Llego a casa junto a Nay. Ella sube de prisa los escalones de dos en dos de esa forma tan descuidada que sabe perfectamente cuánto me desagrada. Estoy preparada para sermonearla con cuán peligroso es subir así. Sin embargo al ver fugazmente como pequeños cúmulos de agua bordean sus ojos lo dejo pasar sin rechistar.
Mi vista y atención se centran en ese pequeño trozo de papel que tiempo atrás me tendió el director Forbes. No me molesto si quiera en leerlo, sólo lo contemplo cuál obra de arte. Deslizo el cierre de mi bolso escolar y rebusco como maniática desesperada dentro de él. Cuándo finalmente doy con lo que buscaba una sonrisa triunfal se abre paso entre mis labios. Pero al momento de recordar lo que tengo entre mis dedos se esfuma más rápido de lo que llegó. Un boleto. Eso es lo que hay entre mis dedos. Un boleto de avión para partir a California hoy a las diez de la noche.
Largo un suspiro cansado y tallo mis ojos con el dorso de de mi mano. Diez de la noche. La hora exacta en que mi mundo ha de venirse abajo. Me siento como La Cenicienta en dónde mi mundo feliz, mágico y lleno de dulzura se viene abajo con la hora ser marcada en el reloj. Ahora es que comprendo que detrás de un cuento fantástico y lleno de surrealismo también existen las emociones y situaciones caóticas. Pero claro, eso sólo depende del sentido que cada uno le de.
Y yo estando en éstas circunstancias no puedo darle más sentido y forma que le otorga mi triste pesar.
Unos lamentos y sollozos se cuelan en mis oídos penetrando mi sistema auditivo mientras me taladran el alma. Y es que tal forma de llorar me estruja el corazón como nunca nada lo ha logrado hacer. Me provoca querer abrazar a la persona de la cuál provienen esos lastimosamente desgarradores sonidos. Inclusive me ha hecho sentir tonta al quejarme de algo tan minúsculo como salir de viaje tomando en cuenta que hay situaciones peores allá fuera en el mundo. Al notar de donde vienen los sonidos mi estado no mejora ni un poco. Los sollozos se escuchan arriba, en la planta superior de mi casa, justo donde ahora se encuentra Nay.
<< Oh Dios no. Por favor, Nay no. >>
Mi pecho se infla de ese sentimiento que todos conocemos como tristeza. Un nudo se atora en mi garganta. Y los ojos ya me comienzan a escozear.
¿Por qué a mí? ¿Por qué me pasa esto a mí? Quizá sea que la justicia de la vida al fin me llegó. Tantas veces estar en la dirección y cumpliendo las reprimendas sin preocupación alguna debía de tener su castigo.
Y si éste era... entonces se estaba desquitando muy bien. No hablemos del karma por qué no creo en bobadas como esas. Pero sí, la vida es justa y tarde que temprano me llegaría mi lección. Aunque preferiría que fuese más tarde que temprano. Pero soy Miley Schmidt, y la vida nunca está a mi favor o si quiera de mi lado.
Me levanto perezosa del sillón donde momentos antes yacía. Siento todo mi cuerpo pesado y, bueno para que mentir. No tengo ganas para absolutamente nada.
Camino cada paso con más dificultad que el anterior mientras avanzo directo a las escaleras. Pareciese que mis pies estuvieran enterrados en el suelo y cada paso los hiciera enterrarse más.
A mi paso lento estoy segura que después de lo que para mí representó una eternidad llegué al final de las escaleras quedando de frente la puerta de su habitación, la cual estaba abierta.
