Los días posteriores a aquel debate que les cambió la vida fueron agridulces — tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez sabían que había un sentimiento dentro de ellos, que indudablemente era amor; pero ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso, ignorando los mensajes del otro por la noche y con la cabeza en otro sitio por el día. Todos los miembros de ambos partidos deseaban ya cortar con la tensión sexual presente entre ambos candidatos, tan palpable que podía cortarse con unas tijeras, para que pudiesen centrarse en la campaña de una vez. "No te pongas nervioso" aquella frase rondaba por la cabeza de Pedro desde entonces, repitiendo una y otra vez la voz del hombre que le había quitado el sueño, como su voz lo acunó durante el debate y como sus labios se curvaban en una sonrisa. Ah... lo que daría por besar esos labios mientras enterraba la mano en su coleta...
Por otro lado, Pablo Iglesias estaba en el Alcampo, dispuesto a renovar su repertorio de camisas; en un momento se descubrió a sí mismo pensando que camisa le gustaría más a Pedro, y aprovechando la ocasión, se acercó a la parafarmacia a buscar gomas de pelo, que la que tenía ya estaba dada de sí, no quería que nadie lo viese con el pelo suelto. Espera, ¿nadie? Sí, había alguien a quien podría mostrarle su propia alma y no arrepentirse de ello, era su Pedro... Mientras estos pensamientos le hacían enrojecerse (aún más), su móvil comenzó a sonar con el himno de la Internacional, devolviéndolo al mundo real de nuevo. Miró el número que salía en la pantalla, no lo tenía guardado.
-¿Diga?
-¡Hola Pablo! Soy Pedro —las piernas del coletas temblaban, no había vuelto a oír su voz desde el debate.— Te hablo desde un número nuevo, así que puedes guardar este. ... Pablo, ¿sigues ahí?
El corazón le latía tan rápido como si se acabase de sacar un selfie con Lenin, se le había formado un nudo en la garganta y era incapaz de articular palabra.
-¡S-sí! Sigo aquí, ¿qué querías? —respiró hondo, cogiendo soltura.
Pedro, al otro lado del teléfono, no dejaba de sonreír como un adolescente enamorado, le echaba de menos.
-Quería invitarte a mi casa esta noche para ver el debate entre Errejón y Garzón y comentarlo, ¿qué te parece?
-¡Estaría encantado! —casi gritó Pablo, produciendo la risa del otro—, perdón, me gustaría mucho. ¿Estaría bien a las 21:30?
-Sí, aquí te espero. Nos vemos.
Pedro colgó, consciente de que si mantenía la llamada sin colgar durante un segundo más, soltaría alguna burrada como "te quiero, Pablo" o "FreeAlbertRivera sacarla", y sabía que no se lo perdonaría nunca.
Pablo, ya en las cajas del Alcampo para pagar, no dejaba de pensar en la invitación. Era como un sueño hecho realidad, ahora solo faltaba reinstaurar la URSS.
[...]
Pablo se había duchado y hasta se echó suavizante del Deliplus en el pelo, y estrenando goma de pelo, se hizo una y otra vez la coleta hasta estar satisfecho con ella. Abrió el armario y sacando unos vaqueros y la camisa que se había comprado hoy, se vistió. Todavía quedaba una hora, así que entró en twitter para ver gifs de gatitos y más tarde en youtube, para buscar tutoriales de como hacerse coletas y teorías de dibujos animados.
Mientras tanto, Pedro en su casa cerraba sesión en twitter tras despedirse diciendo "ser malos, colegas". Se miró en el espejo una vez más, había elegido un look casual que vio en la Superpop de como conquistar a tu ligue. Era ya casi la hora, pese a que había conseguido controlar los nervios durante toda la tarde, cuando sonó el telefonillo del portal sintió como las manos le sudaban, como la boca se le secó y como sus movimientos se volvieron lentos y torpes. Dejó la puerta abierta, él esperando en el umbral, la espera se le hizo eterna; mas mereció la pena. El corazón se le paró cuando le vio salir del ascensor, con las greñas recogidas en la coleta más perfecta con la que le había visto nunca; la camisa, blanca y simple pero sexy, con los botones de la parte de arriba desabrochados y unos vaqueros azules. Y la razón de su muerte - estaba sonriendo, sonriéndole solo a él. Cuando estuvieron a la misma altura, se dieron un apretón de manos.
-¿Vamos dentro? —dijo Pedro mientras entraba. Pablo aprovechó para mirarle descaradamente el culo, pues estaba de espaldas.
Pedro estaba nervioso, era incapaz de distinguir una sola palabra de lo que Pablo decía, así que se excusó para ir al baño y se echó agua en la cara. Solo iban a ver el debate, no había razón para estar nervioso; pero estaban solos en su casa y estaba tan guapo... Respiró hondo y salió del baño, encontrándose a Pablo ya sentado en el sofá.
-Espero que no te importe —dijo este sonriendo, y el corazón de Pedro latió a mil por hora.
-No pasa nada, estás en tu casa —se sentó en uno de los sofás laterales.
Pablo chasqueó la lengua.
-Pedro, que no muerdo. Puedes sentarte aquí conmigo, desde aquí se ve genial la televisión.
Él, avergonzado, se levantó y se sentó donde su rival político le dijo, muy cerquita de él, y tenía miedo de que oyese cuanto le latía el corazón por su proximidad; sus brazos se tocaban, y mientras Pablo cambiaba de canal para ver el debate, Pedro deseó que el tiempo se detuviese en ese mismo instante. Ninguno de los dos rompió el silencio durante unos minutos, aunque rápidamente comenzaron a discutir debido al debate.
-Pedro, baja la voz —dijo Pablo, suspirando.
-PERO PABLO, ¿NO VES LO QUE ESTÁN DICIENDO?
-No grites.
-PAB- —no pudo acabar de hablar, pues rápidamente unos labios ajenos bloquearon los suyos, amoldándose contra sus labios con fuerza. Pedro cerró los ojos, intentando controlarse. El beso duró condenadamente poco.
-Un beso es la manera más fácil de hacer callar a alguien —dijo Pablo, sonrojado mas orgulloso.
Pedro, sin embargo, no iba a dejar pasar la oportunidad. Él siempre decía "ser malos, colegas", y eso es lo que iba a hacer. Pablo había encendido el fuego, sí, y era su turno avivarlo. Sin pensárselo dos veces, se aproximó al rostro del coletas y le besó de nuevo. Le pilló por sorpresa y trató de separase, consiguiéndolo finalmente.
-¡Pedro, ¿qué haces? Somos rivales! —dijo, todavía jadeando.
-Pablo —Pedro se puso serio de repente— te quiero, no tiene sentido que me siga mintiendo a mí mismo ni que te lo siga ocultando a ti. Estoy enamorado irremediablemente de ti.
El otro hombre se puso tan rojo como un soviético y el corazón le dolía. Jamás pensó que sus sentimientos iban a ser correspondidos, mucho menos por el hombre que le parecía inalcanzable. Se mordió el labio y cogiéndole de la mano dijo:
-Pedro Sánchez, yo también te quiero; pensaba que la política iba a separarnos, pero nuestro amor es más fuerte que eso. No me importa lo que puedan decir de nosotros; es más, voy a ponerte en mi biografía de twitter y nos pondremos iconos para compartir. ¡Quiero estar contigo, Pedro!
Al socialista no le hizo falta que le dijera nada más; volvió a besarle, esta vez la pasión haciéndose paso ante el miedo al rechazo que sufría anteriormente. Su mano llegó hasta la nunca de Pablo, quitándole la goma del pelo, quedando su pelo desparramado por el sofá. Se separó unos segundos de él para apreciar su belleza.
-Vaya, Pablo, sin coleta pareces otra persona, como Hannah Montana.
Pablo le agarró d la camisa para aproximarle a él de nuevo, besándose apasionadamente, bebiendo el uno del otro; mientras tanto, las manos de cada uno descubría en el cuerpo de su amante por debajo de la ropa.
[...]
Habiendo acabado en la cama de Pedro, Pablo apoyó su cabeza en el pecho de él, mientras que Pedro le besaba en la cabeza.
-¿Sabes, Pedro? Quizás no salgas elegido como presidente de España estas votaciones, pero siempre presidirás mi corazón (rojo) y mi coleta; y recuerda, siempre nos quedará instaurar una república bolivariana en el Alcampo.
Pedro lo miró con amor en los ojos.
-Hace tiempo dije que Bob Esponja era el líder de la TDT y que a mis hijos y a mí nos gusta. Rectifico, me gustas tú. Te amo, Pablo Iglesias.
-Y yo a ti, Pedro Sánchez.