Por las calles desoladas de un barrio de Londres, en una tarde extremadamente fría, paseaba un señor de unos 35 años aproximadamente, de tez pálida e iris esmeraldas. A pesar de ser pleno invierno, y que la ciudad se encuentre con un frío de los mil demonios, el disfrutaba de los pequeños copitos de nieve como un niño contento al haber recibido un esperado regalo, que deseaba hace meses o tal vez años.
En las pequeñas ventanas cristalinas, de aquellas casitas de color marrón, todas iguales una junto a otra, se encontraban varias familias, desde niños hasta ancianos, contemplando lo que les traía aquella helada época.
Varios centraban su atención en aquella figura humana- poseía un pequeño pero calentito gorro de lana color avellana, una llamativa bufanda multicolor, y un enorme saco color bordo- la cual pertenecía al ojiverde, pero no era razón de la atención que recibía, si no, la acción de este sujeto.
El hombre, al caminar unas cuadras mas, escucho un ruido casi imperceptible, pero lo suficientemente alto como para que se percatara de el, era como un castañeo. Al sentir curiosidad, levanto su mirada de los pequeños copos de nieve que yacían en el pavimento completamente blanco, y contemplo no tan lejos, unos pasos mas allá, a una pequeña niña castaña en posición fetal, y por lo que se veía, completamente helada. Se acerco a ella a pasos suaves pero apresurados, tratando de no asustarla, pero al estar frente a aquella pequeña criatura, se le derritió el corazón. La castaña se encontraba completamente pálida, demasiado para una niña de su edad, casi de forma enfermiza, además, temblaba como si su vida dependiera de ello. Su pecho se lleno de una sensación de lastima, desesperación, y preocupación, pero a la vez, de amor, cariño y ternura.
El decidió ayudarla, ya que no era tan insensible como para ser capaz de dejar a aquella criatura en ese grave estado.
Se acerco completamente a ella, se agacho a su altura, deshizo su abrigador saco de sus largos y gruesos brazos, para luego envolverlo alrededor de la pequeña blanda y pronunciar de forma pacifica, como un susurro:
-Ey, pequeña- Pero no recibió ningún tipo de respuesta mas que constantes temblequeos.
En ese preciso momento, se dio cuenta que estaba inconsciente. Al no saber que más hacer, o que seria lo adecuado, decidió llevarla al hospital "Saint Thomas", sabiendo que allí la atenderían correctamente, como se debía.
La alzo en sus brazos, como si de un saco de papas se tratase-ya que la pequeña resulto ser demasiado delgada-, dándose cuenta que la niña, lamentable y lastimosamente vivía en las frías calles de Londres, sin alimento ni hogar.
Camino unas tres cuadras mas, las faltantes para llegar a su hogar, recoger las llaves de su amado automóvil y dirigirse hacia este ultimo.
Una vez haber dejado a la niña recostada en el asiento trasero, y el en su lugar correspondiente, emprendió viaje hacia aquel hospital, donde atenderían a aquella pobre y abandonada señorita.
Pero antes de encender el motor susurro:
-Todo va a estar bien pequeña, tú estarás bien.
...Continuara...
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Sr. Kind (O.S)
Short StoryEs increíble como te sorprende la vida. Un día como cualquiera puedes encontrarte a una pequeña niña y darte cuenta de muchas cosas. Pero sobre todo, darte cuenta que hay maneras tan simples de ayudar a los demás y sacar sonrisas. Y el Sr. Kind lo d...