Todos los caminos llevan a casa

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En definitiva, ése no fue mi día; había empezado con el pie izquierdo. Primeramente el cajero automático se tragó mi tarjeta dejándome casi en banca rota; la presentación del anteproyecto a unos inversionistas europeos para el nuevo supermercado terminó en un completo desastre, no se presentó el delegado de nuestra planta y yo tuve que hacer la presentación.

Tómese en cuenta que eso era un proyecto constructivo, labor de un arquitecto, incluso un ingeniero, pero yo soy administrador, fue como intentar explicar un ejercicio de  algebra a estudiantes de preuniversitario. Ellos sabían mucho más que yo y me hicieron picadillo, textualmente hablando.

Gracias al cielo decidieron posponer la reunión del anteproyecto hasta dentro de un mes, donde se pedirían más detalles del diseño y algunos otros aspectos que no entendí. Pude salir vivo y con solo un memorándum en mano.

Al salir del trabajo, pude ver como remolcaban mi coche; por las prisas del asunto del supermercado, no me dio tiempo para pagar el parquímetro, ni tampoco el de estacionar bien, ganándome una multa con nota para recoger mi coche de un garaje del gobierno.

Estresado, deprimido y cansado, después de recoger mi coche me dirigí a casa de Laura, mi prometida, habíamos peleado la noche anterior, y estaba decidido a enmendar las cosas con ella y terminar mi tarde de la mejor manera. No había motivo para estar pelados por más tiempo, estábamos próximos a contraer nupcias, además la pelea fue por una tontería.

Laura me reclamó que no le dedicaba tiempo suficiente, que estaba tan metido en mi trabajo que la descuidaba y que la dejaba sola. Tenía razón, este último mes, por las premuras del proyecto y demás trabajos atrasados la había dejado casi abandonada.

Pasé por una florería y compre un ramillete de rosas rojo pasión, sus favoritas, y me encaminé hasta allá. Sabía que ella estaría en casa, le daría una sorpresa. Tenía la copia de sus llaves, pero lo pensé mejor y decidido me dirigí a la entrada posterior, estaba casi seguro que ella se encontraba en el jardín leyendo algún libro, quizá pintando algún cuadro nuevo, pero cuando estaba llegando al portal, mis pasos se congelaron a medio camino.

Ella estaba allí, de pié, en la entrada posterior con los brazos alrededor del cuello de otro hombre que no era yo, y lo besaba de una manera que nunca me besó. Intenté continuar, huir, escapar, pero no lo puede hacer, me quedé allí de piedra mirando la escena completamente helado.

¿Qué había pasado?

Ayer me decías que me amabas, que estabas loca por mí, que estabas dispuesta a pasar el resto de tus días a mi lado, que contabas los días que faltaban hasta nuestra boda y ahora te veo en brazos de otro, dejándote besar de una manera tan salvaje que me produce arcadas.

Intento moverme nuevamente, pero es inútil, siento como si tuviera los pies clavados en el suelo, y tampoco puedo cerrar los ojos, es como si los tuviera mimetizados. No te das cuenta de mi presencia, o simplemente no te importa.

Cuando el muchacho te toma por la cintura y te alza en brazos haciéndote girar mientras ríes, mi desgracia aumenta.

Ese joven que ahora te abraza, que te besa el cuello y te acaricia las piernas de una manera insistente y casi obscena, ése joven apuesto de un metro ochenta y seis, de piel clara, pelo rubio, pecho musculoso, de sonrisa tan sincera, sencilla y agradable es quien me deja más impactado que tú. Y siento la traición aún mucho mayor, porque ése joven a quien abrazas ahora no es otro que mi propio hermano, mi misma sangre. Ese ser que juró estar siempre conmigo, que desde niño siempre me dijo que mi felicidad estaba antes que la suya, era ése mismo muchacho que ahora te besaba con pasión y tomándote en brazos entraban en tu casa.

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