La bestia

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Corre.

Sus pisadas contra el suelo forrado de hojas son lo único que se escucha en la noche cerrada, pero aun así sabe que no está solo.

Corre.

El aire le escuece los pulmones y sus piernas piden a gritos un descanso, pero no puede detenerse.

Corre.

La bestia está tras él, lo siente en los huesos. Sigue su rastro como el animal salvaje que es, ansiosa por capturar a su presa.

Gritan.

Los gritos lo rodean. Escucha las almas en pena susurrar su nombre en todas direcciones y en ninguna a la vez. ¿Es su imaginación acaso? ¿Es su conciencia tal vez?

Se detiene.

Mira a su alrededor con el terror tatuado en la mirada, incapaz de decidir qué camino tomar ahora. Los gritos lo confunden y la oscuridad que rodea el tenebroso bosque no lo ayuda precisamente a pensar con claridad.

Respira.

Respira y la bestia respira junto a él. Son como dos corazones latiendo al mismo ritmo, dos viajeros partiendo al mismo rumbo. El hombre, la bestia. La bestia, el hombre. No importa cuánto corra, ella siempre lo encontrará.

Lo sabe.

Sabe que no puede escapar de ella.

Sabe que como el más perfecto de los espejos ella copia sus movimientos, sin importar lo que haga para despistarla. Sabe que no importa a dónde corra, siempre va a ser encontrado.

Se rinde.

Con un último suspiro se deja caer en el suelo con la luna perfectamente redonda brillando sobre su cabeza y la bestia, una vez más, se apodera de su ser.

Letra tras letraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora