Eran las cinco de la mañana. Fernando Villanueva dormía tranquilo, sin imaginar lo que estaba por suceder. Sus días eran tan similares que nada hacía presagiar que aquel 1 de mayo de 2010 algo transformaría su vida.
Fernando era cadete de la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea del Perú y cursaba su tercer año como aspirante en la Base Las Palmas, en Lima. Joven, alto, de ojos negros; tenía una sonrisa alegre y despreocupada, como si nada de lo que sucediera fuera importante. Lo que más extrañaba, como él solía decir, era dejar crecer su ondulado cabello negro, el cual había sido cortado al rape cuando ingresó a la FAP.
Fernando soñaba que piloteaba su avión en el espacio, como si eso fuera posible. Estaba a punto de llegar a la Luna, cuando un chorro de agua le cayó en la cara y lo hizo levantarse de inmediato.
—¡Despierte, cadete!
Fernando se atragantó y empezó a toser, razón por la que le cayó otro chorro de agua.
—¡Despierte, cadete! ¡Despierte! ¿Qué hace usted durmiendo?
Se levantó con rapidez para que no lo volviesen a mojar y se paró frente al oficial García. Se llevó la mano derecha a la sien. Miró por la ventana, el cielo estaba aún oscuro. Al frente, el oficial lo miraba con malicia, parecía que quería reír.
—¡¿Usted no tiene práctica aérea hoy?!
—¡Sí, señor!
—¡Entonces!, ¿por qué no está preparándose?
Los dos sabían muy bien que a esa hora podía seguir durmiendo. Miró directo a los ojos de García, quería golpearlo, mas debía contenerse. Su superior buscaba alguna excusa para bajarlo del avión, y él no le daría ese gusto.
—Sí, señor —las palabras apenas salieron de su boca.
—¡Apúrese! ¡Quiero verlo afuera, ahora! —dijo finalmente el oficial, y se dio media vuelta.
Fernando miró a su alrededor, todos sus compañeros se habían despertado y estuvieron escuchando.
—Jamás te vas a librar de García —le dijo Manuel, quien dormía al lado. Este era flacucho, tenía los pómulos tan salidos como una calavera. Él también tenía práctica, aunque nadie le había echado agua para que se preparase—. Anímate, hoy nos toca volar los Mig-29.
Solo en dos oportunidades había piloteado esos aviones. Él estuvo pensando en eso toda la noche antes de quedarse dormido, probablemente por ello había soñado que viajaba en el espacio. Lo único que le gustaba de su vida militar era volar. Se sentía libre, imparable. Esa idea lo animó y empezó a cambiarse.
—Tienes razón —contestó, mientras bostezaba.
—Tal vez después de hoy reconsiderarás lo de darte de baja —dijo su amigo, buscando en Fernando algún gesto que confirmase su idea.
—No lo creo —murmuró Fernando mientras terminaba de amarrarse las botas. Era cierto, le encantaba volar, pero la decisión de dejar la Fuerza Aérea estaba tomada. Dos años atrás, cuando terminó el colegio, pesó más su obsesión por los aviones que su rechazo por la disciplinada vida castrense. Ahora estaba desilusionado, no soportaba estar encerrado, mucho menos tener que respetar a sus superiores, sabía que su vida en la FAP no tenía futuro.
—Es una pena... vas a ver, te aburrirás en la universidad —dijo Manuel, arrastrando las palabras. Su amigo constantemente intentaba hacerlo cambiar de opinión, pero cuando Fernando decidía algo, nadie podía persuadirlo.
—¿Qué vas a estudiar? —empezó a preguntar Manuel cuando iban a salir al patio.
—No tengo idea.
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El planeta olvidado: I La liberación
Science FictionEn pleno siglo XXI, la Tierra vive ajena de lo que sucede en el universo; sin embargo, una federación de planetas decide que es el momento de informarle a nuestro planeta lo que ocurre a su alrededor e incorporarla a esta organización espacial. Para...