Capítulo 3: "Pequeños Placeres Carnales"

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17 de Febrero de 1953
11:32

Era domingo, el día del Señor, y como todo aquel al que no le gusta que su madre le de la típica charla sobre el porque de no acudir a la iglesia, me dirigía precisamente allí, donde me encontraría con mi madre, con la que, rato después, comentaría lo bien que ha explicado el cura el evangelio mientras tomamos un rico café con pastas de canela y limón a la sombra de un viejo árbol.
Mi madre vivía por la zona acomodada de Londres, en un barrio donde la pobreza era solo un mito. Enviudó cuando yo tenía siete años, pero siempre se supo desenvolver bien con los demás, sobretodo con los hombres, de los cuales sacaba beneficios gracias a su trabajo. Y no era una prostituta, ni mucho menos. Era una una bailarina de un club cercano que se dedicaba a entretener durante las fiestas que los ricos organizaban. Los hombres veían que su arte en el baile no era moco de pavo, y le recompensaban con grandes sumas de dinero. Su buena forma física también le ayudaba, y no te negaré que más de una vez se habrá ganado alguna que otra propina con algún trabajito extra... Pero no se lo reprocho. Es muy difícil sacar adelante a una familia con dos hijos si encima tu marido está muerto. Se llama Evelyn, Ivy para los amigos. Y sí, tengo un hermano, se llama Thomas, Tom para los pocos amigos que tiene. Tommy es mi hermano pequeño, siempre fue el favorito de mi madre, pero no le culpo, pues él tenía cinco años cuando mi padre murió. Fue el que más notó su pérdida. Ahora trabaja como empresario en un importante bufete de abogados, dirigiendo las cuentas y los gastos de la empresa. Tiene muchos contactos, pero pocos amigos. En el mundo empresarial no te puedes fiar de nadie: si no tienes dinero te abandonan como a un perro callejero. Mi hermanito era un todo un Casanova, y era conocido por las altas esferas de la sociedad como "El hombre que dejó preñada a medio Londres". Y no era broma, seguramente mi hermano haya embarazado a más mujeres de las que yo me habré acostado jamás. Pero no le envidio, no soy de esos que van de cueva en cueva, si encuentro una acogedora me quedo allí, pase lo que pase y entre quien entre.

12:00

- Que el Señor esté con todos vosotros... - rezaba el cura.
- Hola mamá - le dije, acompañado por un fuerte abrazo.
- Hola cariño, ya pensaba que no ibas a venir - me respondió ella alegremente.
- Mamá, la misa acaba de empezar.
- Calla de una vez Jackie, no te vas a enterar de nada...
- Como si me importara... - murmuré.

Hacía años atrás que mi madre había dejado el baile, y cuando lo hizo, por arte de magia, se volvió profundamente cristiana. Cambió radicalmente de carácter, como si nunca hubiera llevado una vida de placer, y juró que jamás abandonaría al Creador. Supongo que con cincuenta y siete años a alguien ya le entran las dudas sobre si lo que ha hecho en la vida está bien, y busca un respaldo donde asegurar su inmortalidad en un lugar mejor. Cuentos de viejas a mi parecer.

- Hola mamá, hola Jacob - mi hermano acababa de llegar, justo a tiempo para escuchar el evangelio.
- Tommy, ¿qué tal estás? Has tardado mucho, ¿te ha ocurrido algo? - dijo mi madre, sin intención de ocultar su claro favoritismo hacia mi hermano pequeño.
- No mamá, estoy bien, solo tenía unas cosas que arreglar, no es nada.
- De acuerdo. Ahora silencio que va a comenzar el sermón.

Tom se sentó a mi lado, y me estrechó la mano fuertemente, como a cualquiera de sus compañeros con los que negocia día a día. No nos dirigimos ni una sola palabra.

- El Señor nos invita... - el cura acababa de comenzar su sermón sobre el evangelio - ... y nos obliga, a no dejarnos llevar por el pecado, por lo que el Demonio representa, y no estoy hablando ahora solamente de matar, o herir al prójimo de forma violenta, porque estoy seguro de que nadie de aquí realiza tales actos de maldad. Me refiero a esos pequeños placeres carnales que seguramente todos los presentes habrán probado alguna vez... - dirigió una mirada a mi hermano - ... Y no interpretéis mal mis palabras, no es malo disfrutar de la compañía de aquel hombre o mujer al que amas, lo que es malo es disfrutar de la compañía de un hombre o mujer que no conoces, solamente para satisfacer tus instintos básicos de placer. No sucumbáis ante el Maligno, y pensad una cosa: cada vez que realicéis tales actos recordad que él asciende desde las profundidades del infierno para regocijarse, pues a cumplido su cometido, y ese es el de jugar con vosotros para convertir el mundo en una mierda.
Silencio

13:03

- ¿Qué opináis? - dijo mi madre al final de la misa.
- Parece que el sermón iba dirigido a ti, hermanito - dije yo con un tono burlón.
- Ni lo dudes Jacob, ese hombre me ha cogido manía.
- No digas eso del pobre padre Abel... - dijo mi madre ofendida - ... ese hombre ha vivido muchas cosas que ninguno de vosotros desearía haber vivido...
- Madre, yo todos los días me enfrento a situaciones que nadie desearía vivir... - dijo Thomas con aires de grandeza.
- Lo sé cariño, lo sé...

Mientras mi hermano y mi madre discutían, yo reflexionaba. Daba gracias por haber acudido a la iglesia ese domingo. El sermón del padre Abel me había servido para enlazar muy bien el caso que estaba intentando resolver. Probablemente el asesino fuera alguien mujeriego, al que no le costaría relacionarse con las damas. Primero se ganaría su confianza con una serie de frases que todo hombre conoce, para después llevárselas a la cama, donde las drogaría con las jeringas que se encontraron en el escenario del crimen. Con el primer asesinato no se encontraron ningunas jeringuillas, por lo que el asesino debió de tener más prisa durante su segundo acto, y de esta forma las olvidaría allí. En cuanto a que me ha ayudado el cura: lo que a nuestros ojos es una aberración contra la naturaleza, para el asesino no debe ser más que un pequeño placer carnal.

- Mamá, Tommy, debo dejaros, tengo unos asuntos muy urgentes que solucionar.
- De acuerdo hijo, ya nos veremos - se despidió mi madre.
- Adiós Jacob - dijo mi hermano con una voz de prepotente. Normalmente no aguantaba cuando ponía esa voz, pero hoy estaba de tan buen humor que no le di importancia.

Debía informar a Nathan sobre lo que había deducido y el perfil que había realizado del asesino. Pero no tenía prisa, al fin y al cabo, yo también me merecía de vez en cuando alguna recompensa.

15:48

El burdel donde trabajaba Abbie estaba abierto, a pesar de lo ocurrido días atrás, pero lo agradecía, pues necesitaba despejarme de todo lo que me agobiaba. Deseaba con todas mis fuerzas que mi concubina se encontrara allí. Y mis deseos se hicieron realidad. En cuanto Abbie me vio cogió mi mano, y con un movimiento de caderas muy sensual me llevó directo a sus lujosos aposentos. Una vez allí nos dirigimos una serie de besos llenos de pasión antes de lanzarnos a la acción. Se desnudó, dándome la espalda.
- No me tientes - dije con tono picarón.
No me hizo caso, y yo, como una fiera sedienta de carne fresca, me quité la camisa, me baje los pantalones y corrí hacia ella, empujándola contra la cama, donde todo se convirtió en una serie indefinida de gemidos, revolcones, besos y más gemidos.
Ahí tenía yo mi pequeño placer carnal.

1953Donde viven las historias. Descúbrelo ahora