Y de pronto...
Te encuentras en cierto episodio de la vida, en el que resulta que no eres nada de lo que ayer creíste ser, que todo lo que tienes se reduce a nada, y la vida se tiñe de un tornasol gris, que es difícil distinguir el camino que debes seguir.
El sentido de las cosas giran en torno a lo que un día fuiste, tenias y creíste.
Verte en la nada te hace despertar una impetuosa realidad que te negabas aceptar.
Rozar la fragilidad con cada poro de tu piel, termina de doblegar el orgullo que siempre te mantuvo enérgico ante todo lo que sucedía frente a ti.
Hasta que llega ese alguien que te ve destrozado, hecho pedazos y sutil, que los pedazos de tu ser y tiernamente comienza a armar el rompecabezas de tu alma, proveyéndote de paz, calma, gozo y tranquilidad.
Descubres que vuelves a mirar el sendero iluminado, quitas los pies del suelo y levitas suspiro iluminado, quitas los pies del suelo y levitas suspiro a suspiro, latido a latido y despiertas a la vida otra vez.
