La Larga Oscuridad ha atrapado a la Nutria. Alguien nos está traicionando.
***
Sucedió todo en un día. Libertad se había levantado tarde, y sus pelos parecían haber pretendido durante la noche escalar, como enredaderas, la pared al barruntar dolor. Le había despertado un brote de tristeza aparentemente ilógico. El suelo, las ventanas... La casa en general estaba resfriada y más pálida de lo común.
En la pantalla del teléfono, una larga serie de mensajes; ese día el color de las letras era rojo. Israel Cristales. Ni un tenemos que hablar ni nada, sino Israel Cristales confesándose como el hombre más cobarde del mundo con ceros y unos. Tenía una sensación de espina en el pecho porque se le había quedado atragantada la carne de la cena de hace dos años. Seguía ahí putrefacta, verdosa, fútil, pero ocupando un sitio sagrado, tapando la salida. Eso decía él. Libertad ni desayunó y tampoco quiso sentir que había amanecido hacía siglos. Con los dedos masajeando el teléfono se pasaron un par de horas o cinco fregando sobre fregado, sin retorcer la fregona, sin ceder ninguno. Israel proponía seguir viviendo con el suelo mojado. Libertad se sentía hidrofóbica, pero había sentido un día que la piel de Israel tuvo una época seca, y eso le llevó a pensar que no había con quien más habitar el trozo de la casa que no se fregaba. Alguien tenía que decidir algo, fuera la Libertad atacada por la ansiedad, el Israel embadurnado en penas arcaicas o el trozo de carne en la barriga.
Sucedió todo en un día. Libertad rompió la fregona, aunque no la puso en el cubo de basura. Israel Cristales dejó de hablar. Las letras del móvil se volvieron grises, ilegibles. El suelo decidió hacer negocios con el tiempo y fue el que salió mejor parado. Fue entonces cuando más se arrepintieron los pelos de Libertad de no haber huido antes, pues desde ese sol adormilado del lunes Libertad ya sólo comía del dolor de marca blanca, tan sucio, tan irregular, pero tan cierto... Uno de los hermanos malvados del tiempo empezó a hacerle visitas regulares. Le rasguñaba el pecho, le administraba cansancio, le llenaba de una luz enfermiza la cabeza para que no cerrara los ojos a la noche. Libertad no durmió ni diez horas en esa semana por su insistencia.
Llamó a Mama un día y la encontró psicodélica y energizada. Le decía por teléfono:
No hay oportunidades, no se necesita experiencia, porque al final las flores parece que crecen para un lado al azar y allí se fijan. Y no es que puedas girarlas con facilidad. Puede pasar que la que más te guste, la que más desearías que se fijara en ti tenga una rama que parece inmadura y endeble, pero que se encapricha con su trozo de tierra y no se deja doblegar. Son luego a luego las más cabronas, las que sobreviven a las estampidas o a la crisis. Y a ti no te queda de otra que mirar desde arriba a tu flor, amarla y llorarle, porque la ves tan hermosa, pero tan enjaulada... Y afirmas que si le quitaras a la fuerza esa rama que te impide llevarla contigo –si tan sólo se pudiera–todo se solucionaría, ella seguiría tan viva y bella, pero hay también posibilidades de que se marchite por siempre por forzarla a ser libre. Ser fuerte entonces consiste en saber que no te vas a poder llevar tu flor favorita.
El Ciervo tocaba la puerta a eso de las seis de la tarde de un viernes y pillaba a Libertad con ojos llorones. La Leona se lo encontró rapado y gordinflón.
–¿A qué se deben, Libertad, las ojeras, los rostros cristalinos y los pelos en rebelión?
Y ella relató al canto la odisea. El Ciervo, relamiéndose los labios, le pidió que le dejara pasar dentro. Se trataba del más misterioso, poderoso y malhumorado zooguerrero, en el que, por alguna rara aura innata, muchos confiaban para las tareas de la organización.
–Somś malkazat kathra to noch suivomś piedi.
–No es que me anime mucho eso, ¿sabes?
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Sufridero
Fantasy"Mi antigua yo se levantaría a hacer algo" Incluido dentro de "Los caminos hacia Marutá" (12) Imagen portada: archivo propio Fantasía cotidiana.