Leones Humanos

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Un león vaga solitario por la selva en algún lugar desconocido de esta imperfecta esfera . Sus zarpas acarician la hierba a cada paso que da. Sus ojos planean la caza de una presa que ni siquiera ha aparecido todavía. Hay maldad en su felino rostro. ¿Instinto? Puede.
A lo lejos, otro león aparece, paseando desafiante. Se miran de reojo, manteniendo las distancias. Éste último supone una amenaza, una competencia mutua, y está dispuesto a pelear por sus intereses. ¿Instinto? Puede.
Todavía más lejos, un apetecible e indefenso ciervo se acaba de parar a saciar su sed a la orilla de una sucia charca. Desconoce que, tras su desprotejido lomo, dos fieras hambrientas lo observan, agazapados en la hierba.
Avanzan hacia el lago, al alimón. Uno es reflejo del otro. Y el otro, del uno. La lentitud se convierte en trote; y el trote se transforma en carrera. Ambos dan el máximo. Uno de ellos toma la cabeza. El otro, viendo imposible la hazaña de remontar, cambia de objetivo: fija su mirada en el lomo del rival, esperando el momento oportuno para saltar sobre él. ¿Instinto? Puede.
Tal vez sería más fácil unir sus fuerzas para cazar la presa, pero se abalanza sobre su competidor, lanzando un grito amenazante. Tal vez sería más facil compartir la recompensa, pero sus duros colmillos alcanzan la yugular del oponente. Tal vez sería más fácil unirse que confrontarse, pero se revuelven hasta quedar frente a frente, mirada con mirada. Y entonces todo se detiene por un instante: el tiempo, la ira, la respiración, la brisa... Todo. Por un efimero instante. El justo para ambos verse reflejados en las oscuras pupilas del otro. Son idénticos. La misma mirada valiente. El mismo corte de pelo. La misma altura. Los mismos colmillos limpios y afilados. Incluso el mismo miedo se esconde tras sus intrépidas y felinas fachadas. Pero aquella pausa temporal llega a su fin, y, tras un letal zarpazo, se creó el silencio. Uno exhala su último aliento. El otro se levanta victorioso, aunque algo magullado. Retoma la carrera en solitario, hacia el lago. Ni rastro del ciervo.
Tal vez hubiese sido más fácil unirse que confrontarse. ¿Instinto? Puede.

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