Judas

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  He aquí al traidor. A la rata inmunda que cuelga en un árbol. He aquí al enfermo, al loco, al bastardo repulsivo, a aquel que ha sido rechazado hasta por el mismo Jehová. He aquí al asesino, a aquel que le escupió la cara al hijo de Dios.
¿Su nombre?, su nombre da lo mismo. Esa mañana se levantó con una idea en mente, con una idea siniestra, dispuesto a terminar con un trabajo ya escrito. Entregaría a sus seres amados, los vendería por unas cuantas monedas de oro y un par de diamantes.
Ni siquiera se acuerda como apareció aquel hombre en su puerta. Tenía una bolsa con cosas que le interesaban profundamente. Se las ofreció a cambio de su familia, y él, adormecido por una depresión constante, en donde ya no amaba a su esposa como antes, producto de los muchos engaños de ella, y tampoco amaba ya a sus hijos, porque cada vez que los veía le recordaban las caras de otros hombres, decidió algo radical. Aceptó las monedas, se trago las lágrimas, y ni siquiera pensó en el remordimiento.
- Son tuyos, haz lo que quieras. Después de esto escaparé lejos, me iré de esta ciudad maldita, este país asqueroso en donde no hay nada. Para mí, ya no hay nada...
El hombre frio, vestido de negro, con unos lentes oscuros, ingresó a la casa.
Los hijos corrían desesperados, como lo hacen las hormigas del agua. La mujer, asustada, intento atacar al asesino.
Pero el hombre de negro era más fuerte. Con una inyección la adormeció, mientras iba por los dos más pequeños.
Los sometió a dulces torturas, mientras el traidor padre observaba consternado.
A la mayor la violó hasta que se cansó, y no satisfecho con eso, decidió enterrarle un cuchillo en sus partes íntimas, hasta sacarle los intestinos por el ombligo.
Al menor, lo trozó parte por parte, hasta que pudo meterlo al horno de la cocina y rostizarlo. Una vez que estaba listo el delicioso platillo, se lo dio de comer a la adormecida y atada madre.
La obligo a tragar los pedazos de su pequeño retoño de un año, durante varias horas.
El padre seguía observando. Pero un crujido en su alma, lo había hecho cambiar. No podía soportar semejante masacre.
Quería arrancar, lanzar lejos los diamantes y el oro, quería pedir ayuda.
El tipo despellejó a la esposa, lentamente, con un afilado cuchillo. Saboreaba cada una de sus partes, jugueteando con los cueros sangrantes de aquel ser que ya casi no parecía humano.
La dejó así, agonizante, mientras decidió sodomizarla cruelmente con un fierro caliente. Tripas, colón sangrante se adherían al metal, mientras el padre seguía sin poder creer lo que veían sus ojos.
Una vez que el asesinato estuvo concluido, el hombre de negro se acercó al padre traidor.
- Ha sido delicioso. Espero pronto te busques otra familia para poder hacer lo mismo. Estaremos en contacto. Eres un buen hombre, hiciste lo correcto. Me encargaré de enviar a alguien para limpiar este desastre –sonrió el asesino, antes de abandonar la casa.
El padre traidor no fue capaz de ejecutar mueca ni palabra alguna. Estático, shockeado, con salpicaduras de heces y sangre en la piel, sentía como si un auto lo hubiese arrollado.
Ahí en el piso, los restos de lo que era su hogar, aquellos que le cobijaban cuando se sentía solo, aquellos hijos que muchas veces le hacían sonreír.
Corrió desesperado, fue a la cocina a buscar la manera de arrancarse la vida. Y como una escena dulcemente macabra, al abrir el refrigerador para arrancar el cuchillo de un pollo que aun esperaba a quien se lo engullera, encontró un enorme pastel con la lectura:" te amo Judas, feliz cumpleaños. Siempre tuya, Elisa."
Cartas de sus pequeños pegadas a la puerta del refrigerador, dibujando a la familia, con un sorpresivo: "te amo, papá". "Eres mi héroe".
Mi héroe.
El traidor no pudo soportarlo y se azotó la cabeza contra el piso. Gritaba desesperado. Pero las voces de los ángeles retumbaban en su cabeza: "asesino... asesino..."
Asesino.
Traidor.
Mátate. Mátate, Judas.
Vendiste a los hijos de Dios.
El padre busco una soga, busco una viga, busco una silla, se subió y se amarró.
Los ángeles seguían clamando.
- Muy bien Judas, pobre Judas...
Pobre Judas. Pobre y patético Judas. Buscando amor en otras mujeres, mientras que tenía en casa a la mejor de todas. Pobre y asqueroso Judas, pobre enfermo Judas.
La lengua ahora ya te llega al piso, ahora te balanceas como una piñata de carne.
Y los diamantes y monedas de oro con los cuales pensabas escapar del país, yacen tirados en el suelo, junto a las heces y la sangre de los que alguna vez amaste.  


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⏰ Última actualización: Dec 05, 2015 ⏰

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