13 - Atrapar, apretar, soltar, tirar y volver a repetir

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No me canso de ver la expresión de sorpresa de los vampiros cuando descubren que puedo ser tan rápido como ellos. E igual de fuerte. Es una mezcla entre el desconcierto, la indignación y el asco. No les gusta sentirse inferiores y menos ante criaturas tan indefinidas como yo.

En serio, parezco un colgado, un yonqui, un drogadicto que ni se esfuerza en respirar como un humano más. Sí, el hambre tiene sus estragos. El día que encuentren mi cadáver el tipo que haga la autopsia flipará, dependiendo de las condiciones en las que haya acabado, que seguramente serán poco higiénica y bastante viscosas. A veces tengo piercings en la cara que me quito cuando me aburro y se curan solos. Además de varios tatuajes en los brazos, ahora ocultos: de dos Huestes diferentes (una asimilada a la fuerza por la otra), de una prueba a mi valor, otra de la que avergonzarme (me la hice con quince años, mejor ni os la enseño) y una más que deja constancia de mi humillación eterna (o hasta que me arranque 'accidentalmente' ese cacho de piel, no sería la primera vez). Claro que cada retoque tiene sus consecuencias, algo que no me disgusta. Las cicatrices son parte de mí y de mi naturaleza metish, la prueba de que sigo creciendo y evolucionando, no como los muertos o mis hermanos, estancados bajo la misma apariencia hasta que se desintegren o se vean forzados a cambiar de disfraz, que caduca al siglo de usarlo, más o menos. O eso me dijo Mordekai.

A lo que iba, la vampira ya se imaginaba que yo era diferente y todo ese rollo místico de los mestizos, por eso no ha atacado en cuanto hemos aparecido. Sin embargo, ver cómo su chiquillo le pone los cuernos con su enemiga mortal ha sido la chispa definitiva.

Yo ya estaba delante de Diona, así que solo tengo que dar unos pasos al frente para encontrarme con Suka. Voy a placarle con el hombro, no permitiré que roce ni la esencia de la bruja, solo tengo que permanecer tieso como una roca y luego machacarle la cabeza. Parece sencillo, ¿verdad? Pues no lo es, y menos cuando la sanguijuela está cabreada. Muy, muy cabreada. Mierda, la hostia de cabreada.

Veo su puño, pero no logro esquivarlo a tiempo. Creo que mi mandíbula acaba de crujir y saboreo mi propia sangre. Auch, ha dolido. La muy puta. Se acabó, ahora soy yo el que está de mala leche. Escupo a la nieve embarrada saliva granate. Aprovechando que está tan cerca, alargo la mano y consigo apresarla a la primera, rodeando su cuello entre mi brazo y el pecho. Está claro que ella no esperaba que fuera tan rápido. No tanto como ella. Lo que os decía antes de la sorpresa y blablablá.

De reojo puedo percibir a cámara lenta cómo la bruja vacía al vampiro novato y cae a plomo frente a ella, completamente seco. Éste ya no resucitará más, os lo aseguro.

—¿Qué...

Suka masculla contra mi antebrazo. La vampira trata de escaquearse sin éxito, obligándome a apretar con más fuerza. Es una cabezota muy escurridiza. Hacía mucho que no me enfrentaba a una chiquilla rabiosa y esa idea me hace sonreír. Podría estar todo el día jugando con ella, aumentando y reduciendo la presión hasta que los bonitos ojos celestes estallaran dentro de sus cuencas.

—¿Los humanos? ¿En serio? ¿De dónde has sacado semejante bobada? —Diona se dirige a nosotros, con su agresivo iris violeta emitiendo luz propia. Está radiante y el alborotado pelo rojizo, libre de la capucha de piel de conejo, corona su rostro como una nube tormentosa al atardecer que amenaza con llover sangre—. Mi poder es mío, proviene del aire, de la tierra, de todos vosotros. De él... —Sé que intenta no mirar abajo, hacia el cadáver de Alexandr. En el fondo es una sensiblera—. Energía, magia... sí, llámalo como quieras porque es algo que jamás comprenderás.

Di acaba su discurso y yo me lo tomo como una señal.

Suka abre y cierra la boca de golpe. Escucho el chirriar de sus dientes y siento cómo cruje la mandíbula y los huesos que le rodean. Diona aparta la mirada antes del último instante. Solo tengo que hacer un último esfuerzo y... Me detengo. Capto un agudo e irritante silbido que hace que afloje la presa y alce el rostro, concentrándome en otro olor, otra presencia. La vampira ha venido preparadda y ha avisado a sus amigos. Mierda. ¿Cuánto llevan ahí? Vendrán en manada, como les gusta. ¿Serán muertos importante? ¿Muertos peligrosos? ¿Podría Di con ellos ahora que no está tan falta de magia? Todavía arrastra demasiado cansancio... El viento cambia de dirección y pierdo el rastro. Tenemos que largarnos.

Es entonces cuando la vampira se percata de que vacilo y se escabulle, resbalando de entre mis brazos como una lombriz. Pero antes de que se aleje más de tres pasos consigo atraparla otra vez por la muñeca. Ella tira con fuerza, rozando la locura con cada sacudida y removiéndose en posturas imposibles, igual que un animal desesperado con la pata enganchada en un cepo.

Suka estira el brazo que le queda libre, tratando de aferrarse al tronco del árbol más cercano, sin alcanzarlo. ¿A dónde se cree que va? 'Crac', se disloca el hombro ella solita y se muerde el labio hasta sangrar, ahogando el chillido de dolor, una sensación de la que no son inmunes los cadáveres, por suerte. Con el centímetro que ha ganado, arranca un trozo de corteza, tan alargado y afilado como una estaca. Mierda, me va a doler a mí también. Aprieto los dientes con fuerza, preparado para recibir la acometida, al menos esta vez no me cogerá desprevenido como el novato muerto-no-muerto en mi casa. Pero en vez de clavármelo, Suka apunta a su propio antebrazo. Di tenía razón cuando ha dicho que está como una puta cabra.

Su puntería no es muy buena, algo normal con la cantidad de sangre que está perdiendo y los nervios destrozados. Hunde la improvisada estaca dos, tres, hasta cuatro veces, acertando en casi todas entre la mano y la muñeca. Con cada golpe intento atraerla de nuevo y retenerla contra mi cuerpo, a ver si consigo de una vez partirle ese fino y desagradecido pescuezo, pero ella me esquiva al tiempo que sigue apuñalando su brazo, justo en la unión de sus articulaciones. La madera fresca no es suficientemente resistente y termina por resquebrajarse, quedándose clavada entre la carne muerta. Esta es mi oportunidad. Sin arma, es mía. O no. La muy idiota empieza a tirar, cogiendo su hombro caído para hacer más fuerza. Finalmente, la mano se separa de la muñeca, desencajando el hueso en un atroz grito de dolor.

Suka echa a correr. Está escapando. Maldita sea. Huye de nosotros igual que un animal herido. ¿Logrará llegar hasta sus compinches? Es posible. Que le den. Es lo mejor. Pero está claro que Di no piensa igual que yo y tengo que ponerme delante de ella para frenarla. Sus ojos son más expresivos que cualquier 'hija de puta' perfectamente pronunciado.

—¿De verdad quieres adentrarte en el bosque, de madrugada, en febrero, para dar caza a una asquerosa vampira? —le increpo. Y yo que creía que solo había una colgada en este bosque—. ¿Estás de coña?

Por su mirada está claro que no, no lo está.


Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora