El chico del Seven Eleven

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Oneshot: el chico del seven eleven

Amalia se encontraba en la sección de bebidas, observando disimuladamente al chico del seven eleven, al cajero, como usualmente lo hacía a las 6:30 todos los días, desde que el captó su atención.
Tomo una soda de cereza, y la arrojó en la cesta que llevaba colgada en el brazo.
Entonces recordó la primera vez que lo descubrió, por así decirlo, pues ella pensaba que había encontrado un tesoro en su mirada aquel día.
Había salido tarde de su instituto, y estaba lloviendo a cántaros afuera. Tubo que tomar una desviación en su usual camino, debido a que tenía que esperar a su hermana en un seven eleven (tienda de conveniencia) de la zona porque está le entregaría las llaves de entrada a casa, ya que llegaría tarde por el trabajo.
Casi empapada entro al establecimiento, con los castaños cabellos pegados a la cara por la humedad y el uniforme todo estropeado. Se dirigió a la sección de bebidas para comprarse su gaseosa favorita, soda de cereza.
Se sentía tan frustrada por la situación que se regaño mentalmente por no haber hecho caso a su hermana esa mañana que le advertía que tome la sombrilla, pues el cielo se veía obscuro.
Tomo la soda y siguió observando en que lugar podría encontrar una sombrilla la cual podría comprar.
Entonces alguien tocó su hombro para llamar su atención. Ella sin mucho interés volteo, pero se encontró con un pecho masculino, por lo que tuvo que alzar la mirada, y encontrarse con los ojos más bellos que jamás había presenciado en su joven y limitada vida de colegiala. Ante ella se encontraba el chico más apuesto y resplandeciente que jamás había visto, ni siquiera los chicos de su instituto habían logrado captar su atención de esa manera. Se quedo unos segundos embobada por su presencia, hasta que callo en cuenta de algo.
lastimosamente el se veía mucho mayor que ella, tal ves sería universitario, y ella apenas estaba cursando el segundo año de bachillerato. No pudo evitar observarle por unos segundos que parecían horas a los ojos de el, que la miraban sin una pizca de emoción.
— disculpa, si lo que buscas es una sombrilla para refugiarte de la torrencial lluvia, temo decirte que se nos han acabado.— aclaró con una voz tan profunda y apagada digno de todo joven universitario despreocupado.
El corazón de la joven no pudo evitar tintinear más fuerte al sentir como su ronca voz se colaba por sus oídos.
Amalia aún perdida en sus almendrados ojos, asintió  algo aturdida. El joven lucia tan apuesto con el azabache y espeso cabello  desordenado y el casual uniforme de trabajo que traía puesto sobre su apenas bronceada piel. Una de sus orejas estaba perforada por un arete de argolla de plata. Tenía un estilo y rostro incomparables, único, que por lómenos a ella ( y no dudaba que a muchas más) la vislumbraba y apetecía.
— Esta bien, no importa, ya llegué aquí sin sombrilla.— dijo apenas con voz algo temblorosa.
El asintió despreocupado.
— Ok, sentimos no poder ayudar al cliente en estas situaciones—  dijo como si se lo hubiera aprendido de memoria y lo dijera con frecuencia.
Entonces se había dado cuenta que no había sido por amabilidad del joven, que en su gáfete, traía escrito en imprenta, un nombre que ella nunca había tenido oportunidad de toparse antes, Donghae.
Ella asintió, y él se alejó casi de inmediato al puesto de cajero que atendía antes, y que ella no se había dado cuenta al entrar.
Su hermana vino después de unos minutos mientras ella seleccionaba cosas que debía comprar para su despensa, sin poder evitar darle uno que otros vistazos al joven. Su hermana se fue en el mismo instante que le entregó las llaves pues tenía que volver al trabajo enseguida.
Vacilante fue al mostrador, a pasos lentos e indefinidos, con la mirada puesta en el suelo.
Donghae se encontraba leyendo una revista sentado de lo más cómodo en su silla. Ella puso sus compras en el taburete y se aclaró la garganta para llamar su atención.
El apartó la mirada de su revista y la miro unos segundos antes de ponerse en pie, para atenderla.
Ella estaba tan nerviosa, le sudaban las manos, y se sentía como una estúpida adolescente enamorada, algo que no se podía negar. Y el por su parte, tan tranquilo como el viento.
— Son $15.50— le espetó el joven mientras ojeaba  su revista de autos ultimo modelo.
Ella los saco de su billetera y se los entregó, y no pudo evitar sentir la electricidad que le produjo haber chocado los dedos con el.
Ella ya con sus fundas de compras en las manos, estaba dispuesta a marcharse del establecimiento, pensando en cómo podría volver a verlo, cuando alguien la detuvo por el hombro.
— Disculpa, note que aún sigue lloviendo, y yo tal ves no use mi sombrilla, ya que trabajo hasta tarde y parara de llover a esa hora, por lo que puedes utilizarla. También  puedes quedártela, es desechable.— Donghae se pasó una mano por el sedoso cabello, y sin mucho interés le tendió la sombrilla para ofrecérsela, sin contacto visual.
El corazón de ella dio un vuelco, pero se volvió hundir  en decepción al pensar que podría ser un tipo muy amable, que hacía eso con frecuencia con las personas necesitadas, o tan solo lo hacía para, " ayudar y satisfacer al cliente". Pero aún así, no pudo deshacerse del sentimiento desbocado que había recurrido en ella, por la única razón de que había tenido la suerte de ser ayudada por el. Aunque no sabía exactamente porque se sentía tan contenta cuando lo veía, pues él no había hecho nada para causarle tal oleada de sentimientos.
Por lo que desde ese momento, no pudo evitar desviarse del camino a casa, para pasarse por el seven eleven a la misma hora que lo conoció, durante los 3 siguientes meses, no podía borrarlo de su mente. Ese era su secreto, el chico del SEVEN ELEVEN.
En ese corto periodo de tiempo y a su inexistente proximidad, -pues ella se limitaba a observarle y el a agradecerle luego de su compra- había recopilado algunos datos del joven: su nombre completo era Lee Donghae, trabajaba de lunes a viernes horario de 5:00 a 7:00 pm y  los sábados temprano desde las 10:00 am hasta las 11:30 am. Le gustaba fumar, y ojear revistas deportivas, de autos, escuchar música y sorprendentemente leer literatura de ciencia ficción mientras estaba en su trabajo.
Lo sabia puesto que había escuchado de los demás escasos empleados que se presentaban y también no podía quitar los ojos de encima de él. Y esa tarde no fue la excepción.
Procedió a tomar otra lata de soda de cereza para dársela a su hermana cuando volviera a casa y volvió a alzar la mirada para echarle un vistazo al joven, sin embargo su tintineo fue interrumpido por la chica que se veía de la misma edad que el, con short cortos y una camisa negra. hablaba efusivamente con su chico del seven eleven. Y lo que terminó con su desgracia fue ver cómo éste le respondía de la misma manera, con algo que ella nunca había admirado antes en el. Su sonrisa, le quitó el aliento y le apretó el corazón en un puño, pues aquella sonrisa no iba dirigida para ella.
Soltó la canasta de las compras y las apartó. Con la cabeza gacha, pasó al lado de su desdicha, sin darles un último vistazo, las puertas eléctricas se abrieron, y antes de que pudiera salir por completo, la suave y profunda voz le llego a los oídos " gracias por su visita". Pero esta ves su tono era jocoso y estaba siendo distraído por alguien no por sus libros.
Sin siquiera darse la vuelta, siguió su camino, pensando que su comportamiento y sentimientos que la habían agolpado hace unos segundos habían sido infantiles. No lo conocía al joven, y el apenas y la había mirado. Ella lo sabía pero no podía perder las esperanzas de que esos almendrados ojos se fijarán en ella; por eso arreglaba su apariencia antes de su visita a la tienda de conveniencia.
Los 10 días siguientes ella se negó a volver a verlo. Pero su corazón había extrañado tanto su presencia que al 11 día no pudo evitar volver. Había vuelto del instituto  a su casa temprano, con la sonrisa de Donghae impregnada en su memoria y le tomó unas horas decidirse en volver al Seven Eleven. Había decidido confesarle su amor, a un desconocido. O por lo menos entablar una conversación verdadera que no implicará precios.
Salió de su casa con la lluvia azotando contra el asfaltado suelo. Como cuando lo había conocido.
