En Proceso

Un desastre.

-¿Qu-qué es es-t-te lug-g-ar?...
Me pregunté al hallarme en él centro de una cabaña obscura, muy tenebrosa, con esa extraña luz que parecía seguirme, y con esa puerta roja al final.
Otra vez tenía la pesadilla... Por novena vez...
Los pisos empezaban a gruñir y a caer, y asustada corría hacia la puerta, hasta que se oía un grito al final, era la voz de mi hermano menor, pedía ayuda, y siempre me detenía para buscar de donde venían sus gritos y al final caía él él obscuro piso.

Después de eso, siempre despertaba, agitada y cubierta de sudor, sólo me levantaba a tachar otro día con la misma pesadilla en mi calendario, dibujando una puerta roja, por novena vez...
No estaba acostumbrada a contar las cosas que iban mal en mi vida, me hacía sentir culpable ya que siempre habría alguien que esta peor que yo.
Después de cada pesadilla, ya no volvía a dormir, me quedaba despierta escribiendo lo que podría significar él sueño:
"Quizá la pesadilla significa que no me creo lo suficientemente fuerte para proteger a mi hermano".
Así es cómo yo amanecía, teorizando cosas para tratar de encontrarles sentido, pues todo lo tenía.
-B-buenos d-días, ma-ma-madre, ¿Como-mo a-amanecist-te?.

-Hija, madrugaste. Amanecí bien, gracias, esperame un momento, ya casi sale él desayuno.

Mi madre era una mujer muy amorosa, siempre trabajaba duro para vernos felices, se despertaba a las 5 de la mañana, para asear y prepararnos un delicioso desayuno, nos leía cuentos, y jugaba con nosotros, era muy atenta y amable.
Aunque aveces me hacía sentir mal, pues yo soy tartamuda y no puedo encajar en él mundo exterior, cualquier lugar fuera de casa, era un campo minado, y mi hermano... Pues él...

-¡Buen día Valeria! ¡Buen día madre!.

Dijo mi hermano mientras entraba a la cocina en su silla de ruedas... Eso era lo que me hacía sentir mal de mi madre, que sentía su culpa, ella se culpaba por cómo eramos... Un desastre, su desastre.