sólo tenía que llegar a la escue..." fue silenciada por el sólido puño del Sr. Rogers en su cara.
"¡No necesito más estúpidas excusas! ¡Que no se repita nunca más! O te arrepentirás, te lo juro." dijo arrojándola al suelo de baldosas, caminó de regreso a la sala, dejó caer su gran cuerpo obeso sobre el sofá polvoriento.
Alice rápidamente se puso de pie, se fue a tirar la basura y a hacer la limpieza de los contadores silenciosamente con pánico. Esto no era raro, cada vez que había hecho algo malo, el hombre borracho se enojaba y la golpeaba, por lo que ella hizo lo que le dijo y se escondió en su habitación.
Ella contuvo las emociones hirviendo por dentro, tristeza, confusión y rabia. Después ella rápidamente caminó por las escaleras a su pequeño dormitorio. Era un cuarto oscuro, las paredes estaban cubiertas con sus dibujos favoritos, una pequeña cama en el centro y un armario en la esquina. Esta era su única vía de escape, el único lugar donde podía ser libre. Nadie entraba, sólo a ella, nadie más .