Tomo el paraguas que Donghae le había dado aquella tarde en que lo conoció. Al salir del todo a la calle, abrió la roja sombrilla y dejó que las gotas de agua se escuchen rebotar sobre la tela de esta.
Sabía que la sombrilla era desechable y que Donghae le había dicho que podía botarla, pero ella se negó a hacerlo, luego de pensar que el se la había ofrecido.
Corrió lo más rápido que pudo a la tienda de conveniencia, salpicándose las deportivas con los charcos de agua que se iban formando. Eran las 6:55 y él se marchaba a las 7:00.
Cuando llegó a la entrada, soltó el aliento que había estado conteniendo durante todo el camino, su pulso estaba acelerado y su corazón desbocado.
Se puso los mechones de su larga y desordenada cabellera detrás de las orejas, y se acomodó bien su casual vestido de verano.
Entonces entro. Las puertas eléctricas se abrieron y el aire acondicionado le acarició el rostro. Dejó la sombrilla en el cesto de sombrillas para disposición de los clientes.
Alzo la mirada y lo que primero hizo fue buscar el rostro que su corazón gritaba con desesperación. Pero ¿dónde estaba el? Miro su reloj y marcaban las 7:01 pm. No lo había logrado, había llegado tarde. Se quedaría un día más sin poderle apreciar de cerca, sin escuchar su cálida voz agradeciéndole por su compra, ni sentir su electrizante tacto al entregarle el cambio. Perdería la valentía que había reunido esa tarde para confesarle su amor.
Camino de vuelta a la entrada, con pesadez y tristeza en el alma. Jamás podría conocerle a profundidad. ¿Porque un chico universitario como él se fijaría en una estudiante de bachillerato?
Era estúpida su ilusión.
Salió del establecimiento con su sombrilla en la mano, que casi la olvida por estar sumida en sus pensamientos.
Sin muchas ganas abrió la sombrilla y siguió su camino protegiéndose de la helada lluvia debajo de esta. Giró hacia el callejón que tomaba como atajo, cercado por los jardines y casas pintorescas de la zona.
Amalia no pudo evitar soltar una lagrima, seguida de otras más, que se vio forzada a limpiar enseguida por lo que tenía en frente.
Donghae estaba recargado en una pared, protegiéndose de la lluvia con un techo sobresaliente de el portal de una casa. Tenía una mano metida en su bolsillo y con la otro sostenía su cigarrillo con sus dedos  mientras le daba una calada y sostenía una funda al mismo tiempo. Miraba un punto fijo en el suelo y parecía aburrido. ¿Estaba esperando a alguien? Pues eso parecía.
El corazón de Amalia no pudo evitar saltar desenfrenadamente. Estaba frente suyo, el uniforme de cajero era remplazado por una ceñida camiseta blanca, y tejanos ajustados con agujeros en la zona de las rodillas y botines negros.
Su estómago dio un vuelco al ver cómo los ojos del joven se encontraban con los suyos. Ella se había quedado helada. Solo podía escuchar la lluvia caer a su alrededor. Segundos después ella reaccionó.
¿Que debía hacer en ese momento?
El muchacho de cabello azabache le seguía manteniendo la mirada, lo que la puso más nerviosa. Nunca la había admirado más de 3 segundos.
Avanzó unos pasos a su dirección con la cabeza gacha y el corazón desbocado sin saber que estaba a punto de hacer o decir.
— H-hola—. Dijo en un susurro audible para el cuando estuvo más próxima al joven.
— Que tal— respondió el buscando  la desviada mirada de la joven.
Hubo unos segundos de silencio donde solo se escuchaba el repique de la lluvia.
Ella reflexionó. ¿Él estaba al tanto de quién era? Por qué si no fuera así, estuviera muy extraño que una desconocida se acercara a él para hablarle en un día lluvioso.
— S-soy una clienta frecuente en el Seven eleven en el cual atiendes— Aclaró Amalia.—  v-voy todas las tardes porque me queda de paso.
— Lo sé, te eh visto antes, eres la chica que compra especialmente soda de cereza todas las tardes.— se enderezó de dónde estaba recargado y apartó el cigarrillo de sus labios sin darle una calada. Como siempre su voz sonaba decaída pero fuerte a la ves.
Las mejillas de Amalia se tiñeron de rubor. ¡El estaba al tanto de su visita todas las tardes! Eso la había emocionado.
