Ahora, todos se conocen

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Western Street es una de las calles más olvidadas por todo el mundo. Con la tecnología apenas presente el lugar parecía tranquilo y apacible.

Durante la Edad Media este fue el escondite de varios magos y brujas, dejando así un poco de magia en ella.

Seis chicos viven en esta calle, pero no se conocen entre sí. El destino jugará esta vez.

Patrick y Libni Greenwolf, ambos hermanos. Medios hermanos, siendo él un año mayor. Ambos son un tanto parecidos: tez blanca, pecas en la cara y ojos café claro. Patrick es más alto y su cabello es negro y Libni tiene una estatura normal y cabello castaño.

Lunes en la mañana, los dos salieron de casa rumbo a su escuela caminando. A los dos les gustaba mucho caminar aunque el sueño de Patrick era conducir un Volkswagen del 63 y el de Libni conducir una "combi".

-Desearía que los lunes no existieran- se quejó Libni mientras le prestaba atención a sus zapatos- siempre pasa algo malo los lunes.

-Hablas por tí misma- se burló Patrick ya que él poseía una extraña suerte.

-Si, lo sé.

Una chica conducía un skateboard y pasó a toda velocidad en medio de Patrick y Libni. Ambos vieron como en una gran proeza saltó de la patineta mientras esta iba a chocar con un pequeño arbusto.

-¡Qué basura!- se quejó- algún día quitaré ese maldito arbusto.

Su nombre es Christine Fray, vive a cuatro casas de los Greenwolf. Es una chica esbelta, alta, morena, con el cabello castaño y ojos cafés. Una gran patinadora, pero a veces solía ser muy distraída.
Después de tomar su patineta miró a los dos chicos.

-Hola- saludó- disculpen mi mal "aterrizaje"

-Aún así eres buena- confesó Libni.

-¿Vas a la escuela?- preguntó Patrick

-Lastimosamente. Ustedes son los Greenwolf, ¿no? Soy Christine.

Los tres caminaron hacia la escuela conversando trivialidades. Eran compañeros de clase, pero la escuela había comenzado poco tiempo atrás y apenas se conocían entre sí.

Michael caminaba hacia el salón de clases y en uno de los inmensos pasillos coincidió con Edmund y Thomas, dos de sus compañeros, y se detuvieron a saludarse.

Michael es el más pequeño de los tres y el más vivaz. El divertido de la clase. Sus ojos son de un café casi negro y su cabello azabache.

Edmund a simple vista parecía un rebelde, pero era nada más un chico despreocupado. Es alto, moreno, con un alborotado cabello negro y ojos del mismo color.

Thomas es la viva ironía aunque parecía ser un chico serio. Su cabello negro caía un poco arriba de sus hombros y sus ojos negros le daban la impresión de estar aburrido. De todos los varones de la escuela, él es el más inteligente, pero no presumía eso.

Caminaron al salón con paso lento. Al llegar se llevaron la no tan grata sorpresa de que ellos, los Greenwolf y Christine eran los únicos en el salón.

-Extraño lunes- habló Thomas.

-Lo suficiente para que nadie halla venido a clase luego de quince minutos- le siguió Libni.

Tom la miró confundido. Algo en aquella castaña le parecía extraño y no sabía lo que era.

-Habemos seis, ¿y qué?- intervino Edmund sentándose en una mesa- no es como que los demás me agraden.

-Tienes tanta razón- apoyó Christine.

-No hablen así- sugirió Michael- no puede no agradarte alguien sin conocerlo.

-Si- lo contrariaron Christine y Edmund.

-Desearía que estuviéramos en un lugar donde nadie los conoce a ustedes, para ver que pasaría.

Tom se cruzó de brazos y los miró con una ceja alzada.

Pero hay que tener cuidado con lo que se desea porque no sabemos si este llegará a cumplirse.

Comenzó a temblar y de un momento a otro estos seis chicos desaparecieron del salón.

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