Estar todo el día sentado en una silla de mala muerte, rodeado de gente que ni se acuerda de cómo me llamo no es precisamente mi pasatiempo favorito.
Además, da todo el asco que aún con el calor reciente del verano me obliguen a ir a clase. Total, ¿para qué? Si en cuanto acabe este año no tengo pensado volver a tocar un libro en mi vida. Lo mío es la música y los pinceles, lo único con lo que de verdad me siento cómodo.
Me habrán dicho miles de millones de veces — y puedo jurar que no estoy exagerando — que la rama por la que he decido trepar en lo que será mi futuro es posiblemente la más inestable y menos provechosa, y que sólo con muchísima suerte, llegaré a ser algo en esta vida de valor si decido jugármelo todo a esa carta. Bien, he decidido arriesgar. Dicen que quien no arriesga no gana, ¿verdad?
De momento, me voy a arriesgar a que se me cuadre el trasero mientras me aburro en clase.
El director nos ha llamado a unos cuantos chicos de mi mismo curso, aunque diferente modalidad a la mía, en medio de clase, alegando que no era para echarnos ninguna reprimenda, ni porque nos mereciéramos un castigo apenas empezadas las clases.
En verdad no los conozco, sólo sé que entre ellos hay amistad desde hace varios años y que uno de ellos tiene novia, pero ya está. Ni siquiera podría afirmar a ciencia cierta de que me sé sus auténticos nombres.
Al llegar al despacho, hay unos cuatro niños alrededor sentados, dando voces y llamando la atención escandalosamente. No reconozco a ninguno de ellos y tal vez sea porque, o bien suelo cohibirme del mundo y encerrarme en el mío propio, o porque no parecen superar más allá de los doce años, trece a lo sumo.
Bueno, tal vez ese de allí tenga quince, tiene pinta de repetidor. Ni lo sé, ni me importa.
— ¿Vamos a estar mucho más rato aquí encerrados? Tenemos una prueba inicial en la siguiente hora — el chico al que le atribuí el mérito de tener pareja salta, desviando la mirada de lo que antes era el centro atención. — Bueno, yo al menos.
—Chicos — el director carraspea notoriamente, moviendo ligeramente la mano por debajo de su cintura, obligando a los chicos de antes a acercarse. —, lo que os diré será breve, pero beneficioso para ambas partes, ¿está bien?
Lo siguiente que sé, es que perdí una hora de mi vida que podría haberla dedicado a mirar a las pelusas del aire de clase en vez de estar encerrado en el despacho del director, encasquetándome a un niño que apenas me llegará a la mitad del pecho.
Por lo que sé, se llama Grayson y muchas pintas de ser simpático, precisamente, no tiene.
El instituto empezó hará no muchos años atrás un programa de ayuda para los alumnos más conflictivos de los primeros cursos, para ayudarlos en, y cito textualmente, "este bello camino que es la enseñanza".
Y una mierda bello camino. Es asqueroso, te quita horas de sueño y de ocio para luego seguir estudiando, quitarte más tiempo, agotándote cada día más, y total, todo, ¿para qué? Si en cuanto acabemos de estudiar tendremos que seguir pegándonos madrugones para ir a trabajar en algo que te aburrirás con el paso del tiempo y encima no te dará el dinero suficiente como para vivir tal y como tú quisieras; o como es en mi caso, como un rey.
¿He dicho alguna vez que la vida apesta?
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Misunderstood [m.g.c.] {pausada}
FanfictionLo único que le pedí a la vida era abandonar ya el instituto.