Eunice

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-Necesitamos que regreses.

-No puedo. Sabes que me retiré hace años. Y no pienso volver.

-¡Estamos hablando de una catástrofe mundial!

-Búscate a otra persona.

Eunice colgó y aventó el teléfono al mar. Su pelo húmedo quedaría esponjado si no se iba rápido al agua. Dejó sus cosas en la silla y se fue a la playa lentamente, permitiendo que la arena se juntara a sus pies y entrara en su piel. Volver a oír su voz le provocó un dolor de cabeza. Hace tiempo abandonó la Organización Humanista de Corea y de nuevo querían que estuviese ahí. A pesar de la pérdida de su esposo, Jae Bum, los muy descarados querían que operara una vez más para "salvar al mundo".

Al entrar en contacto con el agua, su piel se erizó y un sentimiento placentero recorrió la espalda de Eunice. Ahora sólo había que dejar pasar el tiempo y permitir que los sonidos de la playa de Nassau le tranquilizaran.

El mar se volvía violento al pasar los helicópteros sobre las aguas y el ruido que sus hélices provocaba un sonido insoportable para los oídos de Eunice, recordándole tantos malos recuerdos con la OHC. Rápidamente salió del agua y tomó sus cosas: una toalla, ropa, una pistola del calibre 45 y lentes polarizados. Los vehículos aéreos aterrizaron en la arena, a veinte metros de donde Eunice se encontraba. La gente comenzó a correr. Eunice apuntó hacia el helicóptero y disparó tres veces para tener un margen de tiempo y escapar de ese lugar.

Cinco personas salieron de los dos helicópteros que estaban en tierra –probablemente la sexta persona murió de uno de los disparos de Eunice- y siguieron el paso de ella. Tenía trajes negros, del mismo color que la corbata. Todo en ellos era negro, salvo la camisa. Sus pistolas estaban preparadas para disparar. Eunice se escondió en una casa color amarillo y se vistió con la ropa que tenía. Con una liga para pelo se hizo una cola de caballo. Colocó sus lentes en sus ojos y recargó la pistola. Su vestimenta consistía en una blusa color blanco y un pantalón corto de mezclilla. El calzado eran tenis blancos, sin calceta.

Al salir de la casa, fue precavida en cada paso que daba. Un paso en falso y todo terminaría. Un hombre de lentes oscuros y traje con una pistola en mano caminaba por la calle, mirando cuidadosamente en todas las direcciones. Pero Eunice fue más rápida y disparó dos veces: una al cuello y otra a la cabeza. El hombre se desplomó. Inmediatamente, muchos disparos amenazaron con quitarle la vida a Eunice, quien se refugió de nuevo en la casa amarilla y desde ahí comenzó a disparar. Pronto, otros dos hombres cayeron muertos en manos de Eunice. Ya no había munición y pronto los otros dos hombres lo notaron.

-Mierda.

Eunice indagó en la casa para buscar algo útil, pero nada parecía servirle. Buscó la estufa y dejó salir el gas. Sólo faltaban cerillos. Rápidamente, desarrolló un mecanismo para que la casa estallara al abrir la puerta y salió de ahí. No mucho tiempo después, un sonoro estruendo indicó que la casa ahora estaba en llamas, con los agentes dentro.

"Una cabina telefónica" pensó Eunice, "Una cabina telefónica es lo que necesito". Caminó varias calles hasta encontrar una. Marcó a la OHC, y no respondieron hasta el tercer timbre.

-¿Diga?

-Trae a alguien que me recoja. Rápido.

-¿Cambiaste de opinión? -preguntó la voz del otro lado de la línea.

-Me convencieron.

-Van en camino.

Eunice permaneció oculta el mayor tiempo posible, esperando a que la OHC llegara. El sol se iba por el horizonte, y ella seguía esperando. Finalmente, una camioneta negra se acercó a la cabina. Eran ellos.

EuniceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora