capítulo tres

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– Geun, no has comido durante días.– Cherin habló.

– No tuve hambre durante días, entonces.– Expliqué.

Ella rodó los ojos.– ¿Qué te ocurre? Estás terrible.

– Gracias.– Dije sarcástica.

–Quiero decir... Hablo en serio, ¿Qué te está molestando?.

– ¿Por qué no podemos hablar con humanos?.– Le pregunté seria.

– Va contra las normas.

– No tiene sentido. Además, somos humanas también.

– No puedo hacer nada.– Se encogió de hombros.

– ¿Por qué Mrs. Gim manda? Nunca lo comprendí.

– ¿Qué dices? Claro que manda, es la suprema.– Rió suavemente.– No estás prestándole atención alguna a la escuela.

– Es una mierda inútil. Es injusto. Somos como prisioneros.– Suspiré. Nunca nadie me entendería.

– Solo nos está protegiendo, no sé. Aprecia eso al menos.

– Ah, ¿Así que es mi culpa? Que no lo aprecio

– Chicas, id a vuestro cuarto.– Mrs. Gim apareció. Asentimos y obedecimos.

Es simplemente injusto. No nos están protegiendo. Es como si sirviéramos para ella. Es muy molesto. ¿Cómo las demás no pueden darse cuenta?

Por supuesto me quedé en la cama despierta. Pensando en lo tonta que es esa norma. Un aquelarre de brujas o una prisión. Nunca sabré en cual de los dos vivo.

– Psss.– Escuché una voz susurrando despacio. Primero me asuste un poco hasta que comprendí que alguien intentaba gastarme un broma.

– Lárgate.

– Psss...– Dijo de nuevo.

– ¿Qué?.– Me levanté de la cama y no vi a nadie al rededor.– Dejadme sola.

– Geun.– La voz venía del armario.

– Yongji sal de mi armario.

– No soy Yongji, ábreme.

– No puedo.– Probé.– Está cerrada.

– La llave, estúpida.

Miré hacia mi mesilla y metí la llave entre mis manos. No sabía si ayudarla o no.

– ¿Quién eres?.

– Abre la puerta y te lo diré.

Lo pensé durante unos segundos. Ni si quiera conocía a esta persona. Esta tampoco era mi habitación, Mrs. Gim no nos solía dejar entrar aquí pero después de varias protestas por mi parte ella accedió a dejarme una habitación para mi sola; Esta.

– ¡Abre la puerta!

Le hice caso y me quedé sorprendida de lo grande que ese armario era. Estaba repleto de libros y cosas viejas cubiertas de polvo. Antes de que me diera cuenta una chica alta y más joven de lo que pensaba estaba parada delante de mi.

– ¿Quién eres?

– Soy Klair. ¿Cómo no me conoces?

– Nunca antes he escuchado tu nombre.– Ella me ignoró y me apartó para hacerse paso y salir del armario.

– No toques mis cosas.– Le dije enfadada.

– ¿Qué quieres?.– Me preguntó.

– ¿Cómo?

– Me has liberado, te tengo que dar algo a cambio y ese rollo. ¿No crees?.– Agarró mi diario y salté para recuperarlo, pero ella fue muy rápida y me apartó de un empujón.– Todo lo que quería era libertad. Esto es como una prisión. Somos gente normal.  Por qué no podemos interactuar con los demás.

– ¿Libertad? ¿Interactuar? ¿Qué?.– Dijo cuando acabó de leer.

– Mrs. Gim no nos deja interactuar con humanos.– Murmuré.

– ¿Mrs. Gim?.– Preguntó riéndose.– De todas formas, ¿Para qué quieres hablar con humanos?

– ¿Cómo saliste de mi armario?

– Soy Klair.– Rodó los ojos.– Ahora, ¿Por qué o con quién quieres hablar?

– No puedes hacer nada.

– Haré un muñeco voodoo entonces.– Abrió una de mas cajas que había en el armario. Todo estaba muy organizado, cada cosa en columnas o en cajas más pequeñas.

– ¿Un muñeco voodoo?

– ¿Quién es?

– No sé. Solo quiero hablar con humanos en general. ¿Qué hay de malo en eso?

– ¿Quién es?.– Repitió mientras comenzaba a coser.

– ¡Nadie!.– Solté.– No necesito nada. No sé ni quién eres.

– Soy Klair.

– ¡No quiero tu muñeco!.

Ella paró, soltó un suspiro y me miró cansada. Luego volvió a mirar mi diario, el cual tenía en la otra mano.– Era el chico más increíble que jamás haya visto. Él estaba roto, como yo. Ojalá pudiera conocerle mejor. Hoseok. Eso es todo lo que sé de él.

Gruñí de frustración al no poder arrebatárselo.

– Hoseok. Lo conozco.– Dijo feliz mientras dejaba el diario y seguía cosiendo.

–¿Qué? ¿Cómo?

– Por supuesto. Soy Klair.

– No es por ser borde pero qué coño eres tu. Y ya sé que eres Klair.

– Aquí tienes.– Me entregó un muñeco. Solo tocarlo ya daba escalofríos. Me sentí muy nerviosa.– Ten cuidado con él.– Sonrió mientras se abría paso hasta la ventana. Mierda, no.

– ¡Espera!.– Dije entrando en pánico. Casi se me cae el muñeco. Ni si quiera sé si funciona de verdad.

Ella se acercó a mi oreja, susurrando. – Ahora tienes en tus manos su vida.

Y con eso, la perdí de vista.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2017 ⏰

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