하나.

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- Dame el vaso con agua - Pedí, había olvidado tomarme los analgésicos, los dolores internos me estaban matando poco a poco, más de la cuenta si es que era posible.

Min Yoongi suspiró, le dio una mirada al vaso de cristal que  tenía agua, el cual había dejado ayer cuando tomé la última pastilla y suspiró nuevamente volteando hacia mí.

- No, debes dejarlos, estas consumiendo pastillas en exceso, te hará más daño de lo que tu cuerpo está sufriendo -Rogaba, me veía con cansancio y sabía cuán harto de verme tomar analgésicos estaba, pero, era mi salida de los dolores diarios.

- Callate, hemos hablado sobre esto anteriormente, ¡sólo dame el maldito vaso con agua y dejame sufrir en paz!, ¿quieres?, de todas maneras, de algo voy a morir, y eso será de el estúpido cáncer pulmonar que tengo - Cerré los ojos, buscaba tranquilidad y lo que me brindaba eso únicamente eran, mis analgésicos.

Yoongi dejó el vaso de cristal en una redonda mesa del mismo material que el vaso, haciendo un sonido al dejarlo, caminó lentamente hacia mí sin alejar la mirada a alguna otra dirección o otro punto de la habitación.

Se sentó en la camilla a mi lado y acarició mi cabello, quitó el flequillo que caía en mis ojos, tomó mis muñecas e hizo una mueca.

- La marca sigue ahí -El tacto de Yoongi era delicado, cálido, era extraño verlo actuar de tal manera, el suele ser frío, es como, si fuera un chico sin corazón, sin sentimientos, eso pensé yo de igual forma, pero, desde que mi enfermedad fue diagnosticada todo en mi y no dudo que en él también se fue hacia abajo.

El día, ese día en que en los análisis detectaron las células cancerígenas, Yoongi y papá estaban desesperados, alarmados y tristes, me dedicaban sonrisas ocultas, las que escondían otros sentimientos, pero, ellos querían verme feliz, y disfrutar los últimos meses, días, semanas, horas, minutos y segundos que me quedaban de vida.

Yo no encontraba de dónde sacar la felicidad, no sabía de donde podría sacarla, no tenía motivos, y mucho menos una razón para serlo, simplemente no existían, no estaban disponibles para éste cuerpo, alma y corazón.

Mamá, falleció de cáncer al corazón, su problema estaba avanzado, y por no vernos sufrir, por no vernos mirándola triste, por no hacernos sentir decaídos, nos lo ocultó.

Y hasta aquel 12 de diciembre, girando la perilla pintada en dorado, al abrir la puerta de la habitación de mis padres, un bulto estaba debajo de las cobijas.

"Mamá está dormida, dejemos que descanse"

pedía mi hermano, de manera obediente me alejé y cerré ligeramente la puerta, evitando crear algún sonido que llegase a despertarla de su sueño profundo.

Profundo...

Y ese mismo día, esperamos a mamá sentados en la mesa, ansiosos de su deliciosa cena, estábamos pacientes.

Después de algunos minutos mamá no llegó a salir de la habitación, preocupados mi hermano y yo nos miramos, y como niños pequeños que peleaban por conseguir un juguete a lo lejos, corrimos.

Abrimos nuevamente la puerta, y el aroma que perduraba dentro de su habitación seguía ahí, fresco.

Caminamos a paso lento, la madera crujía al caminar sobre ella.

Miré a mamá sobre el hombro, parecía relajada, pero, se veía pálida, siempre fue blanca, muy pálida pero, tenía algo diferente esta vez.

Dope.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora