El accidente.

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MARTES 18 DE AGOSTO, 2015

-¡Cuídate mucho, querida!- Dijo mi padre besando mi frente y subiéndose a la camioneta del señor Mayer.

Éste se había ofrecido para acompañar a mis padres hasta la estación de tren, dejando a su hijo, Maicol, haciéndome compañía; con la promesa de pasar a buscarlo en unas horas.

Le respondí a George con una amplia sonrisa, asintiendo con mi cabeza levemente, mientras lo veía subir y escuchaba las recomendaciones de mamá.

Jamás había visto a Irene tan nerviosa como aquel día. Siempre tenían algún compromiso que los obligaba a dejarme sola durante una noche; sin embargo, esta vez, el compromiso era en la Capital del país, y debían dejarme por tres o cuatro noches, lo cual los tenía muy preocupados. 

Aprovechándome de ésto, había intentado convencerlos para que me permitieran acompañarlos, ya que deseaba visitar la Capital. Sabía que había nacido allí y vivido durante mis dos primeros años, en la casa de mi tío. 

Estaba segura de que me hubiesen permitido ir a quedarme con éste, pero el vínculo de nuestra relación estaba bastante descuidado si teníamos en cuenta de que no lo había vuelto a ver desde que nos habíamos mudado.

Al principio, estaba enfadadísima y me lamentaba el no haber mantenido siquiera algún mensaje con mi primo, como para tener alguna buena excusa; sin embargo, finalmente me resigné y escuché cada consejo apurado que mi madre decía, para poder dejarla tranquila.

-Hasta el sábado, mamá.. -dije cortando su discurso y empujándola hacia la camioneta para que se fuera, antes de que se arrepintiera de marchar.

Me quedé en la puerta de casa, viendo como se alejaban, hasta que finalmente ya no los pude ver más. Una sensación de soledad y próximo aburrimiento, como el que me abarcaba cada vez que me dejaban, me llenó; pero luego recordé que Maicol me esperaba dentro de la casa.

Entré un poco nerviosa ya que hacía mucho tiempo que no estaba a solas con el. Creía que nuestra relación se basaba en una amistad pura pero realmente no conocía la naturaleza de sus sentimientos hacia mi; y no podía negar que en los últimos meses se había puesto mucho más guapo y simpático que de costumbre.

Una gran sonrisa nació en mi rostro al verlo sentado frente a mi televisión, como cuando eramos más pequeños, mirando un viejo capítulo de una serie policial. Cuando notó mi presencia, rápidamente se volteó a verme y respondió a mi sonrisa con otra igualmente grande; mientras daba pequeños golpes a un lado del sillón, junto a el, invitándome a hacerle compañía. 

-¿Podemos seguir viendo esto?- Preguntó mientras yo tomaba asiento a su lado y asentía.

Su brazo pasó sobre mis hombros y me atrajo un poco contra su cuerpo, de tal forma cuidadosa que era tierna pero para nada invasiva. Tal cual un amigo lo haría. 

Pasamos así toda la tarde; viendo seriales hasta el cansancio y riendo luego, cuando ya no teníamos nada más que decirnos. Entonces su padre lo vino a recoger y después de despedirlos me fui directo a la cama, con la ilusión de no notar tanto mi soledad.

Los próximos tres días, cumplí con una rigurosa rutina que me permitía estar ocupada y no aburrirme. Mis padres ni siquiera me lo habían pedido pero yo había tomado la decisión de hacer todas las tareas de la casa; incluyendo el cuidado de la huerta y el ordeñe de nuestras vacas. Todo estaba impecable y yo me mantenía en constante actividad a la vez que los ayudaba.

El resto del tiempo, me lo pasaba en el liceo, estudiando y aprovechando cada segundo con mis amigos; o realizando actividades que ya por costumbre hacía sin nadie presente. 

SÁBADO 22 DE AGOSTO, 2015

Así los días pasaron rápido pero no se podía decir que fuesen divertidos. Razón por la cual, cuando el señor Mayer llamó para confirmar la hora a la que debía de pasar a buscar a mis padres a la estación, se me ocurrió pedirle que trajera a Maicol a casa para que nuevamente me hiciera compañía. 

Así me prometió hacerlo y al rato, mi amigo estaba nuevamente sentado frente a mi televisor. Todo apuntaba a que pasaríamos otra tarde juntos, mirando seriales; cuando mi celular comenzó a sonar. 

-¡Hola Melanie!- dije entrando a mi cuarto para no molestar a mi visitante- ¡Que gusto me da que llamaras!

Mi amiga no dudó en preguntar como estaba y en que estaba ocupada; por lo cual le conté acerca de mis planes con Maicol, y con toda la confianza que se pueden tener dos mejores amigas que se habían criado como casi hermanas me respondió:

-¿Así que sola con él? ¿Como puedes tener una tarde de vicio sin siquiera pensar en invitarme?- la indignación que parecía mezclarse con diversión en su voz me hizo sonreír y poner los ojos en blanco.- ¡En unos segundos estaré allí!-

Poco demoró en llegar y sentarse entre Maicol y yo; abrazándonos a ambos y concentrándose en la película que había traído.

Mis amigos parecían muy entretenidos; y yo miraba fijamente la pantalla, fingiendo lo mismo. Sin embargo, estaba controlando la hora porque esperaba el momento en el que sabía que mis padres llegarían al pueblo. 

Apenas habían pasado unos minutos de esa hora, cuando Maicol recibió una llamada.  Rápidamente, Melanie pausó la película y ambas lo miramos expectantes.

-Es mi papá.. -Dijo medio confundido mientras se acercaba a la ventana de la cocina.

Me extrañó notablemente esa afirmación ya que el señor Mayer no había dicho nada de llamarnos a la llegada de mis padres; pero aún más me intrigó al ver la expresión de el chico.

La casi permanente sonrisa del rostro de Maicol se fue de inmediato al igual que el color de sus mejillas. Un escalofrío de terror, que me provocaba el pensar de que se podía tratar todo, recorrió mi cuerpo, mientra veía a mi amigo diciendo algunos monosílabos en voz casi inaudible. 

No tengo idea de cuanto duró la llamada pero en ese momento me pareció eterna. Melanie apretó fuertemente mi mano, y esperamos ansiosas. 

Una vez que Maicol colgó, se giró lentamente; fijando sus ojos en los míos con una mirada de compasión, y supe que todo estaba mal. Aún así lo miré como forzándolo a decirlo en voz alta. Se tomó su tiempo para llenar sus pulmones de aire, y comenzó a caminar despacio hacia mí, como si fuera un pequeño animal nervioso, a punto de escapar. Entonces habló:

-Yo.. Lo siento mucho.. -dijo desviando, ahora si, su mirada.- Hubo un accidente. 

Lo vi mirarme como si esperara que toda la realidad llegase a mi. Sin embargo, sus palabras apenas lograban ser comprensivas en mi mente; y no quería siquiera conjeturar lo que éstas significaban. Así que continuó:

-Han muerto.. Tus padres han muerto, Sally. 





El Cambio: sufrimiento y superación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora