Tic tac, tic tac, observaba el reloj esperando que pasaran las horas de la interminable clase de anatomía patológica general. Lorelai era una chica poco inusual, tenía claro qué clase de vida quería tener, y cómo conseguirla; despertaba envidias allá donde iba, su metro setenta de altura y cuerpo de infarto acompañados por unos ojos verdes esmeralda, cabello rubio muy largo y carita de ángel, llamaba la atención por donde pasaba, vestía siempre con pantalones vaqueros anchos y camiseta ajustada, como accesorios unos pendientes largos y un reloj que le había regalado Samantha, su pareja desde hacía dos años. El sueño de Lorelai era llegar a ser veterinaria y montar su propio refugio para animales, sus padres tenían un poder adquisitivo muy alto pero ella se negaba en rotundo a que ellos le pagaran la universidad y posteriormente el centro para animales; desde los dieciséis había empezado a trabajar a tiempo parcial por las tardes para poder ahorrar y pagarse la universidad. Sus padres se sentían orgullosos de ella.
Cuando sonó el timbre de salida alzó la mirada en busca de Samantha, a pesar de ser pareja nunca se sentaban juntas en clase, preferían tener su espacio para evitar distracciones. Lorelai se sentó en la mesa más cercana y esperó pacientemente a aquella chica bajita de cabello largo y negro que la miraba con sus ojos azul cielo cómo si esperara que su novia se acercara para besarla, aunque sabía que no sería así.
En los dos años que llevaban saliendo Lorelai no había tenido ni una muestra de cariño hacia ella en público y tampoco permitía que Samantha la tuviera hacia ella.
Los padres de Samantha eran muy conservadores y jamás le permitirían salir con una chica, además de imponerle la carrera que debía estudiar, derecho.
Se conocían desde la guardería por eso los padres de Samantha nunca sospechaban que pasaran tanto tiempo juntas, aunque ahora ya eran más mayores puesto que ambas habían cumplidos los diecinueve y habían empezado la carrera de veterinaria; algo que ocultaban a los padres de Samantha.
A la salida de la universidad se dirigieron a la cafetería donde habían quedado con Isbel y Rosner. Los hermanos gemelos estudiaban en la misma universidad que ellas, y siempre que podían estaban juntos, todos pensaban que Isbel, Samantha, Rosner y Lorelai eran pareja por eso tenían esa cercanía, pero ellas nunca se fijarían en aquellos apuestos jóvenes de ojos miel, cabello rizado negro y metro noventa de altura.
La cafetería de la universidad estaba decorada con los colores que identificaban la universidad, azul y blanco, y en las paredes mil cuadros con fotos de estudiantes que habían pasado por allí a lo largo de los años, ellos tenían la esperanza de algún día ver una foto entre todos aquellos chicos, pero para eso aún quedaba mucho, era su primer año y el jefe de la cafetería sólo colgaba la foto de los mejores estudiantes.
Los chicos llegaron y pusieron una gran sonrisa al ver sentadas a las chicas, Samantha les hizo un tímido saludo con la mano mientras Lorelai se ponía en pie para darles un efusivo abrazo.
―Hola chicas, ¿lleváis mucho esperando?― se interesó Isbel por la pareja, ya que sabía que habían llegado más tarde de lo habitual.
―Nada, sólo nos ha dado tiempo a tomarnos dos cafés y unos bollitos― bromeó Lorelai
―Entonces tendremos que ponerle remedio― intervino Rosner ― ¿qué os apetece?
―Lo de siempre grandullón― contestó de nuevo Lorelai dándole un beso en la mejilla, lo que avivaba los comentarios de sus compañeros que se encontraban allí. Rosner se levantó y fue hasta la barra donde pidió las bebidas para todos. Mientras el grupo de amigos hablan de forma animada.
Cuando terminaron los refrescos se dispusieron a marchase, Samantha era la encargada de dejar a cada uno en su casa, y aprovechaban el camino para hacer planes aunque ese día no harían nada puesto que Lorelai y Samantha tenían un examen la mañana siguiente.
