II

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El 7 de septiembre de 2031 era mi decimosegundo cumpleaños. Ese día, una borrasca tropical, o huracán, que se había formado en el suroeste del océano pacífico, fue moviéndose, haciéndose más fuerte, hasta que impactó contra la ciudad de No.6.

Era el mejor regalo que había tenido nunca. Estaba muy emocionado. Sólo eran un poco más de las cuatro de la tarde, pero ya estaba oscureciendo. Los árboles del jardín se inclinaban por el viento, arrancaba las hojas y las ramas más pequeñas. Me encantaba el ruido ensordecedor que hacían. Era todo lo contrario al ambiente usual del vecindario, en el cual casi nunca se hacía ruido.

Mi madre prefería los árboles pequeños a las flores, y gracias a su entusiasmo en plantar almendros, camelias y arces por todas partes, nuestro jardín parecía un pequeño bosque. Gracias a eso también, había un ruido ensordecedor Cada árbol crujía de una forma distinta. Las ramas y hojas que había arrancado el aire chocaban contra la ventana para volver a salir volando enseguida. Y de vez en cuando ráfagas de viento chocaban contra la ventana.

Me moría por abrirla. Ni siquiera un viento tan fuerte como este podía romper el cristal, así que la temperatura y la humedad de la habitación no había cambiado. Por eso es por lo que quería abrir la ventana. Abrirla y dejar que entrara el aire, la humedad y la lluvia. Para que cambiara.

"LuHan" me dijo la voz de mi madre desde el intercomunicador. "Espero que no estés pensando en abrir la ventana."

"No." Respondí.

"Bien... ¿Te has enterado? Se están inundando algunas partes del Bloque Oeste. Es horrible, ¿verdad?"

No parecía que se sintiera mal por ello para nada.

Fuera de No.6, la tierra se dividía en cuatro bloques - Este, Oeste, Norte y Sur. La mayoría de tierras de los bloques del Sur y el Este eran granjas o pastos. Proveían el 60% de los vegetales y el 50% de la carne. En el Norte, había bosques y montañas inmensos, conservados por el Comité Central de Administración.

Sin permiso del Comité estaba prohibido entrar en esa área. Aunque tampoco es que nadie quisiera adentrarse en esa jungla que no tenía el más mínimo mantenimiento.

En el centro de la ciudad había un parque forestal enorme que ocupaba una sexta parte del área de la ciudad. En él, uno podía experimentar los cambios de estación e interactuar con los cientos de especies de pequeños animales e insectos que vivían allí.

La mayoría de los ciudadanos se contentaban con la vida salvaje del parque. A mi no me gustaba demasiado. Lo que menos me gustaba era el edificio del Ayuntamiento, que se alzaba en el centro del parque. Tenía cinco pisos subterráneos y otros diez en la superficie, y tenía forma de cúpula. No.6 no tenía rascacielos, así que quizás "alzarse" era exagerar. Pero aún así, tenía un aspecto ominoso. Mucha gente lo llamaba la "Lágrima de la Luna" por que era redondo y blanco, pero a mí me recordaba más a una ampolla. Una ampolla que había salido en el centro de la ciudad. Y, como si estuviesen rodeándolo, estaban el hospital y el Departamento de Seguridad, conectados por unos tubos que parecían tuberías de gas. Y, rodeándolo todo, estaba el bosque. El parque forestal, un lugar de paz y tranquilidad para los buenos ciudadanos. Todas las plantas y animales que había allí estaban vigiladas en todo momento, y se documentaba todo sobre las flores, frutas y animales en cada estación.

Los ciudadanos podían ver cual era el mejor momento para observarlos a través del sistema de la ciudad. Una naturaleza perfecta, obediente. Pero hasta esa naturaleza iba a estar furiosa hoy. Después de todo, era un huracán.

Una rama, que aún tenía las hojas, chocó contra la ventana. Le siguió una ráfaga de aire, y su sonido resonó unos instantes. Por lo menos, pensé, puedo oírlo resonar. El cristal insonorizado no me dejaba escuchar el ruido que había fuera. Quería apartar el cristal, oír, sentir el viento. Sin pensarlo, abrí la ventana. El viento y la lluvia entraron. El viento rugió como si saliese de las profundidades de la tierra. Un rugido que no había oído en mucho tiempo. Levanté las manos y grité. Se perdería en el fuerte viento y nadie lo escucharía. Aún así grité, sin que significara algo. Gotas de lluvia cayeron en mi garganta. Sabía que estaba siendo infantil, pero no podía parar. Empezó a llover más fuerte. ¿Cómo de emocionante sería quitarme la ropa y entrar de sopetón en la lluvia? Intenté imaginarme a mi mismo desnudo, corriendo en medio de la tormenta. Dirían que estoy loco, seguro. Pero era una tentación irresistible. Abrí la boca otra vez, y me tragué las gotas. Quería reprimir este impulso tan raro. Me daba miedo lo que acechaba en mi interior. A veces me encuentro a mí mismo abrumado por una oleada de emociones salvajes.

DEPENDE DE LAS ESTRELLAS⭐  [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora