Como era de esperarse, Mia no vino a clases hoy.
Como era de esperarse, mi mañana empezaba a ser una mierda, igual que todas mis mañanas en el último tiempo.
Soy Skyler Marshall, tengo 17 años, y asisto al instituto Buchanan, en California.
Mi instituto era exactamente como todos los de mi país y, me atrevo a decir, como los de todo el mundo. El mundo escolar del que yo formaba parte era como la masa estudiantil descripta por Lindsay Lohan en Mean girls. Para los que no vieron dicha película, les paso a contar: estaba el grupo de "estudiosos", los otakus, los que pertenecían a diferentes clubes, las "plásticas" (un grupo de chicas que se creían más que los demás por vestir ropa de marca y asistir (o dar) inmensas fiestas captando la atención de los chicos con sus diminutas minifaldas) y, finalmente, sus equivalentes del sexo masculino: el equipo de, en el caso de mi colegio, vóley masculino. Ésta última era igual o incluso peor a las plásticas: este grupo de chicos era de los que pensaba que podían tener sexo con cualquier mujer con sólo guiñarles un ojo y hacer esa sonrisita que los caracterizaba, como si dijeran "te gusto, y lo sé". ¿Saben qué era lo peor? que ellos de verdad conseguían lo que querían haciendo eso. A qué punto llegaba el poco cariño de las mujeres a ellas mismas, ugh.
Con todas estas especies escolares tenía que convivir a diario, y Mia, mi mejor amiga, no había venido hoy. Nosotras pertenecíamos, entre todos los tipos de personas del colegio, a los que formaban parte de un club. Nosotras éramos parte del diario escolar, junto con Lizzy, Anne y Michael. Nos sentábamos juntos en el almuerzo, junto con los del club de ajedrez que, cabe destacar, sólo lo forman Alice y Fred, ya que en el último tiempo los demás de habían retirado dado el bullying recibido por parte de Victoria y Rebecca, las dos plásticas más grandes del instituto. Odiaba a esas perras.
En realidad todos las odiabamos, pero la mayoría de los alumnos elegía fingir que les agradaban, para no sufrir las consecuencias de estar contra ellas.
- Estamos llegando tarde, Sky.- me dijo Michael agarrándome del brazo para ir a Química.
- Mike, los dos sabemos que al profesor no le importa.
- Al señor Liester no le importa que tú llegues tarde.
Adrian Liester era el profesor más joven del instituto. Con sólo 24 años, era el suspiro de todas. Quizás su razgo más impactante sean sus ojos, que, negros como la noche, contrastan con su rubio pelo. Es alto, capaz llegue a medir un metro noventa, y siempre va de jeans y camisa. Pero lo que más llama la atención es su blanca y amplia sonrisa que, según Mike (y para mí claramente no era así), sólo usaba conmigo.
Entramos en la clase cuando todos estaban sentados, y Liester estaba explicando, aparentemente, un tema nuevo (y lo supongo por la cara de confusión que mis compañeros de clase tenían). Obviamente todos dirigieron su vista a nosotros, incluyendo a Adrian.
- Señor West, buenos días, tengo un regalo para usted.- anunció dandole una boleta para detención después de clase.- Skyler...uhm, ten.- dijo dándome una igual a la de mi amigo.
Los dos, fastidiados por tener que ir a detención, buscamos lugar para sentarnos. Los bancos eran de a dos, y quedaban tres lugares libres: uno al lado de Lia Ronson, la chica más reservada y seria del instituto, otro junto a Nathaniel Adams, miembro del equipo de voley, y otro con Mark "oloroso" Jackson. Michael prácticamente corrió hacia Lia, que no pareció muy contenta, y para mí sentarme con Mark no era una opción viable.
Dejé mis cosas y me senté junto a Nathaniel.
- Buen día, Marshall. -me saludó.
- Hola, Adams.
Nathaniel o Nathan, como le decían casi todos (y la excepción era yo), era la estrella del equipo, y, por ende, prejuzgado y odiado por mí. Acepto que creer a Adams un egocéntrico sólo por jugar a aquel deporte era malo, porque en realidad no lo conocía, pero aprendí por experiencia que confiar en un jugador de aquel equipo era malo, todos estaban cortados por la misma tijera hasta que se demuestre lo contrario.
Empecé a garabatear cosas que debía hacer en la semana, para no olvidarme luego, cuando siento que el chico al lado mío me pega un codazo.
-¡Idiota!- le grito sobandome las costillas. Todos me miran, incluso el profesor- ¡idiota!- le susurro. Su expresión era tan divertida que me hizo cabrear más.
-Señorita Marshall, ¿se encuentra bien?
-Si, profesor, estoy bien, gracias.- respondo volviendo la vista hacia Adams.
-Nathaniel, ¿qué mierda te pasa?- le susurro.
-Me llamo Nathan- observa, en el mismo tono- Y quería preguntarte si esta semana escribirás en el periódico sobre el partido de mañana contra East High.
-Eso no te incumbe.
- Si, si me incumbe si mi hermosa cara va a estar en la tapa.- rodé los ojos- ¡ey! Es una broma- rodé los ojos de nuevo, sin responder- Si sigues haciendo esa cosa con los ojos y te dá el aire te puedes quedar bizca.
-Oh, gracias por el super interesante dato que me diste, Adams, me interesa...mmm...del uno al diez...un cero.- dije sin despegar la vista de mi hoja.- ¿quién te lo enseñó?
-Mi mamá. -reí tan fuerte que apuesto que hasta mi madre en mi casa me escuchó. -¿Qué? - dijo sonriendo él también.
- Nathaniel y Sky, a la oficina del director. Ahora.
- Se llama Skyler, profesor, trate de esconder el favoritismo- dice el chico con una sonrisa sarcástica.
- Nathaniel, harás dos horas de detención después de clase.
Miré a Mike. Mike me devolvió la misma mirada.
Un sobrevaluado egocéntrico jugador compartiría castigo con nosotros, genial, nótese el sarcasmo.

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Falling.
RomanceSkyler y Nathaniel no tienen absolutamente nada en común. De hecho, Nathan es todo lo que Sky odia. ¿Qué sucederá entonces cuando Nathan decida conseguir el corazón de Sky, aun sabiendo que ella lo odia?