Un Resfrío En Año Nuevo

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Tsukishima no amaba mucho la festividad de año nuevo pero siempre las esperaba con ansias. No es que contara los días para ir a convivir en casa de sus abuelos, escuchar los gritos de sus primos o soportar uno que otro comentario de lo mucho que había crecido. Odiaba todo eso, él prefería estar en casa, escuchar música y leer un libro. No es que fuera obligatorio ir y si por él fuera se evitaría todo esa convivencia familiar, pero siempre había un motivo de que hiciera acto de presencia en. ¿El motivo? Pasteles.

Cada año nuevo su abuela siempre hacía pastel de chocolate, fresa, durazno, licor, mil hojas, pie de manzana con canela, mango, nuez, cupcakes decorados con chispas en forma de dinosaurios, croquembouche, macaron, semla, strudel. Ella sabía su debilidad por los pasteles y cada cena hacía algo nuevo. ¿Esa noche qué tocaba? Tiramisú y tarta Linzer o eso le había comentado por teléfono hace unos días, ahora que lo pensaba mejor, ese día que habló con ella fue cuando comenzó a estornudar y decidió dejarlo pasar. Ahora se encontraba terriblemente arrepentido.

— 38,7 °C sigue alta — habló su hermano mientras veía el termómetro eléctrico

— Estoy bien, se bajará en el camino — intentó levantarse de la cama pero su hermano lo detuvo

— Debes descansar Kei

— No es tan grave — dijo sin tanto ánimo

— ¿Qué no es tan grave? — Preguntó su madre mientras entraba a su habitación — Tus mejillas están rojas, tu voz suena apagada y te apuesto a que apenas y puedes mantener tus ojos abiertos — le regañó — así que descansa

— Pero...

—Lo pondré de otra manera, si no descansas entonces le diré a tú abuela que no prepare el pastel de fresa que tanto te gusta y no probarás bocado de algo dulce en toda la noche.

— Nos gustaría quedarnos pero... — habló su madre con tristeza — ¿Nos prometes que descansar?

— Estaré bien, no se preocupen — respondió mientras los despedía en la puerta

— Tú también no te preocupes Kei — habló su hermano mientras le revolvía el cabello — te traeremos varias rebanadas de cada una de las tartas y no olvidaremos la tarta especialmente hecha para ti

— No solo voy por eso — habló fuerte mientras su hermano corría al lado de su madre — bueno, al menos será una noche tranquila — habló una vez los había perdido de vista, cerró con cuidado la puerta pero un pequeño mareo lo obligó a recargarse en la pared — espero que sea una noche tranquila

Con poco ánimo subió las escaleras, se metió a su habitación, tomó las pastillas que su hermano le había dejado y se dejó caer en la cama. Poco a poco la medicina estaba cobrando efecto y en menos de un minuto el canto de las aves y ruido de los niños de afuera desaparecieron para él.

¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía. Sus ojos seguían cerrados y no quería abrirlos pero se forzó a hacerlo. Quiso levantarse pero su cuerpo se sentía pesado y su cabeza dolía. Se llevó la mano a la frente y una sorpresa se llevó al notar un paño húmedo. Fue cuando percató la presencia de alguien más junto a su cama.

— ¿Quién? — pregunto con una débil voz, intentó ver quien era pero su fiebre se lo impedía y lo único que observaba era una sombra

— Tranquilo — habló aquella persona. Su voz se le hacía muy familiar, aunque en esos momentos no lograba recordar a quien pertenecía — Sigue durmiendo Kei

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