La Historia de un Secreto

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  Quizás fue la forma en que se miraban, o la forma en que se conectaban... o simplemente la forma en que llevaban su amistad, lo que hizo que eso fuera algo más. Los deseos del otro nunca fueron más básicos que llevar una vida feliz –aunque ninguno de los nunca se hubiera dado cuenta de aquello –, y fue por esa insaciable búsqueda el inicio de esta historia, una historia secreta, esa historia jamás contada, que por alguna razón te atrapa más de lo que cualquier cosa debería, esa historia que apenas conoces te hace parte de ella y no te deja hasta que encuentras su sentido.

Creo que esa es la razón del por qué éstas palabras, tan profundas y a la vez tan simples, de las que estoy completamente segura que no me arrepentiré.










Todo comienza en el silencio, el silencio de una sala.

Los oscuros ojos de Daniel Huenul fijan su mirada en el blanco papel repleto de respuestas incorrectas, muchas veces creía que nadie en su clase prestaba atención a sus palabras, las cruces en el papel no dejaban de aparecer y los cansados suspiros tampoco ¿Realmente nadie siquiera le escuchaba?

–Hola Dani -saludó de pronto aquella conocida voz ligeramente aguda, Daniel sobresaltado dejó de lado los exámenes y fijó la mirada en el pequeño cuerpo de su amigo, quien lo miraba fijamente frente al escritorio en el que se encontraba –, veo que estás muy ocupado.

– No tanto ¿Por qué? – sonrió amable.

– ¡Por nada! ¿No puedo molestar un rato a mi mejor amigo? – respondió Germán acercándose a su amigo.

– Tonto, no molestas – el pequeño apoyó sus manos sobre el escritorio dándose impulso para sentarse en este a un lado de Daniel, quién lo miraba abstraído en sus movimientos.

–Bueno... ¿Qué me cuentas? hace tiempo que no hablamos y extraño nuestras charlas.

– En realidad nada –Daniel comenzó a jugar con sus manos algo nervioso por la cercanía de su amigo, aunque pronto se vio pensando en aquello que hace tiempo le había estado causado problemas: su matrimonio; realmente nada iba bien entre él y su esposa, parecía que cada vez esta le interesaba menos y todo aquel amor que alguna vez sintió hacia ella, se había convertido en amor a la costumbre de tenerla cerca, de compartir el mismo hogar y los mismos momentos. Nada era igual –... aunque las cosas con Daniela no van muy bien.

Germán se sintió extrañamente feliz ante aquellas palabras, acarició suavemente el cabello de su amigo y preguntó – ¿Te sientes mal por eso?

– N-no realmente, yo e-estoy feliz con eso – Daniel no sabía que le ocurría, sentía sus mejillas arder y ni siquiera era capaz de ver a los ojos de Germán, nunca se había sentido tan intimidado y nervioso ante la presencia de nadie, menos aún ante uno de sus mejores amigos.

– Estás muy rojito ¿no tendrás fiebre? – Dijo el más pequeño situando una de sus manos en la frente del otro midiendo su temperatura

– ¿Q-qué? yo estoy bien – respondió levantándose de su asiento como si así obtuviera más seguridad, aunque volviéndose a sentar inmediatamente.

– ¿Estás seg... – Germán no alcanzó a preguntar antes de resbalarse al intentar tomar una posición más cómoda en el escritorio, quedando a escasos centímetros del rostro de Daniel.

–Yo... sí, estoy bien – dijo lentamente mientras miraba los ojos de Germán, ya no aguantaba más. Tomó las cosas sobre la mesa y se levantó dando un paso hacia atrás – un placer verte, yo... ahora tengo clases, adiós – dando media vuelta se alejó aún nervioso.

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