Spaniard Holmes

Introducción a todo

Eran las seis y media de la mañana, y Pablo seguía sin poder dormir al seguir recordando todo lo acontecido en Afganistán. A sus 38 años, los recuerdos de la guerra han calado hondo y le está siendo muy difícil olvidar los disparos, el no ser capaz de curar las heridas de sus compañeros antes de que fuera demasiado tarde y el ambiente de aquel lugar hostil. Ese día fue la gota que colmó el vaso, y empezó a buscar un psicólogo para hacer algún tipo de terapia.

Al llegar al psicólogo, Pablo le empieza a contar lo que le ocurre. Las pesadillas, los recuerdos, los acontecimientos... Todo era necesario para intentar que Albertini olvidara todo lo que le sucedió en aquel lugar.  Entonces el psicólogo contesta:

-¿Has trabajado alguna vez para la policía?

-No -responde Albertini, haciendo gestos de no entender el por qué de esa pregunta.

-¿Te lo has planteado alguna vez?

-Sí -responde- pero ¿por qué lo preguntas?

-De acuerdo. Tú eras médico en la guerra pero estudió para ser detective, ¿cierto?

-Sí, es cierto.

-Intenta que te contraten en el equipo de investigación de la policía, seguramente el trabajar el oficio que tú estudiaste te haga olvidar esos acontecimientos.

-¿Está seguro?

-Sí -dijo de forma clara, inspirando confianza- cuando yo pasaba por un muy mal momento, me llevaron a un psicólogo, tal y como tú acabas de hacer. Empezó a interesarme todo este tema de la psicología y caí en la cuenta de que era el oficio que siempre quise tener. Ese interés que tuve hizo que pudiera olvidar mis problemas. 

-¿Y crees que el ser detective me puede ayudar a olvidar mis problemas? -pregunta dubitativo.

-Totalmente -responde el psicólogo.

-De acuerdo, voy a intentarlo.

-Intenta ver si te aceptan y dentro de dos semanas me traes resultados, ¿de acuerdo?

-Sin problema.

Pasaron tres días después de enviar la solicitud para trabajar, y Pablo es aceptado dentro del equipo. Él entra a la morgue y ve a un hombre alto con pelo corto y rizado dándole golpes a un cadáver con una fusta.

-Eh, señor, ¿qué hace?

-¿No lo ve? Pegándole a un cadáver con una fusta -responde el hombre de forma segura, con un fuerte acento inglés.

-¿Por qué? ¡Va a ser imposible hacer una autopsia!

-Ya se la he hecho yo. Asesinado a golpes, pero esos golpes no eran de una fusta.

-¿Cómo lo sabe? -pregunta Albertini, sorprendido.

-La cicatriz que un golpe de fusta deja es diferente a la de un puñetazo.

-¿Y era necesario estropear un cadáver para darse cuenta de eso?

-Sí. Es un caso especial.

En ese momento el hombre empieza a mirar detenidamente a Pablo. Treinta segundos después, Pablo le dice mientras una mujer entra en la morgue:

-¿Tengo cara de pájaro? ¿Por qué me mira tan detenidamente?

-Usted. Hombre de 38 años, por su aspecto. Los pantalones son nuevos, no están descoloridos. Está despeinado y tiene ojeras, es signo de que ha pasado una mala noche. Usted fuma, ya que se le ven manchas de nicotina en los dedos. Las medallas, indica que ha ido al servicio militar y a la guerra. Usted era capitán. Anillo no muy cuidado, indica que tiene problemas matrimoniales. Zapatos manchados de barro, ha estado en el campo durante algo de tiempo. Bolígrafo con marcas de mordiscos, muestra que ha estado nervioso. Son recientes, de hace unos dos días más o menos, porque no se han quitado todavía. Marcas de hace cinco días se habrían borrado casi por completo. ¿He acertado?

Albertini le pregunta a la mujer:

-¿Él suele hacer eso?

-Bastante -responde la mujer.

El hombre se acerca a Pablo y le dice:

-Podríamos hacer buen equipo. Nos podriamos costear una vivienda entre los dos.

-¿Quién ha dicho nada de costear una vivienda? -responde Albertini, enfadado.

-Yo -dice el hombre, dirigiéndose hacia la puerta- Soy Sherlock Holmes y la dirección es el 221 del Paseo de Extremadura -añade Holmes. Acto seguido cierra la puerta fuertemente.

-Vete acostumbrando a esto -le dice la mujer a Albertini.