La vi marchar, corriendo bajo la lluvia, huyendo del monstruo en que me había convertido, la entendía a la perfección, una persona con un alma tan pura como la suya no podría estar con alguien con un corazón marchito y vacío. Dejó el café a medias, se marchó con los ojos hinchados y con el maquillaje corrido...
Me citó en la cafetería donde nos conocimos, yo llegué puntual, ella con diez minutos de retraso. Pidió lo de siempre, un capuchino con chocolate y una rebanada de pan de zanahoria, yo me limité a un americano, me deleitaba con mirarla, a pesar de todo la seguía amando como un loco. "Tengo algo que decirte", dijo después del primer sorbo a su café, me imaginaba lo que iba a pasar, era inevitable, después de todo me había encargado de alejar de mí a toda la gente que amaba, incluso a ella. "Habla de una vez", le contesté, ella hizo un mohín y respiró hondo, pasaron diez segundos y por fin habló: "Últimamente has estado actuando extraño y no me das explicaciones, estoy preocupada porque te amo, pero eso no me detendrá... te estoy dejando en este momento."