<< Vamos, Miley. Tú puedes. >>
Inspire hondo inflando mis pulmones con aire mientras cogía el valor necesario para entrar. Mis primeros pasos dentro de la alcoba fueron lentos, muy lentos, tímidos, inseguros. Sólo estaban tanteando el terreno. Me sentía como si estuviese atrapada en una de esas películas de terror. Entrando a la casa abandonada, insegura de entrar pero a la vez queriendo saber lo que estaba allí. Adentrándose en la boca del lobo. Por qué suene exagerado ó no, así era. Lenay Johnson no era exactamente una persona de la cual pudieses predecir su reacción. Ella siempre iba un paso más avanzado que tú. Podrías pensar que podría tener una actitud y ella le otorgaba un giro a todo dándote la acción contraria a la que esperabas. Era una caja llena de sorpresas. Tanto podía abrazarme, como golpearme ó lanzarse a mis brazos a llorar. Y lo que más rogaba es que ni de chiste fuese ésta última opción. Muchos le llamarían bipolaridad, pero yo le llamo ser imposible. Y quien lograra entender ó de lo contrario soportar a Nay -a parte de mi, claro está- se merecía mis respetos.
-¿Qué quieres, Miley?
Pegué un brinco al escuchar su voz. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no noté el momento en que ya estaba frente de ella y tenía sus verdes ojos puestos sobre mí con expresión molesta. No voy a mentir, eso me dolió. Dolió hasta los huesos.
-Nay, yo... -no me dejó continuar. Me interrumpió de la manera más seca, cortante y fría posible. Un tono de voz que hizo a mi corazón encojerse. Un tono con el que Lenay jamás me había tratado.
-Vete, Miley. No quiero verte.
Me quedé atónita, inmóvil. Mi boca se abrió de sorpresa al igual que mis ojos. Parpadeé un par de veces para apartar un par de lágrimas que comenzaron a bordear mis ojos. No sabría de que forma expresar lo que sentía en éstos momentos. El pecho me dolía, estaba inundada de dolor. Era un remolino, no, peor. Era un agujero negro creciente en mi corazón. Se lo estaba tragando, lo devoraba completo y el dolor que eso provocaba era inimaginable. Punzadas. Pinchazos. Estacadas. Todo eso y más sentía en mi pecho. Ese nudo en la garganta volvió a crecer, me impedía hablar, pasar saliva ó algo para lo que sirviese mi garganta. Mi respiración era entrecortada, difícil. Parecía que respirar de un momento a otro se había convertido en una tarea ardua. Y mi visión... ni hablar de ello. Mi vista estaba toda borrosa por tantas lágrimas estorbándole. Sabría que en cualquier momento me tiraría a llorar cual crió. Y esta vez no trataría de reprimirlas. Fue así, que cuando comenzaron a caer calientes lágrimas por mis mejillas no hice ni un amago de quererlas hacer cesar.
-¿Qué? -logré decir al fin después de tanto tiempo. Ojalá hubiese podido callar-. ¿Sabes lo mucho que me costó venir hasta aquí? ¿Lo difícil y doloroso que fue para mi escuchar que llorabas y aún así tener el valor de verte? Y tú sólo me respondes de la peor manera posible: "Vete, Miley. No quiero verte." -intenté imitar la forma en que segundos atrás lo había hecho-. ¡Eres una desalmada, Lenay Johnson!
Lágrimas resbalaban por mis mejillas cuál cascadas. Calientes, saladas y dolorosas lágrimas.
Una risa amarga, una risa que me sacaba de quicio, una risa que no sabía interpretar fue parte de la respuesta de Lenay.
-¿Desalmada yo? Te equivocas. Yo no soy la que deja a su mejor amiga sola sabiendo de sobra que su madre nunca está en casa, que sus padres están divorciados y que su única familia y compañía en todo el mundo es una pequeña pelirroja que se irá a California. ¿Y todo por qué? Por qué no puede fallarle a nadie al cual le promete algo, pero sí a su mejor amiga. -Reclamó. Sus ojos se clavaban en mi. Podía notar que ella también comenzaba a llorar, pero más que de tristeza, ella lo hacía de rabia-. ¡Así que vete, Miley! ¡Vete a cumplirle a todo el mundo! ¡Hazlo y déjame sola! ¡Lárgate que no te necesito!
Mis emociones eran variantes. Y fue así como de estar triste optaron por qué sería mejor enfadarme, perder la cordura y tirar todo a la basura.
-¡Bien, eso haré! -gruñí saliendo del cuarto.
La expresión de Nay fue un enigma de la vida que quizá nunca llegaría a comprender. Sólo ella sabía las cuantas locuras pasaban por su cabeza. Era un hecho, nadie la soportaba. Ni siquiera yo. Y no me quedaría ahí a escuchar como seguía gritándome, humillandome y haciéndome sentir más mal de lo que ya me sentía. No estaría para aguantarla ni hoy, ni nunca más.
Me adentre a mi propia pieza, me dirigí al ropero y en lo alto de éste estaba mi maleta, la cual bajé y comencé a elaborar.~X~
Tomé mis cosas. Eso incluía casi todo lo que había en mi habitación. Llevaba desde un par de peluches hasta todo el guardarropa. Y no era precisamente por el gran lapso de tiempo en el que me iría. No. La razón por la que pareciese que hubieran asaltado mi cuarto era una simple y sencilla: Lenay. No quería verla ya. Para nada, ni en pintura. Yo intentaba llevarme todo bien e irme de la forma más pacífica posible, incluso si se diera la oportunidad convivir con ella en lo que restaba de mi tiempo aquí. Pero no, ella siempre lo hacía todo más complicado de lo que ya era.
Corrí el cierre de la valija y halé de su mango para seguido de eso empezar a andar. Cogí el móvil para revisar la hora. El pequeño aparato marcaba las siete cuarenta de la noche y tenía que estar en el aeropuerto por lo menos dos horas antes. Camine por el pasillo de las habitaciones, admirando cada detalle de la pintura, del mármol, de la madera en las puertas, de los cuadros, de todo lo que no vería hasta dentro de un año. Con un pinchazo en el pecho -el cual decidí ignorar- me deslicé escaleras abajo. Estando ya en la planta baja mis ojos se abrieron al ver a Lenay sentada en el sillón. No me podía ver en un espejo, sin embargo podía decir acertadamente que mis ojos irradiaban sorpresa pura y confusión. No me esperaba verle allí, ella era una persona que mantenía su orgullo muy por encima de todo. Y si sólo verle ahí me costó gran trabajo de asimilar, ahora más cuando sentí sus delgados brazos rodeandome y su ligero cuerpo cayendo sobre el mío mientras calientes lágrimas se impregnaban en mis clavículas por sobre la tela de mi ropa. Pequeños sollozos podían detectarse en la sala fácilmente, era el único sonido entre tanto el silencio. Mi mente estaba en ceros, no lograba entenderla, nunca la entendería. Como antes ya había dicho: ella es una caja de sorpresas. Tampoco estaba en mis planes entenderla, pero podía soportarla como había estado haciendo éstos últimos doce años. Tardé en procesar la información de todo lo ocurrido en éstos transcurrido cinco minutos, pero cuando finalmente lo hice no dudé ni un segundo en corresponder su abrazo. No quería llorar más por qué no estaba en mi código el hacerlo. Bastante y suficiente tuve con una sola vez.
-Perdón, Miley. -Gimió entre sus sollozoz-. No quiero estar mal contigo, te quiero mucho.
Mi sonrisa se plantó no pudiendo ocultar mi felicidad. Esa era la Lenay que yo conocía, mi Nay.
-Y yo a ti. -Una mueca apareció borrando mi sonrisa-. Debo irme, se me hará tarde.
-Hasta pronto, Miley. -Un amago de sonrisa se hizo ver en su rostro.
-Hasta pronto, Nay. -Besé su mejilla. Halé de la maleta y posé mi mano sobre el pomo de la puerta dejándole ahí por unos segundo-. Prometo que te conseguiré un Californiano.
Sonreí sintiendo su sonrisa aún sin verla y gire el pomo para abrir la puerta e irme.~X~
OMG*-\ Jeiwnsuwh Capítulo adelantado. Me iré de vacaciones a un lugar donde la señal es pésima, So... quizá regrese hasta el 07 de enero. Los amo ^3^
PD: Miley Schmidt en multimedia. Es la hermosa actriz Molly Quinn.
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Trescientos sesenta grados [PAUSADA]
JugendliteraturElla es la chica popular de intercambio y él es el marginado que todas desean. Miley es la risueña y Peter el amargado. A ella le desespera que él no sonríe; a él le desespera que ella siempre lo hace. Los dos son completamente diferentes. Verdadera...