Sangre Sobre Nieve. [Editando]

Capítulo 5

"Lo sé." Aquella respuesta había sido de lo más lamentable, sin duda, y Viktor creía que sería descubierto por ello. Sin embargo, el rostro ajeno expresaba curiosidad, más que confusión. El otro creía en su fama, aquello le daba una oportunidad al zaunita de reparar el tremendo error. Debía pensar rápido pero, pese a que en su terreno era la mar de hábil, en cosas como aquella su mente se estancaba. ¿Qué se suponía que tenía que decir?

—No es que te conozca, claro. Simplemente he oído hablar de ti. —A medida que hablaba su voz iba sonando más baja, como si no quisiera ser escuchado.

Bueno, realmente no quería ser escuchado. Aquello era tan solo el primer día, ni siquiera había comenzado la cena y ya se encontraba en aquella situación. Quizá habría sido capaz de disfrutar de Piltover como años atrás de no ser por la compañía que se le estaba brindando, pero lo ocurrido le estaba trayendo solo malos recuerdos.

Realmente odiaba aquello, sobre todo la sonrisa que el otro forjó y le dedicó, como si tuviese que resultarle reconfortante.

—¡Claro, era obvio! ¿Quién no ha oído hablar del héroe de Piltover? —Se señaló a sí mismo con una mano, orgulloso.

—El héroe. —Murmuró Viktor como respuesta, casi de forma inconsciente.

Por supuesto que Jayce era un héroe, el héroe de los ignorantes. El héroe de aquellos que se lavan las manos cuando la injusticia está fuera de sus propias murallas. El héroe de la escoria, que además se había encargado de dejar bien claro quién era el villano. Aquello era para él, un horrible antagonista sobre el cual alzarse.
Bueno, no era nada nuevo. Comenzaba a acostumbrarse a ignorar los intentos heróicos del otro, que por alguna razón estaba convencido de que Viktor compartía aquella fijación.

El zaunita terminó por resoplar, cansado, y escondió un poco más el rostro en aquella bufanda. Terminó por hacer lo mismo de siempre, ignorar la necesidad de atención ajena, pero se sentía como tener un enorme perro al lado esperando que le lanzasen el palo. Lo mismo de siempre, todo era bonito con Jayce hasta que algo no le gustaba; entonces se daba la vuelta, se volvía horrible.

El mal humor, las miradas de desprecio y asco que sintió cuando todo ocurrió, el ver cómo un compañero al que admirabas te convertía en un monstruo a sus ojos. Todo aquello trataba de volver a la mente del zaunita, que finalmente logró echarlo atrás para volver a centrar su atención en la nieve sobre los edificios.
Sí, definitivamente aquello se le hacía extraño pero relajante. Además, era prácticamente imposible que la nieve alcanzase los niveles bajos, que llegase a Zaun. Llevaba tanto sin ver algo como aquello en lugar de decadencia que no sabía ni cómo sentirse al respecto.

Una discreta, o por lo menos para lo que es su tono normal, carcajada de Jayce logró llamar la atención del zaunita una vez más, ¿con qué saldría en aquella ocasión? ¿Qué le hacía tanta gracia? Aquella risa daba ganas de golpearle en la cara.

—No termino de ver por qué tan entretenido para ti ver cuatro copos de nieve en los tejados, pero creo que empiezo a entender la situación. —Su voz sonó calmada, como si buscase un tono bajo.

Viktor habría apartado la mirada de él una vez más, pero algo lo impidió. Se vio atrapado en la mirada del otro, que se clavaba en el zaunita de una forma dulce, suave. Pese a creer que hacía aquello a propósito, como si fuese otra de las jóvenes a las que engatusaba, no era capaz de apartar la vista. El azul de aquellos ojos le había mirado con desprecio durante tanto tiempo que ya apenas recordaba el afecto que podía llegar a ofrecer.

Pero finalmente logró reaccionar, carraspeando para despertarse un poco a sí mismo y apartando la vista de forma nerviosa. Tras aquel corte a los segundos en silencio, el de Piltover habló una vez más.

—Blanco como la misma nieve, sí que tiene algo encantador.