La Caja de Pandora

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La siguiente historia es un Fanfic tipo OneShot.

DISCLIMER: Seint Seiya y sus personajes son propiedad del estúpido y sensual Masami Kurumada, yo solo los tomé prestados porque me encantan.


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La Caja de Pandora... ese era el nombre por el que se conocía la leyenda de Pandora, la mitológica joven rebelde y desobediente que no tuvo conciencia de las ordenen que se le fueron dadas. Y su curiosidad, tal y como mato a el gato, la golpeo en el rostro al abrir la caja de los secretos que albergaba la humanidad. Dejando así desparramar todas las desgracias que se esparcieron por el mundo de los vivos, aquel mundo asqueroso al cual ella jamás perteneció.


Solo Hades, Dios del Inframundo, tuvo clemencia de su alma, cautivado por su arrogancia, irreverencia y tenacidad, le encomendó una misión. Tal y como motivada por su codiciosa curiosidad pudo abrir esa caja, ahora abriría la puerta hacia la victoria, la victoria sobre el dominio de la tierra, esa que ansiaba poseer desde que el omnipotente Dios de los Dioses, prefirió a Athena por encima de él y lo condeno reinar al desolado mundo de las tinieblas.


Pandora era un alma fiel y servicial, siempre sumisa y complaciente con su señor. A su vez era una guardiana implacable, feroz con quien está bajo su mando y sin la más mísera compasión por todo aquel que opusiera así fuera una palabra contra su amo. Poseía la terrible y lúgubre alma de un espectro. Hades hizo bien en llevarla consigo al Inframundo y otorgarle su protección, pudo verlo en sus ojos, ella no pertenecía al mundo de la luz.


Así fue como le encomendó una sagrada misión: ser aquella que lideraría sus tropas, el ejército del Inframundo, los 108 espectros de las estrellas malignas estarían bajo su total control. Y cuando el momento llegase, porque llegaría cada 200 años, regresaría al mundo de los humanos, encarnado el mismo cuerpo de aquella joven inocente que fue al inicio de los tiempos y su curiosidad seria lo que la conduciría a buscar nuevamente abrir esa caja que desataría las más terribles catástrofes para toda la humanidad, aquella humanidad que ella jamás había tolerado, y junto con el retorno del alma de su benevolente amo a la tierra, regresaría la conciencia de su deber, y tal y como hizo en el comienzo de los tiempos, esparciría la desgracia por el mundo.


Guiada por la firme convicción de servir a su Dios y la ambición que la regia, guió fervientemente a sus tropas hacia las batallas, clamando la sangre sagrada de Athena, más almas para poblar el Inframundo y nuevos caballeros para decorar Cosytus.


Con sus propias manos ponía a prueba a cada hombre en el ejército, su lealtad, su paciencia y su audacia. Ejercía todo su poder y castigaba sin compasión todo aquel que no estampara su frente al suelo ente su presencia. Como representante de Hades en la tierra y el infierno se le debía el mismo respeto, pues su voz solo emergía de su garganta para profesar la voluntad del Dios de la muerte, decía ella misma todo el tiempo. Poseía un tempestuoso cosmos, aunque su apariencia era pasible, su carácter era temible y su belleza solo era comparable con el terror que ella inspiraba.


Cada alma en el Inframundo desde el Río Aqueronte hasta Giudecca le temía a la par que la respetaba. Cada generación era así, un círculo vicioso y doloroso; para ella, por llevar a cuestas la responsabilidad de la dura tarea que le fue encomendada y para sus súbditos del Inframundo por tener que soportarla.


Lo más terrible de sobrellevar era su vida como humana. Cuando era consciente de su verdadera existencia con el despertar del alma e su amo, retomaba conciencia de su obligación, cuando eso ocurría, nunca recordaba cómo era que debía sentirse respecto a los estorbosos sentimientos que la sacudían desde la infancia que podía recordar.


Se reprendía constantemente con que aquello que recordaba no era más que parte de una efímera vida prestada, que debía enterrarlo y no debía dolerle ningún caído en el mar de cadáveres que dejaba pasó en ofrenda a la resurrección de Hades y sus espectros en la tierra. Todo aquello era necesario y justo lo que tenía que pasar, retumbaba en la soledad de sus pensamientos constantemente, no debía dolerle nadie, no debía pensar en nadie más, nunca más, nada más que su señor Hades, se repetía como un mantra. Aquellas dudas y recuerdos malditos la dejaban con una amarga sensación en todo su ser, una que se retorcía en su interior y le astillaba su ya ennegrecida alma.


Odiaba sentirse tan vulnerablemente humana y por ello mitigaba todas aquellas arcadas de incertidumbres y sentimentalismos con lo mejor que sabía hacer, infringiendo su poder sobre otros.


Regresar como humanos era una prueba dura pero necesaria por todos los que luchaban en las guerras santas. Así como los molestos guerreros de Athena volvían una y otra vez para encarnar su misión milenaria y proteger a su Diosa, los espectros debían portar también cuerpos humanos, a los que se les prometía una vida eterna sí luchaban por conseguir la victoria.


Aquellos seres ansiosos de saborear la inalcanzable inmortalidad que su señor les ofrecía en recompensa, se inquietaban con demasiada facilidad. Era ese uno de los desafíos a los que debía enfrentarse Pandora. Cuidarse de los alzamientos, las dudas y la desobediencia. Por ello se encargaba antes que cualquier cosa en amaestrar a sus perros más fieros, los tres jueces del infierno.


Hacerlos más fieles y feroces que el mismo Cerbero era una de sus principales tareas y de las que más gustosa se encargaba de ejecutar. Someter bajo su control aquellas poderosas musculaturas, esas imponentes armaduras y la abrumadora fuerza de sus cosmos, todo ello retorciéndose bajo su control, ya sea en castigo o en recompensa, era una de las más gratificantes tareas a las que se dedicaba cuando no tenía con ella a su señor Hades.


Doblegar sus voluntades y hacerlos obedecerla la complacía enormemente, pues cada castigo que infringía siempre era más duro que el anterior. Ser testigo de cómo sus mejores hombres lo soportaban estoicamente la extasiaba, la conducía a un frenesí de deleite y auto satisfacción que entonces, si estaba dispuesta, lo dejaba salir, recompensando aquel victorioso con su toque divino y desafiándolo así a la mayor prueba de todas, tener que soportarla entre las piernas.


Si... sin duda llevar a cabo su misión era una ajetreada tarea que ni el paso de los siglos ni su curiosidad podría aligerar. Todo ese poder en sus manos... eso era lo que su señor le había encargado proteger y eso era lo que ella haría, pues su destino era, sin duda alguna, estar por siempre junto a su amado Señor Hades.


Ella era la guardiana y de la Caja de Pandora...


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Sé bien que Wattpad no es el paraíso de los fanfics, pero aun así decidí intentarlo para que no se me atrofiara la cuenta :P 

Espero y no fuera tan terrible. Gracias por leer.




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