El fuego me consume,
lentamente,
de a poco,
porque en un suspiro
podía volverme loco,
mi castigo era la muerte,
por creerme mas fuerte,
más fuerte que todos,
pensé que mi orgullo
era mas importante,
que morir frente a sus ojos
purificados con lágrimas de diamante.
Ver como aquellas lágrimas
se deslizaban entre sus mejillas,
ya era la misma muerte palpitando
en mi coronilla.
Mis pensamientos provenían de afuera,
y una multitud de juzgadores salían de las tinieblas.-"!BASTARDO PAGA POR TUS PECADOS"- gritaba la muchedumbre, tanta maldad guarda mi pasado, que el deseo de verme morir se les hizo costumbre.
Ella se iba sin mirar atrás,
perdiéndose, como un recuerdo,
que solo me deja la distancia del olvido,
entre aquellos suburbios que del morbo los consumía su sentido.
Y yo no lo niego,
de morir tengo miedo,
y sólo, olvidado, rodeado de demonios,
ya vivía en el infierno.
Yo gritaba, desesperado no por el fuego,
es que a mi amada me olvide
de decirle que la quiero,
pero me volví un desmerecedor de su mirada,
ella se alejó, me dejó, me había abandonado,
en un suspiro me saludo con la mano de garfio, y
o fui el que construyó la lápida, ahora estoy escribiendo mi epitafio.
Ya el fuego trepa por mi pierna,
pero ya no me importaba ,
porque en el peor momento
de mi vida ella no estaba.
¡¿Qué importa?!, ¡¿qué importa la esperanza?!, solo deseaba caer porque nada de lo que sufriría sería peor que perder, perderte.
Y ahora estoy, naufragando en las olas del tiempo, de mi mente grita la muchedumbre maldita, y la marea golpea mi ilusiones, en parpadeos el cielo se ilumina de relámpagos, se venía una tormenta, la pestaña del huracán soplaba, solo esperaba la muerte, la perdición ya era mi deseo, y me ahogué cayendo en la profundidad del infortunio...Me desperté al minuto sobre una carreta, nadie le daba latigazos a los caballos ellos solos se manejaban, estaba oscuro, y yo pensando en ella, fue solo un sueño de todo lo que se me reflejaba, y yo tenia atadas las piernas, pero las manos sueltas. De pronto se escucha un latigazo, pero no fue dirigido hacia ningún caballo, era un hombre encapuchado, su rostro no lo mostraba, estaba perdidamente confundido, sólo me lo imaginaba, -¿Donde estoy?, ¿Quien eres?- Pregunte jadeando, -¡No hables¡ . . . espera un momento, silencio que los perdimos -¿A quienes? - A tus asesinos...
Habían pasado varios meses de olvido, erguido por un pasillo angosto pero largo con perfecto diámetro para no mirar hacia atrás, ciego de vacío puse mi verdades en el suelo y sin miedo de guardar comencé a barrer ceniza de los fuegos que solo enfrían el corazón, sin remedio que el remordimiento del pasado y la exigencia del futuro, entré en un cálido y dulce rose de tranquilidad, embriagado en la fragancia de un perfume lujurioso y la seguridad de una cicatriz bien escondida solo extendí mis brazos y volvió a perderme en el inframundo del amor.