Capítulo 1.

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Estaba acomodando algunas cosas cuando miré el reloj que colgaba de una pared. Diez y cuarenta. Muy bien, faltan veinte minutos para que mi turno se acabe.

La cafetería Viki's Coffee es perfecta para todos los viajeros nocturnos, ya que pasa abierta las veinticuatro horas del día. Es muy recurrida, más que todo en la noche, porque no hay otro lugar que esté abierto y con éstos climas, un chocolate caliente a las diez de la noche no le caería mal a nadie.

Al terminar de poner algunas servilletas en su lugar, me acerqué a una pequeña mesa que está cerca de la cocina y me senté en una de las sillas que la rodeaban. Estaba agotada. Hoy fue un día muy duro, y eso que apenas era miércoles.

Y así eran todos mis días. De ocho de la mañana a cuatro de la tarde, iba al instituto. De cinco a once, me venía a trabajar aquí. De lunes a viernes era así.

Me estaba quedando dormida en el lugar donde me acababa de sentar cuando de pronto Aby, la compañera con la que compartía turno, me levantó diciendo que tenía un cliente.

Tonta persona por sentarse en una de las mesas que me corresponden, pensé.

-Buenas noches, soy Am y lo atenderé ésta noche. ¿Ya sabe que desea ordenar- Dije amablemente y sin despegar la vista de la libreta de apuntes. Esa frase me la sabía de memoria.

-Sí, buenas noches. Quiero un chocolate caliente y unas galletas de mantequilla, por favor. -Una voz grave y algo entrecortada me hizo levantar la vista.

Frente a mi había un muchacho que seguro no pasaba los dieciocho años. Estaba cubierto por una capa de motociclista mojada, porque afuera estaba lloviendo a cántaros. Su rostro estaba pálido y sus labios morados por el frío, y supuse que por eso su voz había sonado así. El pobre se estaba congelando.

-Claro, ¿Desea malvaviscos para su chocolate?- Me miró confundido. -Oh, la orden de chocolate viene con malvaviscos, si el cliente lo desea.

-S-si por favor, eso estaría muy bien.

-Bueno, en unos minutos le traeré su orden.- Sonreí amablemente y fui hacia la cocina.

Hace unas semanas Livy, otra compañera, había dado la idea de poner malvaviscos en el chocolate y a todos nos pareció una buena propuesta.

Al llegar a la cocina, le di el pequeño papel con la orden escrita al cocinero y él empezó a servir el chocolate, que al parecer ya tenia preparado.

-Es raro que alguien joven venga a estas horas, en vez de estar aquí podría estar en un bar. -Dijo Jonha, el cocinero.

Y era cierto. Casi siempre nuestros clientes eran camioneros que hacían largos viajes y paraban a estas horas para comer algo y seguir. Nunca eran jóvenes, ya que esos preferían tomar alcohol en vez de un chocolate.

-Am, orden lista. Llevo repitiéndolo tres veces cariño.- Salí de mis pensamientos rápidamente y tomé la orden, sonriendole a Jonha.

Caminé rápidamente hacia la mesa donde el muchacho me veía fijamente, o más bien, veía la taza humeante que llevaba en la bandeja.

-Un chocolate y galletas de mantequilla. ¿Desea añadir algo más?

-No gracias, esta bien así.-Dijo el joven luego de tomar un sorbo de su taza.

-Muy bien, que lo disfrute.

Luego de eso caminé hacia la cocina y miré el reloj de nuevo. Once en punto.

Seguí mi camino tomando un pequeño pasillo que está a un lado de la cocina, llegando a una sala donde también había un baño.

Tomé mis pertenencias y salí de ahí rápidamente.

Dedícate a querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora