En un infierno desierto (oneshot)

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Rin nunca pensó que la felicidad podría llegarle a una criatura como ella. Ella nunca pensó que gracias a su ama, Satori, encontraría un lugar al que llamar suyo. Aunque ese lugar fuera el mismo infierno. Aunque ese lugar sólo fuera un patio de juego para espíritus vengativos. Rin era feliz porque estaba Utsuho. Rin era feliz porque Satori, su ama, temida por los humanos, era adorada por los animales. Todos los días en el infierno eran iguales, pero eso a Rin no le molestaba lo más mínimo. Cuando llegó al palacio de Satori y descendió a su actual hogar, estaba sola, perdida, asustada y tenía miedo. Tenía mucho miedo. Pero pronto dejó de estar asustada, cuando una chica de pelo negro adornado con un lazo verde, se acercó a ella y le habló, salvándola de sus miedos.

- ¿Eres la nueva mascota de Satori-sama? Veo que te ha hecho lo mismo que nos hizo a los demás... Soy Utsuho Reiuji, y como puedes comprobar, también soy una mascota de Satori, igual que tú. Podemos ser amigas, si quieres. Puedo enseñarte cómo vivir aquí, no es tan difícil como parece.

- Utsuho... es un nombre bonito. Y me gusta tu lazo. Yo me llamo Rin, en-encantada...

- Vaya, ¿te gusta? me lo dio Satori, pero la verdad es que no lo necesito. ¡Te lo regalo!

- ¿E-en serio?  ¿y tu pelo? 

- ¡No te preocupes por mi pelo, Rin! Le puedo pedir más lazos a Satori, al fin y al cabo, ella confía mucho en mí, fui su primera mascota. Satori-sama es una youkai que puede leer las mentes de los humanos, sabes. Por eso todos la temen, menos nosotros, los youkais como tú y yo.

- ¿Entonces, por qué no nos deja estar en el palacio? 

- Es una larga historia... Pero nos necesita aquí. Este lugar fue el infierno, este lugar ardió, pero ahora no es un más que un simple patio donde los espíritus vengativos vienen a jugar, y nosotras tenemos que encargarnos de este juego. ¿Ves ese carro? es para transportar almas, para transportar espíritus. Te enseñaré a usarlo, serás la nueva guardia de tráfico del infierno, ¿te parece bien?

- Si no te importa enseñarme...

- ¡Claro que no, somos amigas, Rin!

La sonrisa que Utsuho le regaló a Rin en ese momento fue lo más bonito que había visto jamás. Fue incluso más bonito que el gesto que hizo Satori recogiéndola, aunque sin Satori no habría conocido a Utsuho. Esa chica brillaba en el árido y desierto lugar que era el infierno. Utsuho era la nana que Rin siempre había querido oír. Los días pasaban y pasaban, y con ello Rin y Utsuho iban haciéndose más amigas. Quizá hasta algo más, pero ellas no lo sabían. Utsuho le enseñaba a Rin cómo comportarse ante Satori, así que pocos días pasaron hasta que su ama se encariñara muchísimo de su nueva mascota. Un día, Rin habló con su ama y le pidió a esta dos lazos verdes para atar su pelo en dos trenzas, así le pudo devolver a Utsuho su lazo, pero la chica de pelo negro se negó a aceptarlo. Ese lazo era lo que las unía, era algo demasiado bonito para que lo tuviera alguien como Utsuho. O eso pensaba ella. 

