Hoy es martes. El peor día de la semana. Hoy tengo clase de matemáticas por la tarde y no soporto a la profesora. No le deseo ningún mal, pero tampoco soy fan de que siga respirando.
-EMMA! Despierta tía que estás en las nubes.
Esta es Lara, mi mejor amiga. Odio esa manía que tiene con llamarme "tía". No para de decir que tengo problemas con escucharla. No son problemas, simplemente es que suelta tanta información a la vez que es imposible pillar todo lo que dice.
-¿Pero me estás escuchando?
-Lo siento, es que no paro de pensar en ese "4" de matemáticas.
-Yo me conformo con el 3... Anda, atiende. ¿Vas a venir con las chicas y conmigo hoy por la noche?
Era martes y mi madre no me deja salir por la semana. Dice que con diecisiete años me tengo que centrar en el instituto. Tampoco tenía muchas ganas de ir con Lara y sus pijiamigas.
-Paso. El viernes si tal.
-Okay...
-Como vuelvas a decir "okay" te tragas el libro de inglés. -Lara se ríe.
Ella siempre me llama borde. Yo no soy borde. Sólo sincera con las mierdas que dice Lara que me sacan de quicio.
-Que borde que me saliste tía...
-Enhorabuena.
El timbre suena. Yo sólo cierro los ojos y pienso en la de matemáticas.
-Venga Emma, subimos ya que te va a echar la bronca la Srta. Lancaster.
Ya ves que nombre. Srta. Lancaster. Si con eso ya dice que es una pesada de cuidado. No es que no me gusten esos nombres pero como ella, con esa cara se llama así, cada vez que dicen "Lancaster" pienso en un mono.
-Va venga, Emma. Nos vemos a la salida. Venga chao. -Me dice guiñándome un ojo y dirigiéndose al aula de lengua.Cuando entro en el aula, lo único que veo es a mi pupitre diciendo "Hola guapa, ven y abúrrete".
Nada más dejar las cosas, entra en la clase la Srta. Lancaster, y siguiéndole, entran un pelotón de alumnos.
No me había dado cuenta pero, antes de que entraran todos, no estaba sola.
En la esquina de la clase había un chico oscuro. Sus pantalones eran negros y tenía una camiseta azul marino. Su pelo era marrón oscuro, tan oscuro, tanto que incluso se apreciaba un negro pálido. Aún que es difícil de observar, después de esa enorme mata, se encontraban unos tiernos ojos azules. No reconocía su rostro. Sería un nuevo alumno...
-Emma Willson -que manía con llamarme por mi nombre completo- ¿Me puedes decir la respuesta del problema 68? ¿Justo la que te acabó de preguntar unas cuatro... Cinco... Seis veces?
MENUDA PESADA.
-No lo sé.
-Emma Willson. -"que te calles" pensé.- Si quieres subir nota debes atender. -"Guay por ti, felicidades payasa" me daban ganas de decirselo a la cara.Cuando tocó el timbre y por fin salíamos de aquella maldita clase, no pude evitar mirar al chico otra vez y sin darme cuenta lo seguí.
Se dirigía hacia un pequeño jardín deshabitado, a las afueras del instituto, que parecía tener más años que mi abuelo.
Le seguí sin que él se diera cuenta.
Se sentó en un banco rodeado de margaritas al lado de una fuente seca.
- ¿Quién eres? -dijo su dulce voz.
Parecía estar hablando con alguien. Me escondía más para que no me viera.
-No te escondas, en serio. Se que estás ahí.
Me encanta su voz.
Vuelvo a mirar en el banco para observar sus brillantes ojos. Pero ya no está. De repente mire para atrás y me encontré con sus intensos ojos mirándome y su boca sonriéndome.
Pegué un grito y me alejé.
- ¡Pero tío! Que casi me matas del susto. ¿Por qué lo has hecho?
- ¿Por qué me has seguido tú? -Respondió él.
-Perdonadme... Yo... Sólo quería ver tus ojos de cerca.
El me sonrió.
-Pues estarás contenta. Acabas de pisar mi sitio sagrado.
-¿Tu sitio sagrado? ¿Que te crees? ¿Que esto es tuyo?
Él volvió a sonreír, pero esta vez me guiñó un ojo.
-No se, tal vez sí. Será por que los chicos de mi edad prefieren irse de botellón que estar en un "aburrido", que para mi es entretenido, jardín de margaritas. Pero era mi sitio secreto, y es una pena que ahora que lo conoces tenga que ser "nuestro" jardín de margaritas.
-¿Insinúas que porque te halla seguido tiene que ser "nuestro" jardín de margaritas? Ja...
Cogí mi mochila y caminé hasta la salida de aquel jardín.
Me agarró su brazo.
-Espera. Quiero saber tu nombre.
Tiré de mi brazo para que me soltara y lo hizo.
-Por favor. -Insistió.
-Me llamó Emma Willson.
-Encantado Willson.
-¿Pero tu no escuchas? Emma Willson. Todo el mundo me llama Emma.
-¿Me ves cara de mundo? -dijo riendose.- Emma es muy común para alguien especial.
-Pues vale. Muy bien. -Respondí extrañada.
Me fuí. Pero antes de salir escuché:
-Adiós Willson.
Le hice un gesto con la mano. Él me sonrió. Y por primera vez yo le sonreí a él.
Me encanta su sonrisa. Aún que no lo parezca, me encanta todo él.