Asintió sin mantenerle la mirada por mucho tiempo pues estaba muy tímida en esos momentos.
— Y-yo vine a regresarte esto!— le tendió el paraguas exponiéndose a las heladas gotas de lluvia.
Era lo único que se le había ocurrido en esos momentos para no quedar como una tonta. Además él obviamente no llevaba paraguas esa tarde.
El muchacho la examinó con la mirada unos segundos antes de sacar una mano del bolsillo  y tomar el mago de la sombrilla para proteger a la muchacha de la lluvia torrencial.
— Esta bien, yo puedo arreglármelas solo, además dije que podías botar la sombrilla.— le dio una última calada al cigarrillo y lo aventó al suelo sin a vérselo terminado.
— N-no, insisto, me ayudaste la última ves, por lo que quiero devolverte el favor—. Se encogió de hombros y le tendió la sombrilla nuevamente.
Hubo un momento de silencio y luego le pareció oír algo. Le pareció escuchar una leve risa. Levantó la mirada y se topo con algo maravilloso. El joven frío que siempre la atendía todas las tardes estaba brindándole una sonrisa y una ronca risa.
— ¿Siempre eres así de terca?— pregunto Donghae levantado una ceja.
— No, pero esta situación lo requiere— vacilo en decirlo pero lo hizo.
Por fin estaba teniendo una conversación que no implicará gastos, marcas ni precios.
— Ok, que te parecen estas opciones: dejas que compartamos la sombrilla, y que te acompañe hasta tu casa para que ninguno de los dos se moje y luego me devuelves la sombrilla, o dejas que yo me valla sin sombrilla.— declaró el joven.
Amalia repaso lo que le había dicho.
— C-creo que está bien la primera opción, pero...no estás esperando a alguien?— pregunto tímida la joven mientras recordaba a la chica de la otra ves y cuando hace unos minutos estaba recargado en una pared como si esperara algo.
— Tranquila, ya la encontré— dijo casi en susurro sin mucho interés.
¿A qué se refería?
Donghae tomó la sombrilla de las manos de Amalia rozando sus dedos y se acercó hasta rozar sus hombros por la proximidad.
— ¿Para qué dirección es tu casa?—. Pregunto sin importancia.
— Es dando la vuelta por aquí y luego a unas 5 cuadras.— hablo la joven con timidez pero con el corazón emocionado.
Caminaría bajo la misma sombrilla que el chico del Seven eleven, Donghae.
Durante los primeros cinco minutos hubo un silencio sepulcral. Lo único que se oía era el compás la lluvia cayendo sobre el asfalto. Iban a pasos lentos y coordinados. Amalia miraba hacia el suelo vacilante de iniciar una conversación.
<< Vamos Amalia, inicia una conversación. >>
Pensó ella misma mientras un nudo de preguntas se formaban en su mente.
—Tu nombre... como te llamas?—pregunto el casi en un suspiro.
—A-Amalia.—contesto alterada por la situación.
— Nunca lo había escuchado antes...lindo nombre.— dijo mientras asentía con las cejas inclinadas. Un cosquilleo recorrió a Amalia por la felicidad de su cumplido. — Tu ya sabes el mío verdad? Creo que lo has visto en mi gáfete en el trabajo.
Asintió con algo de timidez y preguntándose si él se hubiera alguna ves fijado en sus miradas.
— Y ¿A qué instituto vas?— pregunto de pronto Donghae, cortando sus pensamientos.
— Voy al instituto Russo en segundo año de bachillerato, queda algo lejos de aqui— Mencionó su instituto mientras pateaba un guijarro que se encontraba en el suelo.
El asintió y volvió a meter las manos en sus bolsillo.
— ¿ y tú? Parece que ya saliste del instituto, ¿vas a la universidad?— pregunto curiosa por el dato.
— si, voy a segundo año y estudio leyes en la universidad—. Respondió sin mucho interés. Ella se sorprendió, pues su aspecto no concordaba con alguien que estudiará leyes.
— ¿ Cuántos años tienes?— salió de la boca de Amalia sin meditarlo antes. Se ruborizó por su soltura.— Lo siento, no quiero ser entrometida— se disculpó la joven.

&lt;&lt;El chico del SEVEN ELEVEN&gt;&gt; (DongHae) ~oneshot~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora