Letra tras letra

La miraba y sonreía

La miraba y sonreía. Sonreía como lo hacía sesenta años atrás y como, con placer, lo haría por una eternidad más.

A sus ojos, nada había cambiado. Tiempo atrás el cabello dorado como el sol había dado paso a la blanca nieve, pero eso no la había hecho menos hermosa. Porque sus labios seguían pintados del mismo rojo carmesí que llevaba a sus diecisiete y sus ojos, a pesar de encontrarse enmarcados por arrugas, seguían brillando como el más azul de los cielos, como aquella primera vez.

Su risa seguía siendo estridente, incontenible, la única capaz de acelerar su ya cansado corazón como si tuviera dieciocho otra vez. Sus besos seguían sabiendo a chocolate caliente y sus manos se seguían aferrando a las suyas con increíble fuerza cuando sus dedos, pareciendo desesperados, se buscaban unos a otros.

La miraba y sonreía, porque en su mirada aún se vislumbraba esa niña demasiado lista para su edad, ansiosa por salir a explorar al mundo. La miraba y sonreía, porque a sus ojos él seguía siendo el tímido muchacho que suspiraba por ella en la lejanía.

La miraba y sonreía, porque al mirarla veía cada baile compartido, cada día de sonrisas, cada noche de pasión. Veía a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y el amor que profesaba a cada uno de ellos. Veía los sueños cumplidos, las aspiraciones olvidadas, las metas alcanzadas.

La miraba y sonreía, porque al mirarla veía su vida, que sin importar los altos y bajos había sido la mejor de las vidas. Contemplaba a su alma joven, aquella que se negaba a envejecer junto con su cuerpo, la que lo incitaba a escapar de los años también.

La miraba y sonreía porque la amaba, la amaba por cada cosa que ella era, por cada cosa que le hacía ser.

La miraba y sonreía, porque el amor que se profesaban les había obsequiado una eternidad, una eternidad que era suya para pasarla con su amaba que sonreía junto a él.