Rin era feliz, muy feliz. Y Utsuho... bueno, ella también, pero esa felicidad no le bastaba. ¿Ese patio en el que sólo se resignaban a hacer sus tareas para organizar el infierno? ¿sólo porque Satori se negaba a hacer algo útil? ¿sólo porque su ama se pasaba los días persiguiendo a su hermana, que no paraba de escaparse de casa? No. La ambición de la chica cuervo volaba más alto, volaba mucho más alto. Y quién le iba a decir a Utsuho que su ambición podría satisfacerse tan fácilmente. Paralelamente a los días apacibles en el infierno mientras las dos mascotas se hacían amigas, había tenido lugar el incidente del templo Moriya. Las diosas del templo, Suwako y Kanako, habían perdido en la batalla contra la sacerdotisa del templo Hakurei. Así que pocos días pasaron hasta que, Kanako, bajó al infierno gracias a Koishi, quien se encargó de distraer a su hermana Satori para que la diosa accediera al territorio de las mascotas. El día que se produjo eso, Rin estaba transportando espíritus en su carro, siempre con su risueña sonrisa y sus trenzas ondeando. Observar eso hacía feliz a Utsuho, y también le provocaba un leve sonrojo en sus mejillas que siempre disfrazaba, alegando que se debía a lo horriblemente caluroso que era ese lugar, pues estaban en el infierno, al fin y al cabo.

La diosa de pelo corto, con una mirada desafiante, se acercó a la mascota para contarle su plan.

- Vaya, vaya, así que tú eres una de las mascotas de esa youkai que lee mentes, entiendo...

- ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

- Soy una diosa, Kanako Yasaka. Templo Moriya. Vengo a ofrecerte algo, ya que seguro que estás cansada de estar encerrada en este lugar con las mismas mascotas.

- No está tan mal, en el fondo... -la vista de Utsuho fue inmediatamente a Rin, que seguía correteando con el carro-

- Oh, así que te interesa esa chica pelirroja de las trenzas, interesante...

- ¡Se llama Rin! Y n-no me interesa...

- Oh, vamos. Seguro que te encantaría crear un escenario para ti y tu amiga, en la superficie. ¿Qué te parecería si yo te diera poder para poder hacer arder este asqueroso lugar? Si el infierno arde otra vez, podrías hacer arder la propia superficie... 

- ¿Crear un nuevo paraíso, poder, yo? ¿un simple cuervo, qué puede hacer?

- Ya no eres un simple cuervo, ahora tienes el poder de Dios.

Kanako se fue, tras haberle dado a Utsuho algo. Algo que más tarde supo que era la fuente de sus nuevos poderes. Ahora podía desafiar el mismo sol. Ahora podía brillar más que Rin, ahora podría hacer que Rin se fijara en ella y en el nuevo paraíso que crearía sólo para las dos, lejos de la egoísta de Satori. Al cabo de poco rato, Rin se acercó a Utsuho, corriendo.

- ¡Okuu! ¡He vueltoooooo! ¿Okuu, qué estás haciendo? -Utsuho estaba de espaldas, alzando el brazo, ahora recubierto con una especie de armadura desde donde iba a disparar el rayo que calcinaría toda la tierra.

- ¡Hola, Orin! Dios ha venido, Dios ha venido y me ha dado poder. Me ha dado poder para quemar este lugar, ¡para quemar toda la tierra!

- Okuu... no digas esas cosas... ¿y si Satori-sama se entera?

- ¿Satori? ¿Qué pude hacer Satori para pararme, ahora que tengo el poder de Dios?

-¡No digas eso, Okuu! ¡Satori nos dio este lugar, sin Satori no habríamos podido conocernos!

- ¡No me voy a aferrar a eso como tú, Rin! ¡Mi ambición vuela más alto!

Rin, al borde del llanto, se sacó uno de los tres lazos que llevaba en el pelo y lo extendió delante de Utsuho.

- ¿Es que esto no es importante para ti? ¿En serio no lo es?

- Cuando la tierra sea nuestra, tendremos cosas mejores que este simple lazo.

- ¡No es simple, para mí lo es todo! 

Y sin esperar más, Utsuho apuntó al lazo, para probar con él su nueva arma. Sólo quiso disparar un leve rayo para fundir el lazo, pero al parecer, Utsuho estaba tan ciega de poder, que no supo controlarlo. El rayo alcanzó de pleno a Rin, y mientras se reducía a cenizas, se acercó a Utsuho y susurró sus últimas palabras:

- Cuida de este lugar, Utsuho. Cuida del lugar en que me conociste. Y no olvides que te quise, no olvides que te salvé. 



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