.....Por las tardes es cuando más lo siento, el dolor que se siente cuando no tienes corazón, cuando la razón para vivir salió de tu vida transformándote en un ser que no es....
Ese jueves todo parecía normal, yo sabía que las cosas no estaban bien, sabía que el fin se acercaba, era obvio, después de lo que me hizo no había razón para continuar, pero el día era como cualquier otro día de noviembre al atardecer, parecía normal...
Cuando sentí mi mundo caer, fue cuando mi vida comenzó, y cuando lo conocí a él, tan normal, tan corriente que nadie imaginaria el increíble secreto que se oculta tras su carita de niño que cambiaría completamente mi vida.
Tal como hago siempre que me siento triste, mi primer impulso es el partir a una heladería, a enfriar mi cabeza y endulzar un poco el poco corazón que aún me queda. No tengo motivos para mirar a mí alrededor, no había nada ahí que me interesara, pedí mi helado sin cuidado y me senté en una mesa que se había desocupado en ese mismo momento. Siempre me han gustado los helados dulces, mientras más empalagoso más me gusta, por lo que pedí tres leches y chocolate blanco, sabores que yo sabía llenarían completamente mi necesidad de azúcar, y me dejarían tan cansada que no querría pensar.
Mientras mi mente se perdía jugando con la cuchara evitando que se cayera el helado por un costado del cono sentí una voz...
- ¿Me puedo sentar contigo? No hay más sillas desocupadas...-
- Ehmm sí, claro – dije tratando de sonar casual mientras seguía jugando con mi cuchara
- Disculpa que te incomode, pero soy físicamente incapaz de caminar y tomar helado al mismo tiempo – y me dirigió una sonrisa perfecta, tímida a la vez, pero que me provoco esa sensación de que lo conocía de toda la vida, tanto como para contarle mis más profundos secretos.
Por unos 5 segundos no pude quitar la vista de esa cara que a primera vista no era nada de otro mundo, pero que después de ver su sonrisa se transformó en todo lo que pude pensar.
Cuando noté el silencio incomodo que se estaba formando, aparté la mirada algo avergonzada de la cara de boba que seguramente tenía y le pregunté su nombre. Me dijo que su nombre era un poco complicado, porque nadie podía pronunciarlo correctamente, por lo que todo el mundo lo llamaba "Tuto", mi primera idea fue un peluche de esos típicos con una almohada incluida y pijama con estrellitas, y no fue muy difícil imaginármelo a él con esos mismos elementos. Mi cara paso de embobamiento, a vergüenza y luego a una risa incontrolable, y nuevamente a la vergüenza. ¡¡Cómo puedo ser tan desubicada y reírme en su cara sin apenas conocerlo!!
- Disculpa, eso fue algo inapropiado, sólo me imaginé algo chistoso- dije antes que se parara y me dejase sola.
- Jaja no te preocupes, te apuesto que imaginaste uno de esos peluches en pijama-
Su respuesta no fue tan en broma como podría sonar, me miro con unos ojos profundos como si supiera exactamente que eso era lo que había pensado, pero no como si pudiese leer mi mente, más bien como si él hubiese querido que pensase eso.
- Todos suelen tener ese primer impulso cuando lo escuchan, de hecho esperaba que tuvieras la misma reacción, hace dos minutos tenías una cara muy triste –
Y sonrió de nuevo, pero no era la misma sonrisa, de la timidez anterior salto a una sonrisa de afecto y comprensión, del tipo de sonrisa que te dirige tu amigo de toda la vida cuando te ve en problemas y te dice "todo va a estar bien".
Físicamente no era nada del otro mundo, una altura común, una contextura normal, el pelo castaño oscuro como el 90% del país, la tez trigueña, muy parecida a la de mi hermana, pero sus ojos, sus ojos eran lo que lo hacía diferente a cualquier persona que hubiese conocido, eran verdes topacio, ya sé que el topacio no es verde, pero es la única comparación que se me ocurrió, era como si fuesen verdes, miel, y azules al mismo tiempo, pero el color dominante era definitivamente el verde, y tan profundos que habría sido capaz de perderme por horas mirándolos, reflejaban una serenidad que no había visto nunca.
Su helado no era más grande que el mío, por lo que según mis cálculos terminaríamos al mismo tiempo. Pensé en hablarle de algo, pero ¿De qué hablas con un completo extraño?, y me acordé paradójicamente que por más de un mes estuve hablando con uno sin siquiera saber que era un extraño. Así que busqué algún tema trivial y que sirviera de gancho para conversar por el tiempo que estaríamos comiéndonos el helado, pero antes de encontrar algo, él se adelantó.
- Sabes, nada vale la pena tanto como para transformar un cono de helado en tu mayor refugio- me miró comprensivamente- no digo que te estés escondiendo, pero tus ojos hablan por ti, y me dicen que no estás aquí sentada por el calor-
- No me escondo, sólo me distraigo, así no pensar cosas que de verdad me den ganas de esconderme – ¡Qué estoy haciendo!, ¡No lo conozco y le hablo como mi confidente!
- Siempre he pensado que cuando huyes de una pena esta te persigue y crece rápidamente en tu interior, a veces es mejor sacarla de tu sistema de una sola vez – Ok, él también me habla como mejores amigos, menos mal que no estaba bailando sola.
- Sabes leer muy bien a las personas - Le dije tratando de seguir la conversación, por una extraña razón ya no quería acabar el helado, no quería perder mi excusa para sentarme en frente de este completo extraño y desentrañar mis más profundos temores, deseos, amarguras y alegrías (el orden no es aleatorio, me dio la impresión que esa era la secuencia más apropiada)
- Eres muy transparente, se nota en tus ojos- ¡Qué!, ¿Mis ojos?, espera un segundo, esto es extraño, ando con lentes de sol.
- ¿Cómo puedes saber eso? - y sus ojos de color verde profundo se volvieron más intensos, y sentí casi como si quisiese hipnotizarme.
Se formó un silencio muy extraño, no de ese silencio incómodo que te da esa sensación de vacío en el estómago, cuando en lo único que piensas es en huir despavoridamente, sino que fue un silencio tan particular, como si el tiempo se prolongara, sentí la brisa correr detrás de mí oreja y me invadió una sensación de libertad, sentí deseos de ver el viento colarse entre las hojas de los árboles, de buscar mariposas en los arbustos, de respirar tan hondo que habría sido capaz de absorber todo el oxígeno de la heladería de un solo suspiro, no sabría describirlo mejor, creo que simplemente me sentí como la primavera.
Cuando quise decir algo, él nuevamente se anticipó y contestó mi pregunta:
- Sólo lo sé-
No necesité más respuesta, después del momento de liberación que había sentido, algo me hacía creerle. Me limité a regalarle una sonrisa y me di cuenta que mi helado había desaparecido, si antes había sido terrible compartir la mesa con un extraño por un cono de helado, ahora maldecía al cono por desaparecer y eliminar el motivo que teníamos para sentarnos frente a frente. ¿Quién era este hombre que me calaba por completo?, que hacia mi mundo detenerse, ¿Cómo podría vivir ahora que lo conocía y debía separarme de él? Y repentinamente paso lo inesperado.
- Bueno, fue un agrado compartir contigo. Nos vemos por ahí- seguido de una nueva sonrisa encantadora, se levantó y salió del local tan repentinamente que no me dio tiempo para contestarle, ni siquiera logré decirle mi nombre, aunque me dio la sensación de que no era una despedida casual, de que lo volvería a ver, de que él estaba seguro de que ese futuro encuentro sucedería.
Nos volveríamos a ver, pero pasarían varios meses hasta que volviese a recordar esa soleada tarde como cualquier otra, en una heladería céntrica como cualquier otra, con una compañía como ninguna otra.
** Si no quieres esperar para leer la historia completa, puedes visitar el blog https://aixzayelguardian.blogspot.cl y leer sin pausas
=)
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Aixza y el Guardián
Teen Fiction¿Qué harías si te enteras de que tu destino es mantener el equilibrio en el mundo? ¿Qué pasaría si cuando tu corazón se rompe, conoces a quien te muestra la misión de tu vida? Una soleada tarde de jueves Aixza conoce a alguien que cambiara su vida...