XXIII

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Pero debo ser sincera.

Yo lo amaba.

Amaba a ese idiota, nada especial y común chico.

Tal vez no era el más hermoso.

O el más inteligente.

O el más educado.

Pero yo lo amaba.

Amaba a ese infierno de persona.

A lo mejor...

Dos corazones sin una mitad pudieron unirse en el momento.

Pero... yo le dí todos mis pedazos para que completara su mitad faltante.

Y cuando tuvo su corazón completo.

Se lo entregó a otra.

En mis narices.

Me quedé vacía.

Él también.

Solo somos dos cuerpos vivos.

Con almas muertas.

Sin corazón.

Porque nuestros corazones... Nos fueron arrebatados sin piedad.

Y ahora.

Solos.

Vacíos.

Podríamos...

Unirnos.

Sanarnos mutuamente.

Pero él no hará eso.

Es un cobarde.

La clase de cobarde que es capaz de ponerle un punto final a nuestra historia.

Bravo.

Idiota.

Al Chico Que Cambió Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora