El tiempo pasaba y mi corazón esperaba con la paciencia de los mares y el recuerdo del olvido. Pocos son los motivos que me quedan ya para recordarte. Me odio. ¿Cómo algo tan puro puede desaparecer? Así, sin más.
Como siempre, me encuentro debajo de las cobijas, abrazando una almohada que tiene grabada mi cara en lágrimas, y me las seco, grito con furia que no vales la pena ni una más, me levanto, me dirijo al baño sin prender las luces, me lavo la cara y regreso a mi habitación, corro las cortinas y me asomo por la ventana, la ciudad sigue ahí, en pie, la lluvia cesó, el sol se ocultó y todo lo que tenía para dar, me lo quitó ya quien suponía el merecedor de todo cuanto tuviese. Hora de dormir, suficiente tú por hoy.
Despierto desorientado, las sábanas intactas. No hay arruga alguna delate tu presencia. Supongo que no dormí con nadie anoche. Hora de intentarlo de nuevo. Hoy duermo con la muerte.
Mi día transcurre con normalidad, por que así lo quiero, intento sobrellevar esto como puedo. Aprendo que el 'buenos días' con una sonrisa despista a cualquiera. Paso desapercibido. Y así será siempre, por que así lo quiero. No me gusta que las personas sientan lástima por mí. No me gusta cuando sus miradas cambian por que saben algo de ti que los demás no. Repudio la confidencia entre amigos. Ellos siempre te fallan, ellos nunca están ahí cuando tu mundo se desmorona y necesitas una mano que te salve de caer al vacío. Por el contrario, presencian tu caída cual espectáculo de gladiadores en el Coliseo de Roma.
Los meses continúan siendo menos para que se acabe el año. Y de nuevo, veintidos días para tu cumpleaños. Después, doscientos diecisiete días para cumplir dos años 'juntos'.
Recuerdo que, con tu ayuda, aprendí a amar. Y fue esa misma ayuda, la que me llevo de la mano a través de un campo de rosas, ignorando mis extremidades cortarse al paso de tu indiferencia, quien me enseñó que el amor no es para todos.
Sin lágrimas en los ojos, te recuerdo. De la misma manera en la que un día te amé con todas mis fuerzas, creyendo haber encontrado un corazón tan destruído como el mío. Te olvido. Y es que no hay nada. Me odio. ¿Cómo algo tan puro puede desaparecer? Así, sin más. No entiendo qué papel juega el destino en esto, pero que hijo de puta puede llegar a ser.
Ayer lloraba, recuerdo sentarme en el borde de mi cama y mirar arriba, con una lágrima en las mejillas, y un cuchillo en la mano derecha que seguía cuidadosamente las venas de la muñeca contraria. Imploraba mis sentimientos de vuelta. Esa estúpida sonrisa con la que recibía tus mensajes. Ese brillo en los ojos que inundaba de felicidad la más destruída de las almas cuando tus muestras de cariño me hacían perder la coordinación motora.
Me entrego entero a la tristeza, envuelto en un manto de mentiras y falsas promesas, y parto. Allá donde quien siente es señalado, allá donde quien ama es repudiado. Y quiero volver a tu lado. Quiero sentir de nuevo esa barrera invisible custodiada de soldados imaginarios, protegiéndome a tu lado. Por que contigo no son necesarias las fuerzas. Por que sin ti, no hay fuerza que me fortalezca. Y ahora, todo se me sale de las manos, de nuevo. Los sentimientos que un día desbordaban mi alma, son los que ahora huyen de mi corazón herido.
Y tú sabes que esto es para ti, todo es para ti, no para quien se sienta identificado con mis letras. Por que siempre fuiste tú el que importó, al fin y al cabo, de qué me sirvió estar aquí, si siempre que volvías y te ibas, te llevabas contigo lo que sentía para no regresar con ello. Por un instante, pude saborear la felicidad, y comprender que envenena y purifica, que hiere y clarifica. ¡Y he ahí la cuestión! Sólo pueden amar los que se dan el lujo de sufrir para obtenerlo, pero yo ya sufrí por ti, por los dos, por una causa pérdida entre los recovecos de la injusticia y el desamor.
Nada, no siento nada. Me odio. ¿Cómo algo tan puro puede desaparecer? Así, sin más.
De nuevo me hallo aquí, en la oscuridad, donde mis relámpagos ya no iluminan mis penurias, aquí, en la oscuridad, donde mis truenos hacen eco entre las cavidades vacías de mi corazón. Me retiro de entre las cobijas y suelto la almohada, me siento enfrente del espejo, él siempre está ahí, eternamente distante, vacío. Si tan solo pudiese reflejar lo que siento por ti. Si mi alma, pudiese besarse con la tuya. Pero no, nada, no siento nada.
De repente me ardes, y te siento, y te apagas, y me duermo. Y recuerdo todos los instantes en que mi alma se sentía unida a algo. Todos los instantes en que un pensamiento tuyo navegando por mi mente, tornaban mis pómulos rojizos y mi respiración entrecortada.
Recuérdame como eso a lo que alguna vez te sentiste aferrado, yo te recordaré como lo único a lo que me aferré.
¿Sabes?, dicen que una vez experimentas el primer amor, los siguientes son sólo apurados intentos de olvidarlo.
Y quiero huir, con todas mis fuerzas, correr, sin mirar atrás, ya que no es allá donde me dirijo, allá estás tú, pero mis sentimientos se encuentran muy lejos de ti. Por primera vez soy yo el que anhela partir. Pero nunca regresaste, y nunca tendré el valor de marcharme.
Sé que el día en que volverás se acerca, una lápida en el cementerio no significa nada.