La vida está llena de sorpresas. Buenas, malas, nunca dejarás de sorprenderte. Personas que llegan aferrándose a tu alma, removiendo todo el dolor que alguna vez llegaste a sentir, desatando las cadenas que te agarraban al pasado, acercándote a la divinidad, construyendo contigo historias sin ningún final, ni felíz, ni triste, simplemente sin final, y eso es lo que las hace realmente felices. Personas que se van, dejándote como recuerdo notas que relatan un cómo pudo haber sido, letras que reflejan dolores vehementes y profundos, versos escritos con sangre. Dejándote, lecciones de vida, motivándote a seguir adelante, inesperadamente... sorprendiéndote. Sorprendiendote con la infinidad de cosas que aprendes, sorprendiéndote, al saber que gracias a esos viajeros que partieron de tu vida, eres lo que eres ahora, y gracias a ellos, tienes el coraje de dejar entrar personas a tu vida que te recuerdan que la esperanza nunca se acaba, que la oscuridad no existe, sino la ausencia de luz, y que el amor es una hoja que debe ser desenvainada para luchar por las otras personas, siendo, nosotros mismos, coronados por las recompensas y bendiciones traídos por la misma acción desatada. Sorpresa, para muchos, que el dolor que yace dentro de ese pomo, sea a su vez el gavilán que proteje las manos que crean, que sueñan, que aman. Una condición dolorosa, que fortalece el alma, y la hace una amante por naturaleza. Sorpresa, que eso que nos golpea, nos fortalezca, que el amar, el entregarse, requiera de sacrificio, de dolor, sin que éste sea su fin último. Más bien, el medio, para hacer de nosotros amantes nobles , y una fuente autónoma de infinita felicidad, tornándose en su principal objetivo. Pero qué sorprendente es la vida, que sea el camino que tomemos siempre pondrá a nuestros piés, un buffete con una cantidad incontable de formas de amar, y que sea, cual sea la que tomemos, será lo que nos haga verdaderamente humanos, será, nuestra propia ESENCIA.